lunes, 9 de octubre de 2017

Desde mi cabaña

El sonido de las sirenas se escucha a la lejanía. Se aproximan con el viento, que además nos trae el hedor de las alcantarillas de la gran ciudad. Dónde ya hace más de una semana que reina el caos.
Desde mi pequeña cabaña en el bosque, me mantengo al margen de todos los conflcitos, lejos de las hipótesis y soluciones que sólo los más osados se atreven a dar.
Es más sabio reflexionar sobre las injusticias, desde la distáncia, alejado del miedo, las pasiones o de las presiones de las masas. Así ves, que no existen ni héroes ni villanos. Que sólo somos humanos, y todos nos equivocamos. Algunos más que otros, cierto, pero somos integramente imperfectos, y merecemos ser perdonados, y recibir nuevas oportunidades.  
En mi pequeña cabaña, me doy cuenta de la necedad del ser humano, cuando se siente acorralado o está asustado, y lo fácil que se vende a sus emociones y pasiones. Creo que es el único ser vivo que no usa el sentido común en los momentos más críticos.
Ahora me construyo unos pequeños prismáticos, para echar un vistazo a la ciudad. Se me encoje el corazón al ver famílias discutiendo, países enfrentados y gobiernos enriqueciéndose a costa de la ignorancia de sus seguidores, y yo aquí apartado de todo, sin hacer nada al respecto.
Trato de colaborar en la causa, en ayudar a la sociedad a prosperar, y se me ocurre que quizás estoy demasiado solo, en mi cabaña, que la compañia de mi dulce perrito, es muy grata pero necesito compartir con algún otro ser de mi raza. Alguien con quien pueda reflexionar, y pueda aprender, y yo le pueda enseñar, y aportar mi granito de arena en su evolución.  Alguien que me haga enfadar, pero que después me haga dar cuenta que no valió la pena hacerlo.
Probablemente, después ya no me sentiría como un extraño individuo, tan diferente del resto del mundo, y podría experimentar lo que es la empatía de primera mano.

Tal vez luego perdería los papeles, y me convertiría en uno de estos antipáticos hombres que se quejan por todo, y creen que el mundo es una ruina, pero al fin y al cabo confío en que aparecería alguien benevolente y piadoso y me daría otra oportunidad, me perdonaría los errores, y me llevaría a ver el mundo desde otra perspectiva, y así vería que no todo está tan mal como se ve desde mi cabaña.  

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