jueves, 7 de diciembre de 2017

Trozos de papel

Los aviones vuelan bajo. Planean sobre la ciudad de papel que hemos construido.
Sueños perdidos en la noche de Navidad, que buscan nuevos dueños. Todo aquello que dejamos morir lentamente, quedó enterrado debajo la arena de las playas que nos inventamos en tiempos en que la creatividad asomaba por la ventana. - ¿Y ahora que? - Me preguntas. Sinceramente no tengo ninguna idea brillante, pero me dedico a improvisar, me dejo de cuentos, y sorteo la situación. No podemos seguir engañándonos. Esta no es la realidad en que vivimos. Nuestro mundo imaginario ha terminado. Desde la torre principal de nuestra ciudad de papel vemos como un avión pierde el rumbo, y se aproxima a nosotros a toda velocidad. No podremos escapar. El choque va afectar los cimientos de toda nuestra metrópolis. Se va a hundir en las profundidades de la Tierra.
Tú te asustas y activas todas las alarmas, pero la ciudad está en silencio, esperando impaciente su final. Un desenlace que era predecible.
El avión impacta estrepitosamente contra la torre donde nos encontramos. Trozos de papel empiezan a caer del techo, y todo empieza a temblar.
Me pides que haga algo, que aún estamos a tiempo de salvar todo lo que hemos construido. Pero yo lo único que puedo hacer es acercarme un poco más a la ventana, ver como la ciudad se derrumba a nuestros pies, y esperar impaciente la caída de nuestra magnífica torre.
El fuego empieza en el piso superior, en cuestión de segundos va llegar a nuestro emplazamiento. Ya puedo percibir el calor de las llamas, se acercan con una velocidad desmedida.
Ya no me acuerdo de lo que me espera, cuando las llamas nos alcancen, pero me he cansado de esconderme en este mundo irreal.
El fuego llega a nuestra ubicación y quema todo lo que tenemos alrededor, veo como ardes en cuestión de segundos.
  • Nos vemos en el mundo real, listos para afrontar los problemas.- Te digo, antes de que desaparezcas con una llamarada. Yo cierro los ojos, y espero mi momento.


Despierto en un pequeño cuchitril, iluminado sólo con una luz incandescente. El desorden predomina, y un fuerte olor a cerrado, se ha apoderado de espacio, abro un poco la ventana, y veo todo el bullicio de las calles, alguien está aporreando mi puerta estrepitosamente, y me grita cosas indescifrables. Nada de esto me suena familiar. Debo haber estado mucho tiempo soñando, pero tengo que ponerle remedio a esta situación.
Empiezo a ordenar la habitación, y abro la puerta, una mujer de mediana edad, empieza a hacerme múltiples preguntas, que soy incapaz de responder. Me despido de ella, y salgo a la calle. Está muy enfadada, aunque yo desconzco el motivo de su enojo.
La urbe me parece un caos. Incluso me siento inseguro, pero me apetece enfrentarme al mundo real. Nuestra ciudad de papel era demasiado perfecta. No tenía ningún peligro ni irregularidad. Vuelvo a sentir ganas por vivir, y la adrenalina corre de nuevo por mis venas a toda velocidad.
Avanzo entre la multitud, para encontrarte. Pero la cantidad de gente, que hay es enorme. Me acuerdo de como te gustaban las torres. Siempre querrías estar en el punto más alto de la ciudad. Desde donde pudieras observarlo y controlarlo todo. Y me dirigo al edificio más alto de la metròpolis. Allí delante plantada estás tu. Alucinando con la altura de esta torre. Una de verdad. Te toco la espalda y te giras sobresaltada. Necesitas unos segundos para reconocerme, pero te alegras mucho de verme. Aún tienes algunos trozos de papel quemado en tu ropa, te los limpio, y me guardo uno de recuerdo en el bolsillo. Tomo tu mano, y te susurro en el oído:
  • Vayamos a descubrir el mundo.

Y nos perdemos entre la multitud como si siempre hubiéramos formado parte de ella.

lunes, 23 de octubre de 2017

Los trobadores

Los trobadores llegan a la ciudad al amanecer. Los habitantes hoy despiertan llenos de emoción, por escuchar nuevas histórias, que les permitan soñar, y les trasladen a tierras muy lejanas. Aunque sólo sea en su imaginación. Sienten curiosidad para saber como viven en el norte del continente, que tradiciones siguen, y si allí también hace tanto frío.
Estan ansiosos para ver los atrevidos disfraces y escuchar las divertidas histórias de los trobadores, que romperan la monotonía de sus tristes y aburridas vidas, aunque sea sólo por unas horas.
Muchos ciudadanos guardan algunas monedas, como recompensa por el entretenimiento, a sabiendas que los trobadores se crecen cuando escuchan el sonido de las monedas caer en sus sombreros, y cantan canciones hasta que se pone el Sol.
Algunos de los habitantes más pobres salen a la plaza solo para sentir el poder de tener dinero, o imaginarse que son reyes o reinas de alguna poderosa nación, sintiéndose como los protagonistas de las canciones. Los más ricos, se paran a la plaza para valorar todo lo que tienen, para escuchar canciones sobre gente pobre, que tiene que trabajar muy duro para llegar a fin de mes. Esto les hace acordar de lo que les costó llegar donde se encuentran ahora. Y empatizan con los pobres que se congragan en la plaza.
Las diferentes personalidades y grupos de personas se van uniendo a la multitud. Los más excéntricos y los más discretos. Todos juntos viven las mismas histórias de diferentes formas, pero les hace ver más allá de la realidad. Entienden que hay un mundo más extenso y complejo que el suyo, muchas personas que viven de formas muy distintas a ellos, pero esto no les hace ni mejores ni peores.
Las diferencias conviven en la plaza, y los habitantes se miran los unos a los otros con indagación. Las canciones de hoy, les han despertado la curiosidad para conocer más a sus vecinos. A los desconocidos que se topan por la calle, quizás el gran afán para conocer a los extranjeros del norte del continente, ha impedido que se relacionasen con los otros habitantes del pueblo.
El Sol se pone, y la música se diluye al mismo tiempo que la luz del día. Los trobadores recojen sus instrumentos, y cargan sus bolsillos con las monedas que han recibido en esta existosa jornada laboral, para seguir su camino hacia otras ciudades.

Los espectadores, empiezan a hablar los unos con los otros, y se quedan todos a la plaza, para ellos la velada aún no ha terminado. Estan disfrutando conociendose los unos a los otros, y descubriendo las personalidades tan opuestas a las suyas. Nunca se habian sentido tan bien.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Los árboles

Los hombres caen en el campo de batalla, pero los árboles siguen de pie, esperando pacientemente el fin del conflicto. Observan con tristeza la carniceria que los merodea.
Se miran los unos a los otros sin saber que hacer. Nadie se atreve a dar el primer paso. Algunos estan aterroziados por el sonido de los cañones.
El último batallón de soldados se lanza ferozmente contra el multitudinario ejército del enemigo. Todos ellos son conscientes que aquello es un suicidio. Aquella batalla está perdida desde hace ya mucho tiempo. Pero prefieren morir con honor, antes que tener que volver a casa derrotados y cabizbajos. Quieren que sus famílias sepan que murieron como hombres de verdad. Luchando por su pátria. Y el país les haga un homenaje, como es debido con los héroes de su talla.
Todos ellos son abatidos en menos de media hora.
Empieza a caer la noche y el único rastro que queda del sangriento combate que se acaba de librar, es la respiración desbocada de los pocos heridos que aún restan con vida, esperando una muerte rápida e indolora.
Los árboles murmuran entre ellos. Se palapa la tensión en el entorno. Después de una breve discusión, el que parece más viejo, levanta sus raíces del suelo con dificultad y empieza a andar, echa un vistazo rápido a la zona para asegurarse que se encuentran fuera de peligro, y avisa a los otros para que lo sigan. Uno a uno van levantando sus raíces del suelo, y se van acercando al otro árbol.
La tierra tiembla cuando andan, y un extraño sonido resuena por todo el bosque. Són sus llantos.
Lloran, porque estan hartos de tener que huir de tierras y campos infectados por la sangre de los avariciosos hombres, se han cansado de ver los hombres matarse, por tesoros o territorios estratégicos. No quieren escuchar más el sonido de los cañones, ni de los soldados caer muertos al suelo. Todo esto afecta sus sentimientos y emociones. Los humanos se creen, que sólo están ahí, para hacer bonito, y para que ellos puedan pasear por estos verdes y frondosos bosques.
Pero ellos también se sienten parte de este mundo, y se les encoge el corazón viendo tanta violencia y crueldad.
Huyen hacia tierras tranquilas, donde puedan reírse e incluso bailar. Donde los pájaros canten sin miedo a ser cazados, y los hombres vivan en el bosque con pequeñas casas de paja, y les agradezcan su cobijo en días de lluvia y su sombra en los días soleados.  

A pesar de todo lo que acaban de ver, miran al horizonte con ilusión. Están convencidos de que pronto van a encontrar un hogar tranquilo donde podrán continuar sus vidas felizmente sin interrupción.

lunes, 9 de octubre de 2017

Desde mi cabaña

El sonido de las sirenas se escucha a la lejanía. Se aproximan con el viento, que además nos trae el hedor de las alcantarillas de la gran ciudad. Dónde ya hace más de una semana que reina el caos.
Desde mi pequeña cabaña en el bosque, me mantengo al margen de todos los conflcitos, lejos de las hipótesis y soluciones que sólo los más osados se atreven a dar.
Es más sabio reflexionar sobre las injusticias, desde la distáncia, alejado del miedo, las pasiones o de las presiones de las masas. Así ves, que no existen ni héroes ni villanos. Que sólo somos humanos, y todos nos equivocamos. Algunos más que otros, cierto, pero somos integramente imperfectos, y merecemos ser perdonados, y recibir nuevas oportunidades.  
En mi pequeña cabaña, me doy cuenta de la necedad del ser humano, cuando se siente acorralado o está asustado, y lo fácil que se vende a sus emociones y pasiones. Creo que es el único ser vivo que no usa el sentido común en los momentos más críticos.
Ahora me construyo unos pequeños prismáticos, para echar un vistazo a la ciudad. Se me encoje el corazón al ver famílias discutiendo, países enfrentados y gobiernos enriqueciéndose a costa de la ignorancia de sus seguidores, y yo aquí apartado de todo, sin hacer nada al respecto.
Trato de colaborar en la causa, en ayudar a la sociedad a prosperar, y se me ocurre que quizás estoy demasiado solo, en mi cabaña, que la compañia de mi dulce perrito, es muy grata pero necesito compartir con algún otro ser de mi raza. Alguien con quien pueda reflexionar, y pueda aprender, y yo le pueda enseñar, y aportar mi granito de arena en su evolución.  Alguien que me haga enfadar, pero que después me haga dar cuenta que no valió la pena hacerlo.
Probablemente, después ya no me sentiría como un extraño individuo, tan diferente del resto del mundo, y podría experimentar lo que es la empatía de primera mano.

Tal vez luego perdería los papeles, y me convertiría en uno de estos antipáticos hombres que se quejan por todo, y creen que el mundo es una ruina, pero al fin y al cabo confío en que aparecería alguien benevolente y piadoso y me daría otra oportunidad, me perdonaría los errores, y me llevaría a ver el mundo desde otra perspectiva, y así vería que no todo está tan mal como se ve desde mi cabaña.  

martes, 5 de septiembre de 2017

El amor y el tiempo, en noches en vela

Ignoro el plácido sonido de tu respiración mientras duermes, y me giro para no ver tu pecho desnudo moviéndose lentamente.
Trato de dormir, pero mi cuerpo sigue lleno de adrenalina, y algunas luces de la calle entran por la ventana, desvelándome aún más.
Llega septiembre y se termina el verano. Se nota en el aire, que es más frío que hace un par de semanas.
Aún recuerdo la canción que me cantaste para conquistarme, y realmente lo conseguiste.
Pero el amor no es sólo esto. Nos enamoramos múltiples veces. No sólo de personas. De todo lo que nos rodea. El amor es la pasión por el momento presente y la agudización de todos los sentidos. Silencia el miedo y esconde las inseguridades. Nos dejamos llevar, e incluso a veces hacemos locuras por él. Pero no nos importa, porqué nuestro espíritu necesita llorar, reír, saltar y bailar. Sentirnos libres  y desafiar el temor a equivocarse. Porqué si no cuál es nuestro sentido en este mundo, sino vivir desde nuestro corazón y amar todo lo que tenemos alrededor. Aceptar las diferencias y sentirnos todos iguales. Seres humanos imperfectos, que avanzan juntos, por un objetivo común. El desarrollo de una raza, y la prosperidad de una sociedad. El respeto entre los individuos es clave para conseguir estas metas.
Ahora escucho el tic-tac del reloj, y me desconcentro del ejercicio de dormir. Mi mente genera infinitos pensamientos cada segundo y caigo en la tentación de distraerme dándole vueltas a planes futuros.
Como me gusta organizarlo todo. Nunca dejo sitio para la improvisación. Quizás esta es la razón por la cuál vivo en una monotonía desde hace tanto tiempo.
Pienso en los animales que se mueven por instinto y que ni siquiera usan la memória, su sexto sentido les lleva siempre a tomar la decisión correcta.
Quizás debería aprender un poco más de ellos, y tratar de no dar tantas vueltas a las cosas.
Odio estar cansado y no poder dormir, porque luego pienso demasiado. Por suerte tu eres todo lo contrario y equilibras mis deficiencias. Pero yo también aporto mi granito de arena y voy desarrollando tu espiritualidad. No podría permitirme quedarme en la parte superior de la balanza.
Ahora escucho el viento entrar por debajo el balcón, va acompasado con tu respiración. Me giro,  tapo un poquito tu pecho para que no tengas frío, y te observo con atención, tratando de impregnar mi mente con tu total tranquilidad, hasta que finalmente me duermo poco antes del amanecer.

viernes, 18 de agosto de 2017

Excentricidades casuales

El tren está atestado de gente. Es hora punta, y numerosos empresarios y estudiantes, se congregan en los vagones. Hace un calor horrible aquí dentro, y aún faltan diez paradas para llegar a mi destino. Me siento extraño entre estos hombres que visten lujosos trajes, y que afilan diariamente sus mocasines. Creo que algunos de ellos me miran de forma extraña. Se creen superiores. Pero yo mantengo la compostura, y saco a relucir el agujero que me hice ayer a los pantalones, jugando a fútbol con unos muchachos del barrio.
El más repeinado de todos, tose con desprecio e incomodidad cuando lo ve.
El tren se detiene en la siguiente estación , y algunos encorbatados,llegan a su destino, otros bajan para dar paso a nuevos pasajeros, y luego vuelven a subir con su expresión malhumorada. Miro al suelo y sólo veo mocasines. Detrás de mí, pero aparecen unas sucias zapatillas blancas, escritas por todas partes. Voy subiendo la mirada y descubro unas piernas femeninas con unos cuantos tatuajes, y una falda muy corta. Lleva un piercing en la nariz, y el pelo teñido de un azul bastante llamativo.
Su rostro parece divertido, lo adivino con la sonrisa que se le escapa en sus delicados labios.
Unos cuantos repeinados la miran sin discreción, otros disimulan fingiendo utilizar sus celulares. Ella es consciente de que está siendo la atracción visual del vagón, y se sube un poco la falda, enseñando las bragas a todos los presentes. Todos los ojos se mueven curiosos hacia la misma dirección. Algún repeinado más sofisticado empieza a toser con nerviosismo. Pero ella ni se inmuta, sigue con la falda levantada, hasta que llegamos a la siguiente estación. Allí sonríe victoriosamente, se baja un poco la falda, recoge su bolso del suelo, y baja del tren, ensuciando los mocasines de los repeinados, con sus zapatillas llenas de barro. Una vez fuera, se quita los zapatos, los tira a la basura, me guiña el ojo, se despide con la mano,y se va descalza.
Me pregunto quien será esta excéntrica chica que ha volteado la rutina de este vagón un jueves por la mañana. Ahora ya no me siento tan solo, rodeado de todos estos trajes y corbatas.

jueves, 17 de agosto de 2017

La ciudad roja

No veo nada extraño. Sólo mi nariz puntiaguda apuntando al infinito. La sombra de las nubes se mueve sigilosamente por los tejados.
El color rojo predomina en la ciudad, manteniendo intacta la eséncia revolucionaria que la caracterizó en el pasado. Pienso en mis antepasados. Cómo debieron sufrir para conseguir sus derechos. Y todos los que murieron a manos de los fascistas? Cuántos años hace ya que se libró la última batalla? Ochenta quizás?
Que más da. El pasado ya no importa. Lo que es relevante es el dia de hoy, en que vivimos en paz y felices en esta maravillosa ciudad.
Aunque no conozco ninguna otra, es mi favorita. Ya sólo sea para alabar el brillante esfuerzo que hicieron todos los que la reconstruyeron después de la guerra, o para bendecir a los que murieron protegiéndola.
Y ahora pienso en el futuro que vendrá. Las nuevas tendencias y excentricidades que van llegando procedentes de oriente. Y quiénes són los grandes beneficiados de esto? Nosotros, los habitantes. Que podemos presenciar maravillosos espectáculos en la calle, o disfrutar de las mejores comidas exóticas. Bendita sea la interculturalidad.
Una voz femenina resuena en la lejanía, y poco a poco me voy percatando que no estoy solo. Me he vuelto a perder en mis pensamientos, y me olvidé de la realidad. Ella está conmigo. Cuánto tiempo debo llevar ausente?
- Andy, en que piensas? Últimamente te veo muy despistado. - me dice ella preocupada.
- Nada cariño, pensaba en nosotros- la miento, y luego la beso con dulzura.
Me pregunto que tendrá esta ciudad que siempre me mantenga tan inspirado. 

miércoles, 16 de agosto de 2017

Mi secreto y yo

Guardo un secreto detrás de mis orejas. Se camufla con el canto de los grillos y las cigarras, y se despierta sigilosamente con la luz de las velas que enciendo en las solitarias noches de verano.
Són tiempos difíciles para soñar, pero yo invito a mi secreto a tomar una copa, a cerrar los ojos y compartir nuestros sofisticados sueños.
Él va saltando cada vez que aparece alguna de mis paranoias, y a mí se me escapa un sofocado grito cuando su miedo a ser descubierto,irrumpe en em camino.
Luego lo veo a él corriendo por la pradera, cantando canciones de libertad y rodeado de águilas, dispuestas a hacerlo volar por el despejado cielo primaveral. El arco iris ha salido después de la tormenta, y el Sol brilla en el horizonte.
Yo en cambio sigo atrapado debajo las grises nubes de otoño. Un gran charco me separa de los olores de primavera, los cuáles me llegan desde el sueño de mi secreto. Me imagino como serían estos campos florecidos, y como los mirabeles se moverían en busca del Sol.
En mi sueño el suelo está lleno de hojas de distintos colores, y los paisajes són preciosos, pero me ponen nostálgico y me hacen sentir solitario. Así que cruzo el charco, ensuciando mis zapatos de barro, y entro en el sueño de mi secreto. Al principio él no me quiero dejar pasar, porqué dice que es su sueño y no me pertenece, pero yo le chantajeo con descubrirlo ante todo el mundo,  él acepta a regañadientes, y me pide que no le moleste y le deje disfrutar de esta maravilla. Las águilas lo agarran por los brazos, y lo hacen volar. Él sonríe y me saluda desde las nubes. Una águila baja a mi alcance y me hace volar también. Yo me agarro con fuerza, por miedo a caerme, pero luego recuerdo que estoy en un sueño y me dejo llevar. Cierro los ojos y escucho el viento y las águilas cantar. Siento la libertad silbando muy cerca de mí y me emociono hasta el punto que mi mano se resbala y caigo en el lago sobre el que estábamos volando. Me despierto en el comedor con la copa de vino medio llena en la mano, y mi secreto roncando enfrente. Su copa sigue vacía. Lo quiero despertar, pero un pájaro en el ventanal llama mi atención, me susurra: shhht, y me guiña el ojo.

sábado, 15 de julio de 2017

Estaciones mentales

Sueño con días en los que el mundo se destiñe con mis suspiros. Como una vieja foto en blanco y negro en el salón, mis recuerdos se conservan enmarcados en el fondo de mi corazón.
Trozos del arco iris que rompí con mis llantos, están esparcidos por el valle. Los recojo uno a uno procurando no cortarme, y los entierro en el jardín, delante de mi ventana favorita. Desde la cuál  contemplaba la lluvia caer en los días tristes, y observaba como se ponía el Sol en verano. Desde allí podía ver como las luciérnagas iluminaban el camino que conducía al río, y las cigarras le cantaban canciones a la luna perezosa. Incapaz de imaginarme las noches sin aquella preciosa melodía, la guardé junto con mis recuerdos, por si algún día las cigarras se cansaban de cantar. Incluso la reproducía dentro de mi cerebro en las frías noches de invierno en que tenía miedo. Me ayudaba a conciliar el sueño.
Los colores de otoño pintan el bosque, y le dan más diversidad a mis pensamientos. Mi mente viaja rápido, a la velocidad del viento que levanta las hojas caídas. A menudo tengo que frenarla y hacerla retroceder, rebobinar el verano, y vivirlo más lento. Tal y cómo Dios manda. Mientras reproduzco las imágenes descubro todo lo que pasé por alto. Y vuelvo a vivirlo de una forma más relajada. Echo un vistazo al cielo y me doy cuenta que hoy está virgen de estrellas.  Quizás eso es lo que me hacía sentir tan perdido. Voy a mi habitación, y rebusco dentro del armario, hasta que en el fondo de un cajón, envuelta en una vieja camisa de trabajo, encuentro la estrella que atrapé el verano pasado desde mi tejado. Le quito el polvo, hasta que consigo que brille de nuevo. Subo a la terraza y la lanzo a la oscuridad de la noche. Unos segundos más tarde , empieza a parpadear en el cielo. Como la luz de un faro en una noche de niebla , despeja el camino hacia mi mismo.

viernes, 7 de julio de 2017

Afortunado

Senderos rurales, atestados de vegetación que me conducen al nivel espiritual más elevado.
El sonido del viento soplando con delicadeza entre los árboles y las dulces melodías que cantan los pájaros más exóticos me producen una sensación de intimidad conmigo  mismo.
Mis pies siguen la senda de la montaña. Aún se conservan algunos restos de la nieve caída el pasado invierno. Subo sólo para observar el anochecer y comprobar que todo sigue tal como lo dejé la última vez.
Una ardilla curiosa me acompaña durante la primera parte del trayecto, hasta que encuentra un par de bellotas con las que entretenerse, y se pierde en las profundidades del bosque.
Una vez en la cima busco el viejo autobús abandonado y entro con cuidado. El techo sigue muy lastrado a causa de las torrenciales lluvias de otoño. Me tumbo en la cama provocando un fuerte crujido. A pesar de los años que tiene, sigue siendo el catre más cómodo sobre el que me he estirado nunca.
Leo las citas que hay apuntadas en la pared, y trato de memorizar las que me resultan más llamativas. Miro la hora y me doy cuenta que ya falta poco para que anochezca. Hoy hay luna llena. Me apresuro para llegar al punto más despejado de la montaña, y hago un potente silbido para llamar a Goonie, el perro salvaje que habita estos bosques. Escucho sus pasos ágiles aproximarse, hasta llegar a mi posición. Se sienta a mi lado, y espera impaciente a que sea la hora  exacta para aullar con todas sus fuerzas, al mismo tiempo que sale la luna. Me acerco un poco más a él, y acaricio su lomo hasta que se duerme en mis pies. Me siento afortunado

lunes, 3 de julio de 2017

Canciones para el Sol

Noches en que las estrellas se esconden. Voces familiares resuenan en el valle,y las luciérnagas iluminan los senderos abandonados que conducen al lago helado. Allí donde alguna vez nos desfogamos y retomamos el rumbo de nuestras insignificantes vidas. Que recuerdos. El tacto de tu piel era tan frío como la nieve sobre la que andábamos . Buscábamos algo especial, apartados de esta sociedad que se derrumbaba a nuestras espaldas. A medida que avanzábamos, notaba un hormigueo en el estómago, y mi mente se abría como una flor en primavera. Te miré de reojo, y en la expresión de tus ojos pude ver que tu sentías lo mismo. Estábamos tan sincronizados...
No sé durante cuánto tiempo anduvimos, pero a mi me pareció una eternidad. Toda la transformación que se desarrolló en  mí me dejó muy fatigado. Tú también estabas cansada, me di cuenta escuchando tu respiración desbocada.
Paramos a un pueblecito de montaña a descansar. Todo estaba tranquilo y relajado allí, lejos del bullicio y las aglomeraciones de las grandes metrópolis. No faltaba mucho para que saliera el Sol. Así que aguardamos el amanecer en el porche de una casa que parecía inhabitada. Aquel día pero el Sol se quedó a dormir más de la cuenta, y para matar el tiempo, empezamos a escribir una canción para despertarlo de aquel sueño tan profundo. Yo escribí la letra y tu la música. Una vez terminada se la cantamos a coro. Era tan bonita que conseguimos desvelarlo. Las últimas notas fueron acompañadas del nacimiento de un nuevo día. Fue algo maravilloso.
Ahora estoy tumbado en la cama de una habitación de hotel. Iluminado por una pobre luz incandescente. Detrás de la ventana puedo contemplar la oscuridad de la noche. La luna apenas brilla hoy. Trato de cantar nuestra canción a ver si el Sol despierta antes de lo previsto, pero parece que mi voz solitaria no es lo suficiente potente para llamar su atención . Si por casualidad te encuentras cerca y escuchas mi canto, únete a él y ayúdame otra vez a desadormecer el Sol.

Histórias en el mar

NiHoy he decidido perderme por ahí. Darle una oportunidad al misterio y rellenar mi vida con algunos interrogantes.
De camino a la aventura me cruzo con algunas personas peculiares, incluso se podría decir estrafalarias.
Encontré un sentido distinto de las cosas. Como una dimensión invisible a simple vista que gira a mi alrededor. Escucho el sonido del mar. Las olas repican a mi espalda y las gaviotas despiden los últimos rayos del Sol con tristes canciones, cuyas letras nadie recuerda desde hace ya mucho tiempo.
Mis pies están enterrados debajo la arena de la playa, y yo disfruto de su cálido tacto.  Esa sensación me produce una enorme relajación. Incluso me quedo medio dormido.
El ritmo de mi respiración, va acorde con el sonido de las olas. La história acaba de empezar y yo sigo aquí, plantado delante del océano infinito, sin tener ninguna prisa por terminar. Sólo disfruto del descanso.
Sigo mi camino y aprovecho las adversidades que se me presentan. Aprendo a adaptarme a las circunstancias, y hoy por fin consigo disfrutar de la paz que transmite este momento.
Llega la noche, y trato de no despistarme, de seguir la misma línea. Para evitar quedarme demasiado tiempo dormido, me dirijo a la orilla del mar y empiezo a nadar. Espero a que salgan la luna y las estrellas, y tumbo bocarriba sobre su reflejo. Ellas me arropan y me dan algo de calor. El verano se acerca y yo sigo otra vez por ahí perdido. Muy lejos de casa y apartado de los míos. Deseando encontrar alguna estrella dispuesta a llevarme de viaje a un sitio alucinante, donde las campanas de la eternidad, suenen eternamente.

domingo, 2 de julio de 2017

La contraposición de Dios y Satanás

Una hoguera arde hoy en el cielo. Dios ha confesado todos sus pecados y se ha arrojado junto con su corrompida alma en el Lago de Fuego.
El espectáculo ha sido digno de ver. La pirotécnica ha destruido todo el paraíso y no ha dejado lugar para los santos.
Satanás observa toda la escena desde el Jardín de Edén. Parece aterrorizado. Les ordena a sus diablillos que dejen de comer manzanas del árbol de la ciencia, y tratan de buscar un refugio donde poder ocultar sus colas y sus cuernos. Se avergüenzan de ellos mismos, y ven su reflejo por todas partes. Han perdido el control. Quieren volver al infierno, donde nada está prohibido, ni nadie se ruboriza de sus defectos e imperfecciones.
Unos pocos ángeles supervivientes a la explosión, se alzan encima de las runas del paraíso, moviendo las alas con dificultad. Desde estas alturas se puede apreciar el caos en el Jardín de Edén.
Se miran los unos a los otros sin saber que hacer , hasta que uno de ellos baja hacia donde se encuentran los pobres diablillos atemorizados, agarra a Satanás por los cuernos, y lo arroja en el Lago de Fuego,esperando que este baje al infierno y se quede allí eternamente. El acto curioso es que el Diablo se queda allí atrapado, sin poder hundirse ni volver a salir. De repente una mano de Dios sale a la superfície del lago, con la otra sostiene la cola de Satanás impidiendo que este se reuna con él en el Infierno. Ahí debajo se está mejor de lo que le habían dicho. Se vive una vida más pura y relajada que en el paraíso. Le pide al ángel que devuelva a Satanás al Jardín de Edén, que le libere a él y a todos sus diablillos de la humillación sufrida, y que los deje vivir en paz, y comer todo lo que quieran sin ningún tipo de restricción. El ángel obedece a regañadientes y vuelve a situar a Satanás en el jardín. Acto seguido sus alas desaparecen y le salen cuernos y cola. Por un momento se avergüenza de sus nuevas imperfecciones, pero luego se acuerda de las palabras de Dios y empieza a comer manzanas del árbol de la ciencia junto con los otros demonios.

martes, 2 de mayo de 2017

Xiuhú

Me despierta la primera luz del día, entrando por mi ventana sin pedir permiso. Tengo el vago recuerdo de una noche loca por estos antros de la ciudad. Es que siempre voy a perder el control de esta forma?
Miro a mi alrededor, y todo sigue en el mismo sitio. Vivo en un entorno rutinario, para contrarrestar el bullicio y el estrés de mi vida.
Detengo mi mirada en la ventana. Un pequeño pájaro azul, se ha infiltrado en mi habitación junto con los primeros rayos del Sol. Me observa con atención, desde su rincón. Escucho su respiración nerviosa. Nunca permito que nadie entre en mi cuarto. Es mi templo sagrado. Pero con él hago una excepción. Parece tan inofensivo.
Le pongo el nombre de Xiuhú.  A la tercera vez de pronunciarlo, ya lo identifica y vuela hacía para acercarse un poquito más.
Yo no tengo muchos amigos, y prefiero mantener las distancias con los desconocidos, pero Xiuhú… él no parece de estos que te rompen el corazón. Creo que es de fiar.
El viento sopla con fuerza, haciendo bailar los adormecidos árboles. Se acerca una tormenta. Lo presiento porque Xiuhú está nervioso e inquieto. Anda despacio hacia mis pies, y se acurruca delante mío. Tiene miedo y quiere que lo proteja.
Me siento desarmado, estoy empezando a a encariñarme de él, ha roto mi armadura. Me había prometido a mí mismo que no dejaría que nadie más conquistara mi corazón. Me ha debilitado.
Lo voy a tomar con delicadeza, y lo devolveré al exterior. Pero no puedo, me mira con esos ojos de bondad y vulnerabilidad, que solo puedo acotarme y acariciar su precioso plumaje azul.
Me susurra algo indescifrable al oído, creo que es su canto de agradecimiento.
Por un momento olvido mi odio contra el mundo, y me concentro en este maravilloso ser que tengo entre mis manos.
Deslizo mis dedos por su plumaje con tanta suavidad que acaba durmiéndose. Sus ronquidos, me relajan tanto, que tengo que cerrar los ojos para sentir aquel momento con total plenitud.
No sé cuanto tiempo pasa hasta que vuelvo a abrir los ojos, pero advierto que Xiuhú ya no se encuentra en la habitación. El único rastro que hay de él, es una pluma azul en el suelo.
Me preocupo, y miro por la ventana, pero no aparece. Trato de imitar su canto y llamo la atención de unos cuantos pájaros, pero ninguno de ellos es él. Cuando llega la noche veo un pequeño resplandor que se acerca a mi ventana y se posiciona en la repisa, con un canto alegre. Xiuhú está de vuelta.

domingo, 23 de abril de 2017

Los esclavos del tiempo

Miro el reloj, y veo como las agujas se mueven regularmente hacia la derecha. Los segundos pasan y la gravedad sostiene mis sueños en el universo infinito. No están siempre allí, sino que viajan por la galaxia en forma de meteorito, hasta que se estrellan contra algo y se desvanecen para siempre. Algunos de estos sueños pero van creciendo con el tiempo, hasta convertirse en satélites que giran alrededor del Sol. Brillan con intensidad y se alimentan de la energía que desprende el gran astro.
Me acuerdo de cuando todavía era un niño, y aún no conocía el peligro ni el fracaso. Mi corazón latía desbocado aunque no tuviera hogar. Descubría el mundo con la locura suficiente para sobrevivir. Corría por carreteras vírgenes y me construía mis cabañas en el bosque, con unas cuantas ramas y troncos.  
El reloj sigue en mi mano, el tiempo no se detiene. Veo como todos están pendientes de él. Controla sus vidas, incluso exprime muchas de ellas. Viven en una enfermiza rutina.
Hoy todo es diferente, ese tren que siempre llevaba a todo su ejército de esclavos, se retrasa provocando su impaciencia y lamentaciones.
Llega diez minutos más tarde de lo habitual y algunos de ellos, van a quejarse al maquinista, pero él los ignora. Luego todos suben al tren y se sumergen en su mundo, con sus dispositivos electrónicos, ignorando todo lo que se encuentran en este trayecto que han repetido tantas veces.
Pero hoy ocurre algo imprevisto. Los celulares y reproductores de música no funcionan y el tren no se mueve, está parado en la estación. Uno de los pasajeros se levanta cabreado con la intención de salir y obligar al maquinista a arrancar el tren, pero todas las puertas están bloqueadas. Muchos se desesperan y empiezan a renegar, otros dan golpes a las paredes o a los cristales, pero ninguno de ellos consigue nada.
Finalmente uno de los pasajeros se levanta, mira por la ventana y observa un enorme nido de águilas en el techo de la estación. Avisa a los demás y todos se levantan para ver aquella maravilla. Pueden presenciar el nacimiento de las crías, como las madres las alimentan hasta que se hacen mayores, crecen y vuelan del nido para descubrir mundo.
Cuando todo esto termina, el tren arranca. Ha pasado ya mucho tiempo desde que subieron a él, y todos llegan tarde a sus compromisos, pero que importa, lanzan todos los dispositivos electrónicos por la ventana y pegan sus ojos en los cristales del vagón, alucinando con las cosas que ocurren durante el trayecto, en este mundo que creían conocer a la perfección.
Vuelven a ser como niños curiosos con todo lo que los rodea, y agarrando los sueños que todavía no se han desvanecido que giran alrededor del Sol, impacientes para ser capturados.

domingo, 16 de abril de 2017

Un hombre entre las sombras

El aullido de un lobo rompe el silencio de la noche. El cielo està repleto de estrellas, y el eco del latido de mi corazón resuena en las profundidades del bosque. La oscuridad, me obliga a imaginarme un sendero, que cruza toda la frondosa vegetación. Ahora soy infiel a mis instintos, e incluso pongo en duda algunos de mis principios.
La eufória es lo único que me hace avanzar. Firme y derecho.
No queda nadie más, soy el último superviviente, y tengo que cuidarme solo. Me muevo sigilosamente, y mis pies andan acordes con la vida que hay debajo el suelo. Están conectados con el calor que desprende la tierra, e incluso permito que algún insecto diminuto, se monte a mi dedo gordo y me acompañe en esta última aventura.
Ahora que soy el último humano, puedo fijarme en toda la flora y la fauna, todos los otros seres vivos que ocupan este mundo.
Cuánta sabiduría me rodea. El resto de habitantes de este planeta, trabajan como un equipo, para conseguir un bien común, no entienden de odio,traiciones ni venganzas. Si los hombres nos hubiéramos fijado en ellos, quizás nos encontraríamos en otro punto.  
Disfruto del placer de no escuchar palabras vacías y sin significado, y mi mente se pierde en el sonido de los grillos cantar y el agua del río caer por una cascada.
La luna es mi única luz, ya estoy harto de tanta iluminación artificial, en estos malditos edificios dónde tendemos a congregarnos y encerrarnos con nuestras cavilaciones y ambiciones.
Una gran energía recorre mi cuerpo, necesito compartir todo esto con alguien. Miro a mi alrededor, y veo algunas sombras humanas merodeando, por el entorno, son como fantasmas, siempre andan en línea recta, y no se dan de bruces contra las paredes porque, el primero de la fila, se aparta siempre a tiempo del peligro. Escojo una sombra de la parte de atrás de la multitud, y la golpeo en la cabeza. Veo como el espectro detiene su marcha y me mira con incredulidad. Está asustado. Le doy la mano, y le conduzco por mi camino entre la oscuridad, le muestro todo lo que no puede ver allí detrás, siguiendo los pasos de los demàs. Comprende el mundo animal y el resto de la naturaleza, y se emociona. Rompe a llorar, y se descompone en mil pedazos, hasta volver a tener forma de humano. Es una chica joven muy guapa, las lágrimas caen por sus mejillas. Está muy emocionada con el mundo que restaba invisble a la vista de las sombras. Deja mi mano y se va corriendo hasta un árbol de los que nos cobija y lo abraza con todas sus fuerzas, al mismo tiempo que extiende su falanges al máximo para poder tocar las hormigas que corren por el tronco. Yo que aún conservo mi energía, corro hacía ella, y abrazo el árbol por la otra mitad, consiguiendo que nuestras manos consituyan un círculo perfecto alrededor del tronco. Compartimos nuestra energía, con otro ser vivo diferente a nosotros, hasta que la oscuridad se diluye por completo, el Sol aparece en el Este y nos muestra nuestro camino hacia casa.

martes, 4 de abril de 2017

El planeta Tierra

Te das cuenta de los años que han pasado ya? De todos los pasos que has dado, y las noches que nos hemos reído de nuestra propia seriedad. Me vuelvo a emocionar, y noto un ligero hormigueo en el estómago. Apago el último cigarrillo que me quedaba, dejando que el humo habite mi entorno durante unos segundos, y se consuma con el resplandor de las luces rojas que brillan en el techo.
Una telaraña escribe algo indescifrable en la pared de mi habitación. Puedo oler mi propio miedo, y sigo un poco alterado debido a las circunstancias que nos han llevado a encerrarnos aquí.
Quería estar solo esta noche, olvidarme del mundo real y vivir de nuevo en mi querido espacio imaginario, pero otra vez apareciste tu. Me pillaste por sorpresa, y me volviste a seducir.
Soplas a mi oreja con suavidad, para que me levante, pero hoy me siento terriblemente perezoso, voy a descansar un poco más, hasta que vuelva a caer la noche, y mutar como un hombre lobo debajo la luna. La oscuridad y la soledad agudizan mis sentidos. Aprendo a guiarme por mis instintos más animales, y dejo de lado la racionalidad humana, que a veces me hace actuar como un ser estúpido y dependiente. Profundizo mi improvisación, y juego al son de las estrellas que cabalgan por las carreteras de esta noche tan especial, en que el silencio le ha ganado la batalla a todas las voces que sonaban detrás de mis orejas.
El viento distrae mi atención, cuando cruza mi camino en busca de un significado. Quiere encontrar algo real y verídico, que no se arrodille delante de la belleza material, y que posea una gran personalidad para sobrevivir en este mundo que ha perdido el sentido.  
De repente me doy cuenta que me estoy moviendo en círculos y que me encuentro dentro de una esfera. Distingo los océanos y los continentes, estoy dentro del Planeta Tierra, y aún no me había dado cuenta. Contemplo su belleza y escucho sus latidos acordes con mi respiración. Avanzo un poco más hasta llegar a la arena de la playa más cercana, me tumbo sobre ella, y deslizo mis manos por la superficie mojada, con mucha cura. Aprecio un gran placer en mi interior, como si alguien también me estuviera acariciando a mí. En este momento veo como el viento se detiene de golpe, y cambia de dirección, viene hacia mí, me rodea y me deja flotando en el espacio, se me acerca con cuidado, y lentamente entra por mi nariz, me relaja tanto que noto como si unos hilos invisibles me conectaran con cada uno de los elementos de la Tierra, puedo comprender el funcionamiento de nuestro planeta, y me siento como una parte de él.   

miércoles, 29 de marzo de 2017

Los campos dorados

Separo todo lo que me persigue, pequeños recuerdos que incomodaban mi mente, arañando el tiempo que guardaba para descansar esta noche en la orilla y esperar la salida del Sol.
Un nuevo día amanece, y las sirenas resuenan de nuevo en el acantilado. Rasgo la pared de mi casa en runas, y la superficie tiembla ligeramente.
Merodeo por la habitación, hasta que termino de recoger todos mis sueños y los empaqueto en una cómoda maleta de viaje.
Mi alma es hoy una incógnita imposible de resolver, una irregularidad incomprensible.
El cielo está oscuro, parece que va a llover, pero no quiero utilizar ningún paraguas. Dejaré que la lluvia, lave mis pecados y prejuicios. Llamo a los ángeles que tendían protegerme, y les pido que hoy me dejen solo, que ya no me asusta morir. Arranco la cola del diablo, y la escondo dentro de mi maleta junto a mis sueños. Esta noche no tengo miedo a perder, quiero ganar, y recordar el sabor de todo lo que he trabajado para llegar aquí, enloquecer de emoción y perder un poco el juicio.

Veo como el fuego arrasa mi ciudad, no deja ningún rastro de todo lo que alguna vez fue. Los llantos de la cultura que se extingue detrás de las llamas rompen mi alma, y me obligan a mirar atrás. Enfrente solo veo un desierto infinito, dónde el calor consume la escasa vegetación de la zona, empiezo a andar, según mi instinto hasta llegar a un pequeño mirador, desde dónde puedo observar toda la extensión del monótono territorio. En el horizonte algo brilla con intensidad, no me quiero dejar engañar por los espejismos, pero sigo la dirección de esta luz. Es un recorrido bastante largo, pero termino llegando al origen de este enorme resplandor. Unos preciosos campos, repletos de trigo, y una pequeña cabaña de paja en el medio. En aquel momento empieza a llover con intensidad. Abro mi maleta y libero a todos los sueños que había encerrado, me pongo la cola del diablo, y empiezo a bailar debajo la lluvia, hasta que esta cesa por completo. La cola ha desaparecido, un majestuoso roble ha nacido en medio de los campos dorados, y las alas de los ángeles se llevan el cuerpo sin vida del pobre demonio al cielo.  

domingo, 19 de marzo de 2017

Un mundo de plastilina

Adam era un amante de la plastilina. Le gustaba tanto que casi podría considerarse una obsesión. Vivía en un mundo utópico y mágico, él creaba todos los personajes. Los moldeaba cada día según su estado de ánimo. Sophie era su querida dama de honor. Con una larga melena rubia y los ojos tristes. Era el prototipo de chica con quien siempre había soñado. Nunca envejecía, y si alguna vez se le caía un pelo, él se lo volvía a colocar con cura en su sitio.
Odiaba su trabajo, pero compró más plastilina para construirse un precioso Mercedes que lo llevaba cada día a la oficina, y así poder sorprender a los cretinos de sus compañeros. No tenía dinero para cambiarse esa horrible corbata que quedaba tan mal combinada con el único traje que tenía, de modo, que la quemó y se pintó una de nueva.
Su casa era fea y pequeña, así que empezó a moldearla con sus manos, hasta que se convirtió en un maravilloso chalet, delante de una playa desierta. Se limpió los restos de plastilina y entró. Todo era tan perfecto dentro.
Tampoco tenía amigos, pero los dibujó. Todos eran personas ejemplares, con una enorme clase. Dignos de admirar. Se sentía tan orgulloso de ellos, que siempre quería que los vieran juntos. Que vida tan miserable tiene el resto del mundo, y que afortunado que soy, pensaba. Nadie le enojaba, ni le decepcionaba, era una persona importante y respetada en su mundo. En cambio los del otro mundo, vivían una vida inestable, vestían esa ropa tan horrible y conducían coches antiguos y pasados de moda. Que desgraciados que son- Decía cuando los veía.

Un día de invierno, se sentía aburrido, y le apetecía bañarse en una enorme piscina climatizada, pero se dio cuenta que aún no había construido ninguna, de forma que salió de su mundo para ir a comprar más plastilina. Entro a la tienda y presenció algo que le cautivó. El vendedor, estaba hablando con uno de sus clientes, su voz transmitía una enorme tranquilidad. Podría haberse pasado todo el día escuchándole. Finalmente se despidieron, y el vendedor le dió un tierno abrazo. La intensidad del saludo fue tan sincera, que una aura envolvió todo el entorno, y Adam pudo sentir la energía que desprendieron los dos amigos. Se quedó tan encantado por aquel gesto, que de vuelta a casa, no podía dejar de pensar en ello. A causa de esto, decidió construir lo que había visto con la plastilina que compró. Se pasó horas y horas intentándolo, pero fue incapaz de conseguirlo, y entristeció, quiso refugiarse en alguno de los elementos de su mundo. Condujo con su precioso Mercedes hasta la playa y observó la puesta de Sol, pero seguía insatisfecho, y visitó a su querida, pero ella tampoco fue capaz de consolarlo. Así que la destruyó, la hizo pedazos. Repitió el mismo gesto con el resto de su mundo de dibujos, pintura y plastilina, hasta que solo quedó una pequeña montaña de residuos de colores, y salió al exterior. Buscó la tienda de plastilina, entró y sin decir nada abrazó al vendedor. Nunca había sentido algo tan real.  

domingo, 5 de marzo de 2017

Canciones y diarios

Arde el mundo que inventamos en nuestra infancia. Aquellos sueños, que construimos juntos, ya no son más que cenizas debajo de las llamas de esta hoguera. El fuego y el calor han derretido los últimos deseos que compartimos. Cada uno sigue su camino, y en la cima de las montañas que escalamos, tratamos de distinguir la posición del otro. Pero es un punto invisible en el espacio. Una incógnita, como el mismo futuro. Dónde acamparé mañana? Quizás en el mismo bosque que tú. O quizás cerca de mi próxima casa. El mundo va escribiendo nuestro diario, y nosotros vamos pasando las páginas con cuidado. Me pregunto, si en alguna de las siguientes frases que lea, va a aparecer tu nombre detrás del mío. La vida avanza a la velocidad de la luz, y yo soy incapaz de seguir su ritmo, así que me tumbo a observar, los pequeños detalles, trato de enamorarme de nuevo, de todo lo que me encuentro, de los árboles, de las piedras, o del cántico de los pájaros. De lo que me relaja, y lo que me identifica. Me siento tal y como soy, y permito que mi alma bostece. Todo lo que fuímos y lo que llegaremos a ser, me resulta indiferente. Pero y ahora qué? Cómo me defino, en este momento? Conozco mi naturaleza, y las directrices que sigue mi instinto humano? Cuáles son mis sentidos más desarollados?
No tengo prisa, cierro los ojos y escucho mi corazón latir. Descubro la perfecta pulsación que sigue mi mayor órgano vital. Nunca pierde el ritmo. Siempre va acorde con mi cuerpo. Me sumerjo en la majestuosa música, y me siento parte de ella. Distingo los instrumentos que participan. Cada uno tiene su importancia, en la canción. Todos son necesarios para conseguir la perfecta sinfonía que guía mis pasos.
Estoy tan concentrado  en la melodía que la siento por todo mi cuerpo. Me transmite una enorme felicidad, y involuntariamente, empiezo a bailar. Tengo los ojos cerrados, pero no temo caerme, ni golpearme con nada. Me limito a seguir mi instinto, y me conecto con el mundo y todo lo que me rodea. Doy vueltas por el entorno, y salto como un niño. Todo esta energía que hay aquí en este lugar, recorre mis venas y impide que pare de bailar. Estoy en un momento de auge. La canción llega a su parte más emotiva, me envuelve una aura de adrenalina que mueve mi cuerpo. Pero de repente algo choca conmigo, y corta toda mi euforia.
Abro los ojos, malhumorado, y la veo a ella de nuevo. Sus ojos brillan como dos estrellas, y su pelo es mucho más largo que la última vez que la ví. Me entrega una urna que contiene las cenizas de nuestro anterior diario, me ofrece uno de nuevo, con todas las páginas en blanco y desaparece en el bosque.  

miércoles, 15 de febrero de 2017

Triángulos

Formas irregulares, constituyen el espacio en que me muevo. La geometría del entorno, me inquieta. Todo resulta tan metódico y ordenado, que necesito descomponer este puzzle de piezas perfectas. Todo encaja a la perfección aquí dentro, y la atmósfera está cargada de irregularidades, que se contradicen con la disposición de todos los elementos que hay en mi habitación. En un ataque de pánico, lo cambio todo de sitio, busco nuevas utilidades a los objetos. Hoy quiero sentarme sobre la mesa y comer sobre la silla. Abro la ventana, para que el aire puro, se intercambie con el viejo y cargado que merodea por el techo.
Miro al horizonte, esperando contemplar algún tipo de fenómeno paranormal obra de la naturaleza. Pero ahí fuera todo sigue tan tranquilo como siempre. El mundo sigue su particular rutina, y gira siempre a la misma velocidad. El tiempo pasa igual para todos, aunque algunos lo aprovechan y lo valoran más que otros. Somos libres de elegir que hacemos con él.
Un complicado problema de trigonometría se está gestando aquí. Como un trángulo perfecto, yo soy la hipotenusa, mi habitación y el mundo exterior son los catetos. Una relación que se debe romper. Cada uno debe seguir su propio camino. Pese a que esto no signifique que nunca más podamos juntarnos de nuevo. Supongo que de vez en cuando nos reuniremos para intercambiar nuestras experiencias. Sé que muchas veces voy a necesitar tomar la mano de alguno de los dos para seguir andando, pero, los tres juntos somos incompetentes.
Soy yo quien tomo la iniciativa y me despido de la habitación, le dedico un caluroso abrazo, y tomo la mano del mundo exterior, juntos vamos andando por las calles de la ciudad. Explorando rincones desconocidos me doy cuenta que aquí no todo está tan tranquilo como parecía desde mi ventana. Un sentimiento de inseguridad me invade, tengo la sensación de peligro, y busco la compañía del mundo exterior para refugiarme, pero este se ha ido, me ha dejado solo, así que llamo a la habitación para protegerme. Pero su puerta está cerrada. No puedo entrar. Por la ventana veo que se asoma el mundo exterior que me saluda. Han hecho un pacto, debo aprender a sobrevivir a los peligros que me expone el mundo por mi cuenta, nadie mejor que yo va poder solucionar mis problemas. Entre nosotros se vuelve a formar el tríangulo que había anteriormente, y se ilumina con la luz de las estrellas. Les sonrío a los dos, y suelto sus manos, para enfrentar las dificultades de nuestro mundo.

martes, 14 de febrero de 2017

Fotos en blanco y negro

Detrás de esta cortina, todo se desvanece. Mis pensamientos prematuros, y los prejuicios que me creé sobre aquellas personas tan diferentes a mi. Algo brilla en el fondo de la habitación. Aquello que restaba olvidado en las profundidades de mi mente, me ilumina, y me recuerda quien soy. Me ayuda a seguir mi camino.
Pasos cortos y seguros, puedo sentir el tacto del viento en las mejillas. Mi comunicación con la naturaleza es total. Mi mente se ha quedado en blanco, y voy destiñendo los árboles, y algunas de las flores que me rodean. Como si fueran antiguos recuerdos, de un pasado muy lejano, todo se convierte en una foto en blanco y negro, con detalles muy marcados y peculiares. Decido enviar esta imagen a alguien. Una persona al azar entre la multitud. Me concentro, y observo todos los rostros. Algunos de ellos, me transmiten una enorme empatía, otros me dejan indiferente, mi mente se para en un chico de no más de ocho años. Hay algo en su mirada, que me identifica con él. Analizo su expresión. Me sonríe pero la profundidad de su mirada me indica que en el fondo de su corazón hay un enorme vacío. Me acerco un poco más a él y escucho con atención. Su alma está llorando en silencio. Le doy la mano, cierro mis ojos y le transfiero la imagen. Siento una gran energía en mi pecho. Hay una conexión especial entre nosotros. Percibo algo extraño en mi interior. Es una parte de él. La imagen nos ha conectado hasta tal punto, que ahora él es parte de mí y viceversa. Me voy dando cuenta de cómo avanza por mi mente, explora hasta el último rincón. Y de vez en cuando cuelga alguna de sus imágenes en alguna esquina. También son en blanco y negro.  Las recojo con mis pensamientos y las miro con atención. Las comparo con la mía. La ambientación es muy diferente, pero hay muchos detalles en común. En cada una de ellas, hay algo que me identifica.
Finalmente él termina su expedición por mi subconsciente, sopla sobre mi imagen y esta vuelve a recuperar el color. Me la entrega y desaparece detrás de un árbol. Sorprendido miro la fotografía, y me percato que el chico ahora aparece en ella, tomando mi mano, y siguiendo juntos el rumbo de nuestros sueños.

viernes, 3 de febrero de 2017

La hoguera infinita

Esta noche, escucho el sonido de la lluvia al caer contra mi tejado, y veo  las pequeñas gotas de agua resbalando por la ventana de mi habitación. Hoy ha vuelto a ser un día normal. Las gaviotas emigran de la ciudad, hartas del bullicio que se forma en las calles en verano.
Aquí terminaron, los días de tranquilidad, y mi instinto más animal, empieza a aconsejarme, que siga el mismo destino que las aves migratorias.
Cambiar de hogar por enésima vez, y volver a reunirme con mi segunda familia en el bosque. Los árboles me susurran consejos, y el viento, sube  mi ánimo, a medida que me voy acercando a mi rincón favorito. Desde allí puedo ver como el Sol, me da la bienvenida. Creo que se alegra de verme de nuevo.
Ando descalzo, y el tacto de la hierba fresca de la pradera, me hace cosquillas en los tobillos. Aún quedan los cimientos de mi humilde barraca, y algunos de los troncos, que utilicé para encender una hoguera la última noche que estuve aquí. Vuelvo a sentir aquella falsa comodidad. Aquella mezcla de placer, y desazón. Una gran satisfacción, por alejarme de los caudalosos ríos por los que navega la mayoría de la sociedad, pero a la vez siento ansiedad, por la inestabilidad que hay en mi vida. Sin hogar ni trabajo fijo, pero también carezco de grandes obligaciones. Únicamente cuidar de mi mismo y de todo lo que me rodea.
Tiré la mayoría de mis antiguas posesiones en el mar, y observé como los peces se las rifaban, en una encarnizada guerra, y ahora solo vivo con lo que me resulta necesario.
Me arrodillo frente los restos del fuego, y agarro algunas de la cenizas, que yacen en el suelo. Cierro mis ojos y construyo mi propia imagen en mi cabeza, y percibo todo lo que tengo dentro, lo que resulta invisible a simple visita. Todas las capas de mi personalidad, miliones de yo interiores, con características opuestas los unos de los otros. Algunos los conocí hace ya muchos años, otros resultan desconocidos. Los observo con detalle. Algunos de ellos me asustan, otros me emocionan. Me pregunto, que debería hacer para despertarlos. Sería una buena idea sacarlos de sus sueños profundos?
Los veo todos durmiendo a mi alrededor. Algunos roncan con descaro, otros solo suspiran. Puedo elegir cuál de ellos  despertar.
Me acerco al más sigiloso de todos, y lo observo durante un largo rato. Finalmente me decido, toco su espalda con suavidad, y yo abro mis ojos. Todos han desaparecido. Vuelvo a estar solo. Pero me siento diferente, mas perezoso de lo habitual. Hago caso a mi cuerpo, y me tumbo debajo del roble que me cobija, hasta que me duermo.

lunes, 30 de enero de 2017

El monje infeliz

He perdido la cuenta de las noches en que escribí tonterías sin sentido. Durante el tiempo que dormí en la deriva, mi alma solía mutar hasta pacificar la tensión interna.
Cuentos chinos y excusas baratas, con el fin de no salir de la cueva.
Mi monje interior seguía meditando solo, dentro del monasterio, con la capucha puesta y aislado de los demás. Su mente recorría un círculo vicioso que se repetía cada vez que se encerraba en la biblioteca y refugiaba su roto corazón en unos libros que había leído quinientas veces.
Limpiaba todo el desorden que se concentraba a su alrededor, para que unas horas después, todo volviera a ser un caos. Aquello representaba su vida, su frustración, y su fracaso en el crecimiento personal. No entendía que era lo que estaba fallando, ni comprendía cuáles eran los errores que estaba cometiendo. Se dió cuenta que no podía dejar de pensar en ella. Que su rostro se le aparecía numerosas veces en la mente mientras practicaba sus devotas actividades.
Sanó su tristeza comiendo unos cuantos dulces y cucherias. Pero se percató que en los últimos meses había engordado demasiado, y que quizás esta era la razón, por la cual se sentía tan fatigado cuando hacía sus rutinarios ejercicios de yoga.
Se levantó de la silla con pesadez en el estómago y se acercó al espejo de la habitación, se miró de perfil, y luego se giró con cuidado hasta que pudo ver la tristeza reflejada en su rostro. Se quitó la capucha y pasó su mano por el poco pelo que había en su cabeza,  se desposó de la túnica que vestía y la guardó en una caja de cartón. Buscó en el armario alguno de sus antiguos trajes, y eligió el que creyó que le quedaba mejor. Luego se sacó estas horribles sandalias marrones, y se calzó sus viejos mocasines. Antes de salir de la habitación, cargó con los ropajes de monje a su espalda, la llevó hasta la chimenea,  la arrojó dentro, avivando el fuego que aún quemaba de la noche anterior y abandonó el monasterio, observando el amanecer de un nuevo día en la ciudad del viento.  

domingo, 22 de enero de 2017

Un tren hacia la eternidad

Dentro de este vagón desgrano el tiempo. Segundo a segundo, recuerdo a recuerdo. Un largo viaje, que cruza las montañas. Ha llegado el otoño y los árboles pintan un maravilloso cuadro en el bosque. Las hojas caen, y cubren las vías.
Nos preocupamos demasiado del tiempo, lo medimos escrupulosamente y planeamos hasta el último minuto de nuestras vidas.
Todos los pasajeros se han bajado en las estaciones anteriores, pero yo sigo adentrándome en este entorno desconocido. Desafiando el mal estado de los raíles que me conducen a la cima.
Paro mi reloj a las 17:03, me libro de todas las ataduras y decido no volver a tener prisa. Avanzar al son de la vida, y compaginar mi respiración con los latidos de mi corazón. Andar descalzo por la arena mojada, y darme cuenta del calor que desprende la tierra en su interior. No me importa el momento en que llegue a la cima, sino el grado de satisfacción que obtenga en conseguirlo. Veo cómo anochece, y desde mi ventana empiezo a contar las estrellas que hay en el cielo, hasta que me distraigo en mis propios pensamientos y me pierdo. Me rió de lo absurdo que es llevar la cuenta de la vida. Y de lo preocupados que estamos en seguir siempre una rutina.
Comprendo la presencia del amor, bailando con mi soledad, apreciando el pequeño momento de paz en mi interior y la tranquilidad del lugar. Esta en todos sitios, solo necesitas imaginártelo, creerte lo, y él siempre aparece de la nada y te acaricia.
Una dulce melodía resuena por todo el vagón, y mi asiento empieza a vibrar. Se aproxima el momento, presiento que estoy cerca de la eternidad. Mis sentidos se agudizan, y me siento cada vez más relajado. Me doy cuenta que las vías del tren terminarán pronto, y luego nos precipitaremos en el abismo. Saco mi pequeña cajita del bolsillo, y la froto un poco con mi mano. Allí guardo todos los grandes momentos de mi vida. Mis mejores recuerdos, y las almas de las personas con las que he crecido. El tren descarrila, nadie trata de pararlo. Vamos a caer. Ajusto el cuello de mi camisa, abro los brazos, y me pongo cómodo. Disfruto de los rayos de Sol que se cuelan por mi ventana. Las puertas se abren, dejando paso a aire fresco y puro. Inspiro con fuerza, luego expiro lentamente. El tren cae al agua, y siento el tacto del agua fría, en mi cuerpo, y finalmente veo la luz al fondo de océano. Allí todo el dolor que había sufrido se convierte en belleza, en algo muy preciado y agradable, como un estado mental superior. Los pensamientos restan tranquilos y el alma sonríe. Cierro mis ojos, y me sumerjo en el placer del momento.