Separo
todo lo que me persigue, pequeños recuerdos que incomodaban mi
mente, arañando el tiempo que guardaba para descansar esta noche en
la orilla y esperar la salida del Sol.
Un
nuevo día amanece, y las sirenas resuenan de nuevo en el acantilado.
Rasgo la pared de mi casa en runas, y la superficie tiembla
ligeramente.
Merodeo
por la habitación, hasta que termino de recoger todos mis sueños y
los empaqueto en una cómoda maleta de viaje.
Mi
alma es hoy una incógnita imposible de resolver, una irregularidad
incomprensible.
El
cielo está oscuro, parece que va a llover, pero no quiero utilizar
ningún paraguas. Dejaré que la lluvia, lave mis pecados y
prejuicios. Llamo a los ángeles que tendían protegerme, y les pido
que hoy me dejen solo, que ya no me asusta morir. Arranco la cola del
diablo, y la escondo dentro de mi maleta junto a mis sueños. Esta
noche no tengo miedo a perder, quiero ganar, y recordar el sabor de
todo lo que he trabajado para llegar aquí, enloquecer de emoción y
perder un poco el juicio.
Veo
como el fuego arrasa mi ciudad, no deja ningún rastro de todo lo que
alguna vez fue. Los llantos de la cultura que se extingue detrás de
las llamas rompen mi alma, y me obligan a mirar atrás. Enfrente solo
veo un desierto infinito, dónde el calor consume la escasa
vegetación de la zona, empiezo a andar, según mi instinto hasta
llegar a un pequeño mirador, desde dónde puedo observar toda la
extensión del monótono territorio. En el horizonte algo brilla con
intensidad, no me quiero dejar engañar por los espejismos, pero sigo
la dirección de esta luz. Es un recorrido bastante largo, pero
termino llegando al origen de este enorme resplandor. Unos preciosos
campos, repletos de trigo, y una pequeña cabaña de paja en el
medio. En aquel momento empieza a llover con intensidad. Abro mi
maleta y libero a todos los sueños que había encerrado, me pongo la
cola del diablo, y empiezo a bailar debajo la lluvia, hasta que esta
cesa por completo. La cola ha desaparecido, un majestuoso roble ha
nacido en medio de los campos dorados, y las alas de los ángeles se
llevan el cuerpo sin vida del pobre demonio al cielo.
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