¿Cómo creamos? Te puedo describir lo que veo y empezar a desarrollar una historia llena de valor. Vamos a averiguar que ocurre. Me encuentro ahora mismo en una habitación llena de luz natural, mi mirada se fija en una silla. No es un objeto cualquiera. Mi mente divaga y busca un significado, porque en este mundo todo tiene un sentido, incluso el elemento más insignificante.
La historia transcurre en la época feudal. Cuentan que un señor muy reconocido de la zona había perdido a su mujer por enfermedad, decían que le había costado mucho encajar la pérdida, y que lo único que le reconfortaba era sentarse en una pradera que había detrás de su castillo, observar los pájaros pasar, escuchar el sonido del viento e impregnarse del olor de la naturaleza. Eso le transportaba a otros tiempos, junto a ella. Momentos mejores en los que había más esperanza. Como era un hombre de costumbres, solo lograba esta sensación, cuando llevaba la silla donde se sentaba su mujer y la instalaba en su rincón sagrado. Nadie podía tocarla. Creía que solo con el tacto de otra mano que no fuera la suya, perdería toda la magia y no podría volver a conectar con su mujer nunca más.
Un día de otoño en el cual el sol brillaba en el castillo, llegó un visitante misterioso, que explicó que había hecho un largo camino para ver al señor. Le tenía que transmitir un importante mensaje de alguien muy querido. El señor se quedó intrigado y mandó que le hicieran pasar para que se pudiera reunir con él.
Era un chico joven, ojos oscuros y nariz puntiaguda, Tenía una tez oscura y rasgos particulares.
El señor estaba impaciente para saber cúal era el mensaje y quien le enviaba.
-Lo siento aún no estás preparado. - Le explicó el visitante.
El señor que tenía muy poca paciencia, preguntó irritado: - Ah no, ¿Y cuando lo estaré?
-Todo a su debido tiempo- Respondió.
Le dieron una habitación al misterioso personaje, para que se alojara en el castillo hasta que fuera el momento indicado.
El señor cada día estaba más nervioso, y le preguntaba al visitante, si ya había llegado el día. Este mantenía siempre la calma, y le decía que cuando fuera el momento se daría cuenta.
El señor siguió con su ritual diariamente, se sentaba en la silla en la pradera, cerraba los ojos y viajaba a sus recuerdos del pasado. Cómo le gustaría volver atrás en el tiempo. El visitante lo observaba sonriente cada día desde la ventana de su habitación.
Llegó el verano y el misterioso individuo seguía en el castillo. En un día de calor insoportable, todos los vasallos y caballeros se despertaron con los gritos y lamentos de su señor. Alguien había robado su silla.
El señor estaba fuera de sí. Prometió cortar la cabeza al responsable.
Alguien entró corriendo en la habitación e informó que la silla estaba ardiendo en la pradera. Todos empezaron a correr para apagar el fuego, pero ya era demasiado tarde, la silla había quedado reducida a cenizas. El señor estaba desesperado. Había perdido todo lo que le recordaba a su difunta mujer.
Seguro que ha sido el misterioso visitante. - Gritó. - Encontradlo.
No había rastro de él, había desaparecido.
Al cabo de unos días, uno de los vasallos, entró corriendo en la habitación del señor. Habían aparecido dos sillas idénticas a la que se había quemado en la pradera, en su sitio sagrado, y alguien había visto al visitante por los alrededores del castillo.
El señor se vistió, y bajó corriendo con su espada. Desde lejos pudo ver alguien sentado de espaldas en una de las sillas.
Se fue acercando poco a poco, levantando la espada para asestar el golpe fatal. Era él. El chico se giró y le sonrió:
-Hola papá, siéntate por favor. - Dijo indicando la silla vacía.
El señor se quedó helado, y bajó la espada.
El chico lo miró fijamente a los ojos:
-Llevabas tanto tiempo tratando de revivir el pasado que habías olvidado que tenías un hijo en el presente, que también forma parte de tí. ¿Te habías fijado que aquí en tu rincón sagrado han pasado muchas cosas desde que murió mamá? ¿Ves estos árboles? Han formado un frondoso bosque, ¿y este lago, y los patos nadando en él? Seguramente tampoco no te habías dado cuenta aun. - El chico acarició su mano. -
El señor se había quedado sin palabras. Poco a poco empezó a recordar, estaba aterrizando de nuevo en el momento presente. Tenía aún muchas experiencias que vivir y tantas personas de las que cuidarse. Empezó a llorar y abrazó a su hijo.
-Vamos a disfrutar del presente juntos papá. -
Y se quedaron sentados todo el día en silencio contemplando el paisaje y sintiendo la presencia del otro.
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