miércoles, 27 de diciembre de 2023

Una mariposa en busca de la libertad

 Y de repente, despiertas. Después de haber liberado miles de batallas, y lleno de heridas, experimentas sensaciones inusuales, comportamientos particulares que te dejan desconcertado. Pero tu espíritu de luchador te mantiene en vilo. A la expectativa. Sabes que ahora viene una lección. Que vas a salir reforzado. 

Entiendo que la lucha más importante es conmigo mismo, que la única forma de vencer es cambiando el punto de atención hacia mí. No buscar más en el exterior. 

Me siento como un guerrero zen, porque conozco la complejidad de mi mente, y lo difícil que resulta controlar algunos pensamientos, no caer en un bucle de negatividad, y ser suficientemente hábil como para transmutar. Pero tantos años trabajando en mis emociones conllevan sus resultados. Una mayor fortaleza y cambios más significativos. Sigo por el sendero de la autoexploración, que avanza por un bosque frondoso y espeso. Lleno de arbustos y árboles caídos, como pensamientos negativos que ocupan tu mente. Pero los miro a los ojos, les saludo y los esquivo. 

No pierdo nunca la esperanza. La consciencia es la clave de mi éxito, y aunque a veces sea demasiado impaciente y quiera resultados inmediatos me acuerdo de la sabiduría de Lao Tse, el taoísmo. Hacer es no hacer nada. La contemplación y la autorreflexión son los mejores ejercicios para comprender el universo y el poder de la naturaleza. Dejar ir para que todo vuelva a su sitio, y dejar espacio a nuevos horizontes. Que poder tiene desapegarse de todo y quedarse solo con uno mismo. 

Desde una distancia prudencial me observo a mi mismo meditando, puedo escuchar mi respiración y mis pensamientos agitados. Mi mente reclama serenidad y calma, mi corazón me pide respuestas y acción, sin embargo debo mantenerme firme. Desarrollar mi capacidad de resiliencia y ser paciente. 

Puedo sentir que mi ego está muy herido, es complicado luchar contra él, pero lo tengo que aceptar. Él ha ganado esta vez, pero yo me he dado cuenta de que hablo desde él, es su voz la que toma las decisiones, la que me mueve y me hace reaccionar de forma inconsciente. Esta es mi pequeña victoria, un pequeño paso a la libertad. Ser más consciente. Hablar desde el amor y la comprensión. Tener un poco de compasión con uno mismo, perdonar y perdonarse. 

Nunca dejaré de aprender si sigo con esta actitud, espero nutrirme de cada experiencia, evolucionar y llegar a un estado superior. Activar el guerrero zen que llevo en mi interior, y fortalecer mi mente. No dejarme ganar por todos los impulsos que perturban mi bienestar. Y poco a poco ir reforzando su armadura, con dedicación y buena intención. 

Esto va sanando estas heridas del ego, y lo va ablandando hasta que se transforma en una bella flor blanca en primavera, que florece en la pradera.  

Mi conciencia despierta como esta flor, y yo me siento como el capullo de una mariposa, preparado para volar, descubrir el nuevo mundo y lograr la ansiada estabilidad. 


viernes, 22 de diciembre de 2023

El Muro

 Cuenta la leyenda que en un lugar remoto de Asia Central, había un muro inquebrantable. Los sabios decían que detrás de él se encontraba la respuesta a todas las preguntas. 

Eran muchos los que habían tratado de traspasarlo, pero nadie lo había logrado. 

Tantos lo habían intentado a base de la fuerza y otros a partir del poder de la mente, concentrando todas sus energías en traspasar aquellas piedras. 

Aquel muro se había convertido en un santo grial para guerreros, sabios y monjes. Todo lo imposible siempre llama la atención. 

Un día en el mercado del pueblo llegó un vendedor a caballo de un burro. Comerciaba con algunas frutas y verduras de su huerto y leche de sus tres cabras. Un guerrero llegó de la montaña después de intentar todo lo posible para derribar el muro. Estaba exhausto y quería comprar un poco de leche de cabra para recuperar las fuerzas. Al día siguiente lo volvería a intentar. Le explicó al vendedor la hazaña que quería hacer, y este lo escuchó con atención. Cuando el guerrero terminó de hablar, este le preguntó: 

  • ¿Puedo venir contigo mañana? 

  • Sí, claro. Pero me levantaré muy temprano. Hay mucha gente intentándolo. Quiero encontrar un lugar estratégico. 

  • Pásame a recoger mañana a las 4 aquí, en mi parada. - Le dijo el vendedor. 

El guerrero que se alojaba en una posada cerca de la plaza del pueblo se fue a dormir. Estaba convencido de qué al día siguiente podría derribar el muro y encontrar todas las respuestas que buscaba. Había algo en la mirada de aquel vendedor que le daba optimismo y valor. 

Antes de que saliera el Sol, el guerrero ya estaba levantado, se sentía con fuerza y determinación. Se dirigió a la parada del vendedor y ya se lo encontró allí, mientras el campanario del pueblo tocaba las cuatro. Puntual como un reloj, tal y como habían acordado. 

El guerrero y el vendedor se adentraron al bosque y anduvieron un largo camino hasta el muro. No dijeron ni una sola palabra durante el trayecto. Los dos estaban concentrados en su propósito. 

Cuando el Sol ya empezaba a salir detrás de las montañas, visualizaron el muro a pocos metros. Ya había unos cuantos intentando derribarlo con todas sus fuerzas. Física o mental. 

El vendedor observó el muro con atención. La verdad es que visto desde cerca imponía. 

El guerrero se concentró un rato y empezó a asestar golpes certeros y fuertes. 

El vendedor se sentó debajo de un árbol que se encontraba en frente, y le pidió al guerrero que se detuviera un momento. 

Cerró los ojos y centró la atención en su frente y en su corazón. Puso toda la intención en estos dos puntos, conectando con su alma y su yo interior. Todos los que estaban alrededor interrumpieron sus intentos. Se podía percibir la energía. 

El vendedor estaba rodeado por un aura dorada. El muro se empezaba a agrietar poco a poco. Los primeros ladrillos empezaron a caer con estrépito. Todos estaban boquiabiertos. Como era posible que aquel vendedor lo estuviera conseguido tan fácil. 

En unos minutos toda la estructura se había derrumbado, y por sorpresa de todos los presentes, solo apareció un espejo gigante. 

Miraron todos asombrados, sin lograr entender aún lo que había ocurrido, 

  • Observad el espejo con atención y comprenderéis como lo he conseguido y al mismo tiempo encontraréis todas las respuestas que buscáis. - Dijo el vendedor con tono calmado. Y emprendió el camino de vuelta al mercado para terminar de vender los productos que aún le quedaban del día anterior. 

viernes, 17 de noviembre de 2023

La melodía fantástica

 La melodía que salía de aquella ventana contrastaba con la tormenta que se avecinaba. 

Aquella tarde salí a pasear como de costumbre. Soy un hombre de rutinas, me ayudan a focalizar mi atención, clarificar mis ideas y atenuar mis miedos. 

Me guiaba por mi intuición, a donde me llevara mi subconsciente. 

Mi casa queda un poco alejada del pueblo, cerca del valle. Me gusta la tranquilidad y la quietud que se respira aquí. 

Era una tarde nublada y fría, un verdadero día de otoño. Podía predecir que la lluvía llegaría pronto, y daría aún más intensidad a los colores cálidos y a este sentimiento de melancolía tan típicos de la estación. 

Aunque llevaba tiempo viviendo allí, cada vez que salía descubría nuevos elementos en el paisaje. Era cambiante como mis  emociones. 

Seguí por la ruta que me marcaba mi subconsciente, que siempre encontraba lo que necesitaba, acorde con mi estado anímico. 

Cerca de una pradera, encontré un sendero estrecho, con una ligera pendiente. No me acordaba de haber pasado antes por allí. 

Mis sentidos se empezaron a agudizar a medida que iba avanzando. El viento traía una bella melodía, venía de lejos, pero mis pies no se detenían. Avanzaban hacia el origen de aquella música. 

A medida que me iba acercando, las nubes se iban volviendo cada vez más oscuras. La lluvia ya había llegado e iba acompañada de una tormenta. Debía buscar un refugio pero mis pies no podían parar. Querían averiguar de dónde salía aquella melodía. 

A lo lejos divisé una cabaña, solitaria en medio de la pradera. La canción salía de la única ventana que tenía aquella construcción. Contrastaba con la tormenta que se avecinaba. Era bella y relajante. La más bonita que había escuchado nunca. 

Corrí para llegar antes que me alcanzara la tormenta. Pero me llevé una gran decepción al averiguar que no tenía tejado. Eran cuatro paredes con una ventana y una puerta. 

Empezó a llover a cántaros, y la melodía me empujaba dentro de la cabaña. Era muy pequeña, solo cabían dos personas.   

La melodía empezó a penetrar en mi mente y a relajar mis músculos y emociones. Me impregné del poder de cada una de las notas que emitía aquella cabaña. Me sorprendió que a pesar de no tener tejado no estaba mojando dentro de la cabaña. ¿Cómo era posible? Salí, para comprobar que estuviera lloviendo de verdad, y quedé empapado al cabo de diez segundos. Volví a entrar y mientras la melodía entraba de nuevo por mis oídos y se alineaba con todos mis sentidos no me cayó ni una gota. Estaba a salvo allí, y la música era mi refugio. También para mis miedos y ansiedades. Lo relativizaba todo y me recordaba porque debía seguir luchando por conseguir mi mejor versión. 

Me quedé allí hasta que pasó la tormenta, y volví a casa por el mismo camino, todavía hechizado por el efecto de la melodía, anhelando la llegada de un nuevo día, impaciente por descubrir la próxima sorpresa que me depararía el mundo.   

 


Mr Asertivo

 Era Carnaval, y Adam quería disfrazarse como todos los niños para el concurso de su colegio. Pero el único disfraz que encontró en casa era uno de superhéroe. Era de su hermano, rojo y blanco con una S plateada en el pecho, necesitaba una pinza para aguantar la capa de color rojo. Su familia no tenía suficiente dinero para comprarle otro, así que se tuvo que conformar con aquel. 

No le gustaban los superhéroes corrientes. Eran demasiado perfectos, y él estaba rodeado de imperfección: su familia, sus problemas en el colegio, el dinero, la casa donde vivían…  Los superhéroes, no lo habían salvado nunca de aquel desastre. Él solo quería una familia normal y llevar una vida feliz y equilibrada como la mayoría de sus compañeros. 

Sabía que no podía salir a la calle con aquel disfraz viejo y roto sin más. Debía buscarle un sentido distinto, sino sus amigos se reirían de él y sería otra vez la vergüenza de todo el colegio.  

Pero como Adam era un niño especial, tenía mucha creatividad. La imaginación era lo que le había mantenido con vida en las peores situaciones, se inventó un personaje. Un nuevo superhéroe. Le llamó Mr Asertivo. Alguien imperfecto, con unos poderes muy específicos. Capacidades poco usuales en la sociedad materialista actual. Alguien que sabía escuchar y tenía empatía, que reconocía sus errores y no tenía miedo a mostrarse vulnerable. Porque los superhéroes son auténticos, y esto es lo que a él le hacía sentir diferente, lo que marcaba su personalidad. Pero a veces nos empeñamos en ser fuertes, no expresar nuestras emociones ni nuestra sensibilidad para no parecer débiles. Eso Adam no lo compartía. Sabía que para poder superar todos sus problemas era necesario hacer una gestión correcta de sus emociones. Entenderlas y trabajarlas como es debido. Para poder ser una mejor persona y ofrecer su mejor versión al mundo. 

Esto era la definición de superhéroe para él.  

Aprovechó algunas camisetas viejas que tenía en casa para remodelar el disfraz, eligió algunos de los colores que más se identificaban con su forma de ser. Quedó satisfecho con el diseño. 

Llegó el día del concurso de Carnaval, y todos lucían sus caros y maravillosos disfraces. 

Adam caminaba satisfecho por el teatro. Sus compañeros lo miraban con indiferencia, ellos iban de mago, de demonio o de vampiro. 

Nadie entendía de que iba disfrazado. -¿Quién es Mr Asertivo?- Preguntaban todos. 

  • Quizás hoy podréis experimentar sus capacidades.- Explicaba él satisfecho, mientras se ajustaba la capa. 

Como cada año dieron el premio al mejor disfraz, y otra vez volvió a ganar uno de los disfraces más caros, y menos auténticos para su gusto. Pero así era como funcionaba la sociedad en general. Era muy materialista. 

La mañana avanzó sin irregularidades, y al terminar el desfile los niños comenzaron a volver a sus casas. Adam se quedó un poco más, le gustaba ver los restos de confeti y cintas de colores por el suelo. 

Escuchó a alguien sollozar, y encontró a su compañero Max, sentado en un rincón cubriéndose la cara, y llorando.  

  • ¿Qué te ocurre?- Le preguntó Adam con tono empático. 

Max levantó la mirada del suelo, y limpió las lágrimas que le quedaban en sus ojos. 

  • Estoy harto de perder siempre en el concurso de disfraces. Cada año me lo preparo al máximo y siempre se lo dan a los alumnos más populares y que vienen de la mejor familia. 

Max iba disfrazado de mago, pero la verdad que estaba muy trabajado. 

Adam, le tendió la mano, y le invitó a levantarse. 

  • Te presto, el mío. Ya verás. Te hará sentir mejor. Desarrolla unos poderes especiales en todo aquel que lo viste. - 

  • Pero el concurso ya ha terminado.  No podré ganar. - 

  • Sí, pero la vida sigue. Mr Asertivo ya me ha enseñado la lección, ahora me toca transmitirte los conocimientos que he aprendido. 

 Max, lo miró incrédulo, pero aceptó la oferta y se intercambiaron los disfraces. No parecía muy satisfecho con aquella pinza aguantando la capa de color rojo, pero Adam lo había convencido. 

  • ¿Debería notar algo en especial? - Preguntó. 

  • Mr Asertivo hará su efecto en el momento correcto. Solo tienes que ser paciente y estar preparado. Pero recuerda que una vez aprendida la lección, tienes que darle el disfraz a otra persona, y seguir la cadena. 

Pareció un poco más convencido, y le prometió que confiaría en Mr Asertivo. 


Este día Adam volvió a casa un poco más feliz, y preparado para afrontar su vida desde otra perspectiva. Porque se había dado cuenta que cada uno crea su propia realidad en su mente. Y él era el mejor utilizando su imaginación. 

Mr Asertivo había ganado el concurso sin obtener ningún premio. Había conseguido cambiar el concepto de superhéroe.


jueves, 9 de noviembre de 2023

La vieja lata oxidada

 Llegué tarde y entré por el garaje, no quería despertar a Mel. La noche había sido larga y salvaje. Otra fiesta sin sentido en la casa de los Adams. ¿Por qué siempre se nos iba de las manos cuando me reunía con ellos? 

Tropecé con una vieja lata oxidada, parecía de gasolina pero estaba vacía y un poco abollada. ¿Qué hacía allí en medio? ¿Por qué no la habíamos tirado aún? No recordaba haberla visto antes. Me agaché y la dejé en un rincón para no volver a tropezar otro día. Mañana ya me ocuparé de ella. 

Me siento mareado, creo que he vuelto a beber demasiado. Afortunadamente Tim me ha llevado en coche, porque no estaba en condiciones de conducir. Me quito los zapatos y los dejo tirados por el pasillo. Llego a la cama dando tumbos. Mel duerme profundamente, no me ha oído. Si se enterara quizás me dejaría definitivamente. Llevamos una mala racha y esto podría ser la gota que colma el vaso. 

Puedo escuchar el rumor del viento, y algún coche pasar por la calle. Vivimos en una zona tranquila, y eso se agradece. No será difícil conciliar el sueño esta noche. Me encuentro muy cansado. 

Estaba a punto de caer rendido cuando se escuchó un fuerte estrépito en el piso de abajo. Algo ha caído ruidosamente. Creo que viene del garaje. Mel se revuelve a mi lado. Creo que se ha despertado también, pero no dice nada. Estoy demasiado cansado para comprobar que todo está correcto. Cambio mi posición y vuelvo a cerrar los ojos. 

Al cabo de unos minutos, otra vez se escucha el mismo ruido. Pero mucho más intenso y prolongado. Como si el objeto caído se arrastrara por todo el suelo. 

  • Tom, ¿Ya has llegado? ¿Puedes ir a ver que ocurre en el garaje? - Balbucea Mel, que sigue medio dormida. 

Tengo que esforzarme para levantarme. La cabeza me da muchas vueltas y necesito agarrarme a la pared para no caerme. Bajo las escaleras con mucho cuidado. Voy al garaje, todo parece en orden. Cuando ya estaba decidido en volver a la cama, vuelvo a tropezar con la vieja lata plateada que me había encontrado al llegar. La miro fijamente. Parece un poco más oxidada aún. Quiero agarrarla para apartarla del paso, y dejarla en su rincón de nuevo. Pero esta vez pesa muchísimo. No la puedo mover. Ni con todas mis fuerzas soy capaz de desplazarla. Empiezo a desesperar hasta que le doy una patada y vuelvo a la cama cabreado. 

Me cuesta conciliar el sueño esta vez. Maldita lata. El universo está contra mí esta noche. 

Minutos más tarde, vuelvo a escuchar el mismo ruido pero esta vez mucho más cerca. Creo que viene del comedor. Me levanto de un salto, Mel me dice algo que soy incapaz de interpretar. Estoy demasiado alterado. 

Bajo a gran velocidad, las escaleras y me resbalo. Me doy un fuerte golpe en la rodilla, y recuerdo que sigo ebrio. Veo otra vez la lata frente a mí. Le doy un puñetazo, ¿me está persiguiendo? La lata no se mueve y el dolor que me produce tal acción es terrible. És aún más dura que la vez anterior. Trato de moverla con todas mis fuerzas pero es imposible. 

Me levanto como puedo y vuelvo a la cama. Mel se ha despertado y parece irritada. No escucho lo que me dice. Trato de tumbarme y concentrarme en otra cosa, pero al cabo de un rato se escucha el mismo ruido, aún más cerca. Parece que algo ha caído dentro de la habitación. Otra vez la lata. Me levanto ofuscado y muy irritado. ¿Qué está pasando aquí? 

Quiero moverla pero me doy cuenta que esta vez hay una nota en el dorso del objeto que dice así: 

Si quieres moverme cambia tu actitud 

En este momento me doy cuenta de la relación de este suceso con mi vida. Quiero cambiarlo todo pero sigo haciendo siempre lo mismo, y mi actitud es deficiente. 


La lata se quedó durante tres semanas en el mismo sitio, tumbada en el suelo de la habitación, hasta que fui capaz de retomar el rumbo de mi vida y cambiar la actitud. Las cosas mejoraron y parecieron no ser tan complejas como las imaginaba, asimismo conseguí mover la vieja lata oxidada a su sitio sin esfuerzo. La quería tirar, pero la guardé en el garaje para que si algún día volvía a perder la actitud me recordara la lección, se convirtió en mi amuleto.


sábado, 28 de octubre de 2023

El monstruo en el armario

 Un monstruo habita en el armario, escondido entre los vestidos y los mejores modelos. Se esconde entre el miedo y las inseguridades, aguardando el momento ideal para salir y descubrir el mundo. Comparar la realidad con la percepción que tiene él de las cosas. ¿Será tan diferente? 

Un día de otoño, aprovechando un rayo de luz que entraba a primera hora de la mañana por la ventana, se arma de valor, y decide abrir la puerta lentamente. La habitación está hecha un desastre, desordenada y el suelo está lleno de obstáculos. Parece que haya pasado una gran batalla por allí. 

Sale sigiloso del armario, primero el pie derecho y luego el izquierdo. Da pequeños pasos e investiga a su alrededor. És una habitación pequeña y luminosa gracias a la ventana situada en la pared de su izquierda. Desde allí se puede disfrutar del bello paisaje. Una verde pradera y campos dorados. A lo lejos se divisa un río, y los picos de algunas montañas en los que ya empieza a aparecer la nieve. Desde el armario tenía la impresión que la realidad sería más oscura. 

Sale por la puerta y se dirige a las escaleras, empieza a descender. Trata de no hacer ruido, pero sus pies son demasiado torpes. Espera que nadie esté en casa. Sería un desastre que alguien lo descubriera. Con su aspecto, seguro que se escaparían corriendo o llamarían a la policía. 

Se encuentra una puerta abierta, parece la cocina. En la mesa alguien ha olvidado una copa. Se sienta en la silla y la observa con atención. Tiene una forma particular, es transparente y tiene un líquido dorado. Al fijarse con detalle en el interior puede ver su reflejo. Era más feo de lo que se creía. Nadie lo va querer nunca con esta cara. Aunque todos los monstruos son criaturas desagradables y poco agraciadas, ¿ no? Pensándolo bien, nunca ha conocido a otro.   

Agarra la copa con la mano derecha y juega con ella. Tiene curiosidad para probar lo que hay dentro. Solo da un pequeño sorbo, pero empieza a sentirse mareado. Quizás para hoy ya habrá sido suficiente. Se lleva la copa y vuelve a la habitación tambaleándose un poco, se siente mareado y confuso. Delante de la cama encuentra un espejo. Vuelve a observar su rostro. Parece triste, porque aún no se ha encontrado a sí mismo. Los monstruos también pueden sentirse perdidos. Todos necesitamos alguna misión. Merecemos sentirnos queridos y valorados. Incluso las criaturas más inmundas. Se queda allí delante durante horas estudiando su cuerpo, buscando algo que le guste, y que le haga sentir único, hasta que escucha alguien llegar. La puerta de la entrada principal se abre. 

El monstruo se bebe todo el líquido restante de la copa y se apresura a volver al armario. 

Segundos después una chica joven entra en la habitación. Está llorando, algo le habrá pasado. Se tumba en la cama y libera toda su tristeza a través de llantos entrecortados y lágrimas. Se siente sola como él. 

Unos minutos más tarde la chica se queda dormida en la cama. Puede escuchar su respiración nerviosa aún. 

El monstruo que se ha sentido identificado con la tristeza de aquella pobre chica, sale del armario otra vez, y se acerca a la cama. Observa su rostro fino y delicado. Puede percibir su miedo y tristeza. No será el ser más agraciado del mundo, pero al menos puede empatizar con las personas y entender sus sentimientos. 

Instintivamente se tumba al lado de la chica y la abraza. Abrazando así también sus miedos e inseguridades. 

Siente como sus almas se conectan y la respiración de la chica se va relajando poco a poco. 

Desde la cama vuelve a mirarse al espejo, y consigue descubrir aspectos de su personalidad que antes era incapaz de identificar. Unos minutos más tarde se duerme abrazado a la chica, soñando en un futuro fuera del armario, paseando por aquellos verdes paisajes con todas sus imperfecciones y donde el mundo lo acepta tal y como es. 


lunes, 23 de octubre de 2023

El valor de la naturaleza

 Una pantalla y una historia. Noticias de otro mundo, cuentos de hadas y muchas mentiras. ¿Quién nos cuenta la verdad? ¿Debemos confiar en las fuentes? Os voy a explicar una historia que ocurrió unos años atrás en un pueblo de las montañas armenias. 

Dicen que un muchacho se perdió mientras acompañaba a su padre en una jornada de caza. El día estaba yendo de maravilla, habían cazado un ciervo y un par de conejos, hasta que el niño desapareció de repente. El padre gritó y gritó, pero sin rastro del muchacho. 

Desesperado corrió de vuelta hasta el pueblo para pedir ayuda. 

Los habitantes, que habían visto al chiquillo crecer, empatizaron con el padre, dejando todas sus actividades y salieron a buscar al chico. Se dividieron por equipos y empezaron a cubrir distintas zonas del bosque, buscaron hasta el último rincón, y gritaron con todas sus fuerzas, pero la suerte no estaba de su parte ese día, y volvieron todos a casa cabizbajos y desalentados. 

El padre que se había quedado viudo hacía unos meses, no pudo dormir aquella noche, se sentía sólo y perdido y volvió al bosque hasta llegar al pueblo vecino. El Sol empezaba a despuntar detrás de las montañas cuando pasaba por la plaza principal y el pueblo se despertaba. Al igual que el resto de pueblos de aquellas montañas los habitantes se veían personas que habían sufrido mucho a lo largo de los años, guerras y sequías habían hecho mella.  Miraban al pobre hombre con ojos curiosos, y algunos esquivaban su mirada. Mostraban recelo hacia el desconocido. 

Preguntó hasta la última persona que se encontró, pero sin suerte alguna tampoco. 

Llegó a casa con las manos vacías, decepcionado consigo mismo. 

Al entrar en el comedor se encontró un escenario particular. Alguien había entrado y regirado todos los cajones, y el televisor estaba en el suelo, con la pantalla rota. Emitía un sonido grave y profundo, se escuchaban voces, parecía un noticiario, pero con numerosas interferencias. Era complicado comprender el mensaje, pero el padre escuchó con atención. Pudo entender las palabras clave. Explicaban la desaparición de su hijo. Una joven periodista contaba la noticia de forma sensacionalista. Muy apasionada. Se había creado gran revuelo en uno de los pueblos vecinos. En el cual ni siquiera conocían al niño. ¿Cómo les había llegado la información? - Se preguntó el padre, un poco mosqueado. Estaban haciendo un espectáculo sobre su desgracia, y se equivocaron con la edad del chico. Tenía 10 años, no ocho como decía aquella reportera. 

Hubo un detalle que llamó su atención. Un pastor que estaba con su rebaño por las montañas, aseguraba que al chico se lo habían llevado los animales.  

La pantalla fue volviéndose borrosa, y el sonido era cada vez más complicado de descifrar. 

El padre, que no entendió muy bien a lo que aquel pastor se refería, subió a su vieja furgoneta y condujo durante dos horas hasta el pueblo donde se encontraba el hombre. 

Lo buscó en las montañas, y lo encontró en una pequeña cabaña en el valle. 

El pastor le explicó, que era el precio que tenía que pagar por no respetar a la naturaleza. - No se puede ir por ahí, matando animales sin sentido.- Juegan un papel muy importante en nuestro mundo, y no se les da el valor que merecen. 

  • ¿Dónde lo puedo encontrar?- Le preguntó el padre desesperado. - Yo no tengo la respuesta. La naturaleza es quien tiene la última palabra, ella va a decidir, que hacer. Ella te enviará una señal en el momento indicado. 


El padre emprendió el camino de vuelta aún más confundido. 

Al llegar a casa, alguien había arreglado el salón. El televisor estaba otra vez en su sitio, y estaba todo limpio y ordenado. 

La pantalla se encendió de golpe, y apareció el chico, estaba rodeado de animales salvajes, y parecía contento. 

  • Hola papá, espero que estés bien. No te preocupes por mí, he encontrado un buen hogar. Estoy aprendiendo mucho. Creo que no deberíamos volver a cazar nunca más. Los animales son más inteligentes de lo que creemos, y me cuidan. Dicen que cuando estés preparado podré volver. Espero que puedas entender su posición. Tienen que velar por sus intereses, sino vamos a conseguir que se extingan. 

Algunos dicen que el padre esperó durante tres semanas en el bosque a que los animales se lo llevaran a él también para volverse a reunir con su hijo, pero que murió congelado porque aún no había comprendido el mensaje, otros cuentan que se lo llevó el ciervo más viejo de las montañas, se reencontró con su hijo y nunca más volvió a hacer daño a un animal. 

¡Cual de las dos versiones es verdad? Os invitó a usar vuestra imaginación, pero recordad que las historias siempre tienen un mensaje que incita al cambio de actitud para lograr un mundo mejor. ¿Y tu, sueñas también con una sociedad más respetuosa y consciente?


jueves, 19 de octubre de 2023

La cama del doctor

 La cama del doctor está revuelta. Como si hubiera pasado un huracán. Un terremoto de sentimientos se ha apoderado de las sábanas, y sus dudas descansan bajo la almohada. Una noche más ha salido de urgencias. Un accidente de tráfico. 

Antes de marcharse, tiene la intuición de que hoy será distinto. Que ocurrirá algo trascendental. 

Estaba soñando con una cabaña en la pradera rodeada de árboles, unas cuantas gallinas y un huerto, y un columpio en el que se balanceaba mientras miraba al infinito, cuando sonó el teléfono. El sueño empezó a volverse borroso, los árboles se empezaron a difuminar y las paredes de la cabaña se quebrantaron, hasta que se encontró de nuevo en su cama revuelta, sudando. Descolgó: 

  • Thomas, tienes que venir enseguida. Un chico de doce años ha tenido un accidente de coche. Tienes que operarle de urgencia. Sus padres no han sobrevivido. - Dijo una voz femenina que ya había escuchado alguna otra vez. 

  • Me visto y vengo. - Consiguió articular mientras se frotaba los ojos. - El reloj marcaba las 03:21. 

Vivía a siete minutos del hospital, pero debido a la emergencia, decidió ir en coche. 

Aparcó en el parking de personal. Ya lo esperaban en la sala de operaciones. 

Su equipo le condujo a la cama donde estaba tumbado el niño. Podía escuchar su respiración acelerada. Para él las operaciones eran algo mecánico. Pero esta noche al apoyar su mano en el pecho del chico para controlar sus pulsaciones, se dió cuenta que sería distinto. Sintió una conexión especial con aquel niño. Algunos recuerdos se revolvieron en su mente. Al observar su rostro con detalle le resultó familiar. Había algo en sus facciones que le recordaba a alguien. 

La operación fue más complicada de lo que esperaba. No conseguía concentrarse. No podía dejar de pensar en el niño. Sentía una fuerte conexión con él, pero no conseguía averiguar el motivo.

Al cabo de cuatro horas de tensión, seguía inconsciente pero consiguieron estabilizarlo, y recuperaron sus constantes vitales. 

Al terminar la operación el doctor estaba exhausto. Volvió a casa para descansar un poco. Al acercarse a su habitaciòn, pudo escuchar una respiración profunda y percibió un pequeño bulto en la cama. Se aproximó y levantó las sábanas. Era el chico. ¿Cómo había terminado allí? - Volvió a mirar su rostro con atención, y al cabo de unos segundos recordó porque le resultaba tan familiar. Era él de pequeño. Había tenido un accidente de coche y sus padres habían perdido la vida. Un doctor le salvó, y desde aquel instante, decidió que se haría cirujano, y que no dejaría que ningún otro niño perdiera a sus padres de esta forma. 

El doctor despertó de nuevo en su cama. ¿Dónde estaba el niño? ¿Había estado soñando toda la noche? Lo despertó el teléfono. Sonó tres veces antes de que descolgara. 

  • Thomas,  es urgente. Un accidente de coche, una pareja y un niño de doce años. El chico está estable pero los padres se encuentran muy graves. 

El doctor colgó el teléfono, se vistió en un minuto, y salió a toda velocidad hacia el hospital. Esta noche sería especial.


jueves, 12 de octubre de 2023

El actor y el espejo

 El tiempo pasa, y el actor se mira delante del espejo, antes de salir al escenario e interpretar otro papel. No puede reconocer al individuo reflejado ¿Hoy que le tocaba, un villano o un santo? Ha hecho tantos que ya ha perdido la cuenta, solo se planta delante del público y como un autómata representa su rol. Luego vuelve a su casa e intenta ser él mismo otra vez, pero con tantos personajes en su cabeza ha perdido un poco su identidad. Se pregunta cuándo fue la última vez que no se escondió detrás de una máscara que no le corresponde.   

No puede dejar de mirar su rostro reflejado, como si buscara encontrar algo nuevo que llamara su atención.  

Su mirada es profunda y sus ojos color miel. Se puede descifrar tanta creatividad en sus pupilas que parece que solo con mirarlos estás leyendo un poema. Tantas palabras y emociones. Pero él aún no las puede encontrar, ya no sabe cuales son las que le pertenecen y cuáles no. 

Trata de sonreír, pero no se siente identificado. Prueba diferentes sonrisas. ¿Cuál le sienta mejor? ¿Esa era la suya, o la del joven artista bohemio de un barrio de Londres que interpretó el mes pasado? Necesita volver a encontrar su identidad. Se toma un tiempo para elegir su sonrisa, y después ensaya unos cuantos llantos. Tiene que memorizarlos, no los quiere volver a perder. Serán solo suyos, y no los utilizará en ningún otro papel. 

Vuelve a mirarse fijamente al espejo. Se acaricia la cara y se mima un poquito. Se da un poco de amor propio. Está harto de aplausos y elogios vacíos. Este si que es su tacto, los sentidos no se pueden fingir. Aunque a veces confunda los personajes, notar su mano pasando suavemente por sus mejillas le hace sentirse presente. 

Alguien se le acerca por la espalda: 

  • ¿Preparado? Es hora de empezar.  

El actor estaba inmerso en sus pensamientos, su ritual aún no había terminado. No podía salir aún. Qué papel tocaba hoy - se preguntó 

Se levantó de la silla mecánicamente. Como si alguien le hubiera dado cuerda. 

  • ¿Qué haces así vestido? - Le dijo alguien desde el vestíbulo. ¿Qué no recuerdas que papel haces?. - 

El actor se desvistió y quedó en ropa interior. Alguien le trajo la ropa. 

Un momento, pero si esta era su indumentaria habitual. Tenía los mismos tejanos y camisa de cuadros en su armario.    

Le acompañaron al escenario. Todas las luces estaban apagadas, y el telón se abrió lentamente. No se escuchaba ningún rumor en el público. Había un silencio sepulcral. Fijó su mirada en un punto de la sala, se abrieron las luces y se dio cuenta que no había nadie. Estaba solo. 

Sintió cómo las emociones se removían dentro de su cuerpo. Esta noche interpretaba sólo para él. Podría elegir sus sentimientos y movimientos con dedicación. 

En el escenario sólo había una silla y un espejo. Se sienta y empieza a mirarse. Puede averiguar que lleva unas cuantas máscaras. Se quita la primera y la lanza. Poco a poco se va despertando su conciencia e identidad. Interpreta su vida, sus éxitos y fracasos. Recupera sentimientos y emociones. A medida que avanza la obra se va quitando las máscaras que llevaba y van apareciendo sus rasgos más particulares. Para finalizar se sienta otra vez frente al espejo, y se observa con detalle. No recordaba tener un rostro con tanta expresión ni una mirada tan profunda. Prueba a sonreír, siente una enorme emoción y empieza a llorar. Ha recuperado su identidad. 

Promete no volver a interpretar ningún papel nunca más. Saluda, se cierra el telón, y se va a su casa a celebrar haberse reencontrado a sí mismo.


miércoles, 11 de octubre de 2023

La silla y el visitante

 ¿Cómo creamos? Te puedo describir lo que veo y empezar a desarrollar una historia llena de valor. Vamos a averiguar que ocurre. Me encuentro ahora mismo en una habitación llena de luz natural, mi mirada se fija en una silla. No es un objeto cualquiera. Mi mente divaga y busca un significado, porque en este mundo todo tiene un sentido, incluso el elemento más insignificante. 

La historia transcurre en la época feudal. Cuentan que un señor muy reconocido de la zona había perdido a su mujer por enfermedad, decían que le había costado mucho encajar la pérdida, y que lo único que le reconfortaba era sentarse en una pradera que había detrás de su castillo, observar los pájaros pasar, escuchar el sonido del viento e impregnarse del olor de la naturaleza. Eso le transportaba a otros tiempos, junto a ella. Momentos mejores en los que había más esperanza. Como era un hombre de costumbres, solo lograba esta sensación, cuando llevaba la silla donde se sentaba su mujer y la instalaba en su rincón sagrado. Nadie podía tocarla. Creía que solo con el tacto de otra mano que no fuera la suya, perdería toda la magia y no podría volver a conectar con su mujer nunca más. 

Un día de otoño en el cual el sol brillaba en el castillo, llegó un visitante misterioso, que explicó que había hecho un largo camino para ver al señor. Le tenía que transmitir un importante mensaje de alguien muy querido. El señor se quedó intrigado y mandó que le hicieran pasar para que se pudiera reunir con él. 

Era un chico joven, ojos oscuros y nariz puntiaguda, Tenía una tez oscura y rasgos particulares. 

El señor estaba impaciente para saber cúal era el mensaje y quien le enviaba. 

-Lo siento aún no estás preparado. - Le explicó el visitante. 

El señor que tenía muy poca paciencia, preguntó irritado: - Ah no, ¿Y cuando lo estaré? 

-Todo a su debido tiempo- Respondió. 

Le dieron una habitación al misterioso personaje, para que se alojara en el castillo hasta que fuera el momento indicado. 

El señor cada día estaba más nervioso, y le preguntaba al visitante, si ya había llegado el día. Este mantenía siempre la calma, y le decía que cuando fuera el momento se daría cuenta. 

El señor siguió con su ritual diariamente, se sentaba en la silla en la pradera, cerraba los ojos y viajaba a sus recuerdos del pasado. Cómo le gustaría volver atrás en el tiempo. El visitante lo observaba sonriente cada día desde la ventana de su habitación. 

Llegó el verano y el misterioso individuo seguía en el castillo. En un día de calor insoportable, todos los vasallos y caballeros se despertaron con los gritos y lamentos de su señor. Alguien había robado su silla. 

El señor estaba fuera de sí. Prometió cortar la cabeza al responsable. 

Alguien entró corriendo en la habitación e informó que la silla estaba ardiendo en la pradera. Todos empezaron a correr para apagar el fuego, pero ya era demasiado tarde, la silla había quedado reducida a cenizas. El señor estaba desesperado. Había perdido todo lo que le recordaba a su difunta mujer. 

Seguro que ha sido el misterioso visitante. - Gritó. - Encontradlo.  

No había rastro de él, había desaparecido. 

Al cabo de unos días, uno de los vasallos, entró corriendo en la habitación del señor. Habían aparecido dos sillas idénticas a la que se había quemado en la pradera, en su sitio sagrado, y alguien había visto al visitante por los alrededores del castillo. 

El señor se vistió, y bajó corriendo con su espada. Desde lejos pudo ver alguien sentado de espaldas en una de las sillas. 

Se fue acercando poco a poco, levantando la espada para asestar el golpe fatal. Era él. El chico se giró y le sonrió: 

-Hola papá, siéntate por favor. - Dijo indicando la silla vacía. 

El señor se quedó helado, y bajó la espada. 

El chico lo miró fijamente a los ojos: 

-Llevabas tanto tiempo tratando de revivir el pasado que habías olvidado que tenías un hijo en el presente, que también forma parte de tí. ¿Te habías fijado que aquí en tu rincón sagrado han pasado muchas cosas desde que murió mamá? ¿Ves estos árboles? Han formado un frondoso bosque, ¿y este lago, y los patos nadando en él? Seguramente tampoco no te habías dado cuenta aun. - El chico acarició su mano. -

El señor se había quedado sin palabras. Poco a poco empezó a recordar, estaba aterrizando de nuevo en el momento presente. Tenía aún muchas experiencias que vivir y tantas personas de las que cuidarse. Empezó a llorar y abrazó a su hijo. 

-Vamos a disfrutar del presente juntos papá. - 

Y se quedaron sentados todo el día en silencio contemplando el paisaje y sintiendo la presencia del otro.  

sábado, 5 de agosto de 2023

El Cantante

  El cantante estaba acostumbrado a recibir elogios cada noche, a sortear la oscuridad con el resplandor de la fama. Siempre era la estrella más brillante. Pero la suerte no es infinita, y todos debemos enfrentarnos a alguna dificultad para seguir creciendo. A veces ocurre de forma repentina, sin avisar. Eso es lo que le sucedió al cantante. Una noche antes de salir al escenario le invadió el pánico, el miedo tomó el control y se quedó encerrado a oscuras en su habitación. Sólo él y su sombra. Que negra puede llegar a ser la oscuridad cuando no se está acostumbrado a vagar por sus calles y a conocer sus pasillos secretos. Son caminos que no puede tomar cualquiera. Se necesita una preparación previa. El cantante acostumbrado solo a la luz de la fama, no estaba preparado para ella. Y empezó a llorar. No solo estaba atrapado en una habitación oscura. Estaba encerrado en sí mismo, en sus pensamientos y emociones. Ya llevaban tiempo observandole, aguardando desde el rincón el momento ideal para entrar en acción, nadie se libra de su lado más emocional. Su sombra se le acercaba lentamente, mientras él estaba agazapado en una esquina. Nunca se pueden desatender los pensamientos ni las propias emociones. Tantos años prestando atención y alimentándose de los elogios de los demás y no había guardado ni un pequeño espacio para escucharse a sí mismo. Había olvidado cómo latía su corazón cuando tocaba música, lo hacía por inercia, tampoco recordaba que se sentía al ser abrazado. 

-Venga levántate- Le susurró su sombra al oído, mientras extendía su mano, para ayudarlo. 

El cantante levantó la mirada. Nunca se había fijado en el aspecto de su sombra. Tenía unos ojos muy profundos, como el color de la noche. No expresaban emoción alguna, dudó unos segundos y le agarró la mano. Era fría como la nieve, pero surgió una estrecha conexión con ella. Tuvo un escalofrío, muchas emociones que recorrieron su cuerpo podían ser aterradoras. ¿Era la primera vez que sentía esto? ¿Se había privado siempre de experimentar miedo, de envidiar y de ser demasiado ambicioso, quizás? Cegado por los elogios vacíos de sus fans, se creyó que estas emociones no concordaban con él. 

La sombra lo ayudó a levantarse, y lo sacó de la habitación. Con pasos dubitativos abandonaron lentamente la estancia, dejaron aquel vacío, para continuar por un pasillo un poco menos oscuro, con algunas capas de gris. La sombra lo guió hasta un pequeño escenario. Todo estaba completamente a oscuras pero podía sentir la presencia de otras sombras a su alrededor. La intensidad del momento era enorme. Todas lo miraban, era el centro de atención. El silencio era sepulcral. Podía sentir la presión. 

-¿A qué están esperando? - Le preguntó a su sombra. - A qué les cantes una canción. Quieren que las liberes. 

-¿Liberarlas de qué? - Del olvido- Están hartas de que nadie les preste atención ni las escuche. También quieren formar parte de la sociedad. No quieren volver a ser excluidas nunca más. - ¿Y qué les canto? - Preguntó el cantante con indecisión. - Usa tu imaginación. - 

Necesitó unos segundos para poner sus emociones en orden, y luego se dejó llevar. La música fluyó.  Empezó a combinar notas, y tejió la melodía ideal para la ocasión. Fue la canción más bonita del mundo. Pudo ver a más de una sombra derramar alguna lágrima, y transmitió tanta pasión y emoción que la multitud lo acompañó en las notas finales. Cerró los ojos para saborear el momento, le encantaba interactuar con sus seguidores,  hasta que la luz de unos grandes focos le molestó. Escuchó a la multitud coreando su nombre. Era hora de empezar el show, todos lo esperaban. 

Antes de salir al escenario, su sombra le guiñó el ojo desde la esquina. - Dedícame una canción esta noche. Recuerda que también soy parte de ti, y me gustaría que me tuvieras más en cuenta. 

-No te preocupes, la primera será para ti. Te lo prometo. - Le dijo el cantante. Y salió al escenario preparado para iniciar un nuevo concierto.