lunes, 29 de noviembre de 2021

Tic tac

 ¿Hasta dónde llega mi zona de confort, entre estas cuatro paredes? Un ambiente denso y cargado, como la niebla de otoño. Y mis emociones siguen a flor de piel. Tengo la costumbre de vivir con demasiada intensidad. Como si todo fuera a vida o muerte. Una batalla contra el tiempo y el espacio. Porque el destino a veces no se puede desafiar, y algunas noches son más oscuras que otras, pero aún así, aprendemos a convivir con ello. 

Aunque la conclusión siempre sea la misma: Nos tomamos la vida demasiado en serio.  

Al llegar el invierno tengo que reajustar mi corazón, como aquel que cambia la hora de su reloj. Me cuesta adaptarme al frío, y la luz tenue del día, dificulta mi avance por la nieve que me encuentro en el camino.  

El tic tac suena con mayor intensidad. Como si algo grande estuviera apunto de ocurrir. Es un presentimiento. 

Y veo la gente pasar, como si fueran sombras, o almas sin rumbo. Se funden en el entorno, como la última llama del fuego de una chimenea en una noche de invierno. 

Me doy cuenta que mi habitación cada vez es más pequeña. Es como si las paredes fueran a caerme encima de un momento a otro. 

Escucho susurros, y risas en la distancia. Incluso puedo distinguir un llanto agudo. Pero encerrado en mí mismo, sólo soy capaz de sentir mis propias emociones. El frío viento de invierno se llevó mi empatía, y la dejó abandonada quien sabe donde. 

Y ahora me pregunto cómo podría escapar de esta habitación. Ver el mundo con otros ojos que no fueran los míos. 

Una secuencia de hechos ha provocado que mi corazón se enfríe hasta llegar al punto de quedar congelado como el hielo, y dejara de sentir, más allá de lo que me ocurría.

Encuentro una sombra que se para ante mi presencia, tengo la sensación de que me mira. Pero solo es una percepción porque no puedo ver su rostro. 

Quiero sonreír, pero mi sonrisa lleva helada desde hace tiempo. 

Me pregunto que aspecto tendré para ella. Empieza a acercarse. Escucho sus pasos en la nieve. Está muy cerca. Creo que me observa con admiración. Agarra mi mano, y me lleva consigo. Estoy encerrado dentro de mis cuatro paredes. Andamos un largo camino, subimos bastante, y me pide que me siente. 

El tic tac de mi corazón se intensifica. Aquí arriba no hace frío. Tengo un calor sofocante. Mi pecho está apunto de explotar. Ella señala al cielo, y mi habitación empieza a derrumbarse y el tic tac suena en mi cabeza. Necesito unos segundos para recuperarme. Estoy aturdido. ¿Cuánto llevaba sin salir de ahí? Ella me mira con curiosidad. Ya no es una sombra. Es una chica joven con una bonita cabellera oscura, y ojos claros, y me muestra la mejor puesta de Sol que he visto nunca. 

Al final mi zona de confort, no llegaba tan lejos como creía. 










 


miércoles, 28 de julio de 2021

El silencio

 Silencio, y todo fluye. La vida nace a partir del vacío y la oscuridad. Y el mundo empieza de cero. Vamos forjando nuestra personalidad desde detrás del telón, como un actor que se prepara antes de la función. Y luego escucho un murmullo, que entra por mis orejas como un masaje. Suave y agradable. Así es como moldeamos este silencio, lo vamos convirtiendo en todo lo que anhelamos, y disfrutamos de su presencia en los momentos de angustia. 

Como los budistas que se pasan horas y horas observando, para conocerse a sí mismos y el entorno que les rodea. Porque todo lo bueno se cocina siempre a fuego lento. No soy amigo de las prisas. Siempre me llevan a caer por el abismo, y a perder el rumbo. Prefiero avanzar lento, como una pequeña barca en el océano, que tiene que desafiar las olas, pero no se amedrenta. Confía en el destino, y sigue la corriente. A menudo los buenos pensamientos nos traen buena suerte, de modo que trato de ser positivo, es mi única regla para conseguir mis objetivos. Bueno y trabajar duro, eso siempre. 

Y cuando todo se vuelva oscuro y el aire sea demasiado denso, respiraré hondo y me quedaré sentado en mi barca a escuchar el rumor del mar, para que me dé  valor para volver a empezar. Renovar mis energías, y agarrar el timón con más fuerza para las aventuras que están por venir. Porque tengo espíritu de marinero, me gusta desafiar las olas y descubrir, pero el mar siempre tiene otro plus, te ayuda a conocerte mejor. Es como si fuera la representación gráfica del silencio. Es inmenso e infinito. Le puedes parar mucha atención o ignorarlo,pero siempre está ahí y tiene esa energía especial, que te ayuda a crecer, y te transporta a las profundidades, del océano o de tu interior, o quizás de ambos, quien sabe. Déjate llevar por el viento, y quizás algún día puedas averiguarlo. 

Y así, entre esta inmensidad, es como me hago amigo del silencio. Dejo que me acaricie la mejilla y me susurra sus secretos a la oreja. Esto es lo que hacen los amigos de verdad. Te acompañan en los momentos más difíciles,y te hacen mejor persona. Por esto son tan preciados.


lunes, 24 de mayo de 2021

Desde el rincón de pensar

 Desde el rincón de pensar, observo el ocaso. Ha sido un día tranquilo, sin muchas emociones, ni aventuras. Pero así necesitaba que fuera. Nos estamos acostumbrando a vivir demasiado rápido, sin ser conscientes del presente.  

Y ahora, después de dar un paso atrás, ya puedo seguir avanzando. 

Como si fuera el vuelo de los pájaros migratorios, me encuentro explorando el cielo. Dejándome llevar por la fuerza de la naturaleza. Y viajo a través de las nubes. Algunas llenas de lluvia, otras libres de carga. Pero todas forman parte del entorno. Acepto cada una de ellas, me ayudan a encontrar mi camino. 

El viento me hace volar alto. Junto con lo sagrado que se congrega en el universo. Los secretos y las virtudes, quedan camufladas, entre las estrellas de la noche. Solo al alcance de los que les han dedicado tiempo y aprecio. 

Detengo mi vuelo, en la copa de un árbol centenario para mirar atrás con perspectiva. Lo que hemos creado durante todos estos años de esfuerzo. Tan ocupados en conseguir el cariño de los demás, que aún no nos habíamos parado a valorar el trabajo bien hecho de lo que se hace desde el corazón. Eso debe ser lo que algunos llaman sentido de la vida. 

Y una vez más me reencuentro conmigo. Veo como mi esencia  se acerca lentamente. Tiene un aspecto más maduro. Una mirada más profunda. Me da un abrazo, y siento la unión de nuestras fuerzas.  Y vuelvo a tener fe. Se que juntos podemos alcanzar grandes metas. Pero debemos trabajar en equipo. 

Y el subconsciente, llama a la puerta, y nos nutre de la imaginación necesaria, para seguir creando e indagando. Él es el artífice de convertir lo que parece utópico en realidad. 

¿Quién conoce los límites de la humanidad? Desde luego yo no. Pero voy a tensar la cuerda al máximo, hasta llegar lo más cerca posible del infinito.


jueves, 4 de marzo de 2021

Presente, pasado y futuro

 En una fría noche de invierno llegué a casa más tarde de lo habitual. De camino, me fijé en la belleza de las calles. Había llovido, y mis zapatos brillaban como una bola de cristal, a juego con el agua que había en las calles. Se podía ver la luz de la luna y las estrellas en los charcos. Me gustó esta sensación de observar el cielo mirando al suelo. 

Como la mayoría de días nublados el ambiente se notaba cargado y melancólico. Los mejores momentos para crear, pensé. 

Sentado delante de la ventana de mi habitación, me perdí en mis pensamientos y recuerdos. Alcancé tal punto de introspección, que durante un momento tuve la sensación de que estaba en un lugar desconocido. 

Alguien llamó a la puerta. Tres golpes secos. Silencio… Desperté de mi estado meditativo, me levanté mecánicamente hacia la puerta y abrí. No había nadie. 

No le dí importancia, y me dirigí a mi sitio. Donde me sentaba todas las noches de reflexión. Pero alguien volvió a llamar. Esta vez con más insistencia. ¿Quién será a estas horas? Si nunca tengo visita. 

Observé por la mirilla de la puerta. Nada. El pulso se me aceleró, pero abrí la puerta lentamente. Silencio y vacío otra vez.  

Cerré bien con llave. No era desconfiado ni tenía miedo, pero me invadió una sensación de pánico. 

Detrás mío escuché unos pasos y un pequeño crujido cerca del sitio donde estaba sentado. Tuve un sobresalto, y agarré un paraguas que había cerca de la puerta, me acerqué con cuidado al origen de aquellos sonidos. Vi a alguien de espaldas sentado en mi sillón. Tuve que contenerme, estuve apunto de gritar, pero quería acercarme un poco más para averiguar su identidad. Empuñaba el paraguas con fuerza, preparado para asestar el golpe. 

Cuando casi ya podía escuchar su respiración, él se giró:

  • Como no me abrías, me tomé la libertad de entrar. Espero que no te haya molestado.- Dijo el hombre. 

Al ver su rostro no pude esconder mi sorpresa, la persona sentada en mi sillón era mi yo del pasado.   

  • ¿Cómo es posible…? 

  • Llevabas tanto tiempo sentado aquí delante de la ventana pensando en tu pasado, y recordando que decidí hacerte una visita. Estuve presente en todos estos momentos . No esperarás que me mantenga al margen. 

  • ¿Cómo has entrado? - Pregunté desconcertado. 

  • ¿Sigues viviendo en el mismo piso, no? Y no has cambiado la cerradura por lo que he visto, por lo tanto sigo teniendo las llaves. Venga vamos a repasar todo lo que estabas rememorando hace un momento.  

  • Ya no me apetece… Has roto toda mi inspiración. - 

Se levantó con agilidad, y se fue a la cocina. Unos minutos más tarde, volvió con dos whiskys con hielo y otra silla. 

  • Siéntate. 

Lo obedecí. 

Desde la ventana podía distinguir la mayor parte de la ciudad. Sus luces, y su ajetreo nocturno, contrastaba con la quietud de mi piso, y mi vida sencilla. 

  • ¿Me echas de menos, verdad? Quieres recuperar todo lo que tenías en tus años de glória. - 

Yo asentí. 

  • Me sorprende que viendo esta ciudad infinita, que cada día que pasa, crece un poco más te quedes estancado en el pasado. ¿Es que nunca ves más allá? Fijate en todo lo que crece a sus alrededores. - Dió un sorbo a su whiskey, y continuó- Contigo ocurre lo mismo.- 

Con la mirada al infinito, me dí cuenta cómo se encendían las luces del barrio de Norfolk. Donde vivían muchos universitarios, y había siempre un gran ambiente. 

Estuvimos unos minutos en silencio, hasta que volvieron a llamar a la puerta. 

  • Me tomé la libertad de invitar a alguien. Espero que no te lo tomes mal-

Lo miré desconcertado, no sabía si discutir con él, echarlo de mi casa o si seguirle el juego. Al final opté por la tercera opción. 

La persona que había detrás de la puerta, llamaba con insistencia. Como si se tratara de una situación de máxima urgencia. 

Abrí, dubitativo y asustado. Nada. Otra vez, no había nadie. 

Escuché voces detrás mío, cerca de la ventana donde estábamos sentados. 

Las dos personas se reían, y parecían estar pasándolo bien. 

Con pasos firmes me acerqué a ellos. Había otra silla. Vi a otra persona sentada de espaldas. Tenía el pelo blanco como la nieve. parecía un anciano.

Me acerqué a ellos, mis piernas temblaban. 

El segundo invitado se giró. 

-Buenas noches, soy tu yo del futuro. - ¿Por qué no te sientas a charlar con nosotros, un rato? 


martes, 23 de febrero de 2021

Una melodía

 Una canción hizo que me cuestionara quién era, y que hacía aquí. En plena crisis existencial, me fundí en el universo como si fuera una flecha, disparada con una precisión metódica y desaparecí del mundo sin dejar rastro. 

Todo mi entorno se desvaneció en un instante, como si arrojara cenizas en el aire. 

Pasé por otras dimensiones, donde presencié cosas alucinantes, un viaje astral a los orígenes de la humanidad. 

Desde aquí puedo ver el mundo con perspectiva, escucho con atención y sin prisa. Como echaba de menos, poder dedicar tiempo a entenderme. Y reflexionar sobre quién me gustaría ser en este momento. 

Me perdí en la propia realidad. Porque es tan simple y compleja a la vez. A primera vista, parece fácil de entender. Como un ejercicio que has repetido infinidad de veces. Pero si te fijas con más atención, descubres que hay algunos matices que habías pasado por alto, y te encuentras con infinitas posibilidades. Sin una solución correcta.

Todos somos científicos, porque tratamos de salir del laberinto, pero es un viaje que dura toda nuestra vida. Y tal como ocurre con la ciencia, nunca terminas de aprender. 

¿Y ahora qué? Dentro de esta dimensión desconocida, empiezan a aparecer las dudas ¿Y si esto no está pasando, de verdad? Quizás es todo un sueño. Pero parece tan real... Lo puedo sentir por todo mi cuerpo. 

Acostumbrado a los grandes focos de las ciudades y al rumor de las masas, me siento desnudo ante la ausencia de ruidos. 

Escucho el silencio. ¡Que maravilla!. Todo lo que se concentra en esta dimensión forma parte de mí. Estoy en mi máxima expresión. Nada me influencia. 

Una voz interrumpe mi introspección. - Rápido, piensa lo que quieres ser esta noche. Se nos acaba el tiempo. - 

  • Quiero ser como la preciosa melodía que me arrastró hacia esta dimensión. Que encendió la luz en mi interior, actuando como un hechizo en el momento adecuado. - Respondí.- Porque, ¿hay algo más bonito, que la humildad? Reconocer que aún nos queda un largo camino por recorrer, y provocar el anhelo, de seguir creciendo paso a paso, Como las plantas. 

Porque la música no entiende de odio, ni de envidias. Es tal como es, en su esencia más pura, y fluye como el río. Y así, sin muchas pretensiones, es como nos seduce. A todos los seres humanos, acostumbrados a vivir en un mundo cada vez menos real, nos gusta la pureza y todo lo que sale del alma.   

Mi dimensión se comprime, y siento una transformación en mi cuerpo. Me convierto en una secuencia de notas musicales. No me puedo escuchar, pero sé que seré como mínimo un himno universal. 

Soy lanzado a toda velocidad hacia otra dimensión y entro en otra persona, para conectarla con su interior.


jueves, 18 de febrero de 2021

No tenía a quien escribir

 Al levantarme barro el cielo con la mirada, y apunto al horizonte. Como un francotirador, elimino todo lo que no me gusta de mi campo de visión. 

Hoy es uno de estos días tristes sin motivo aparente. Quizás estas nubes espesas y el cielo gris sean lo que me provocan inquietud. 

 Sin embargo, aunque parezca contradictorio, a veces tengo la capacidad de disfrutar de los días así. Insípidos como el pan sin sal. 

Porque empiezo a considerarme una persona experimentada, y a medida que pasan los años, voy entendiendo el ciclo de la vida, y soy consciente de que todo lo que implica mi máximo esfuerzo, me curte para las batallas venideras. 

Hoy quería escribir, y dedicar unas palabras a alguien, pero resulta que no encuentro el destinatario indicado. Y observo como la inspiración planea a mi alrededor como un pájaro depredador aguardando el momento perfecto para atacar a su presa. Y luego se me abalanza. 

Ser devorado por la fuerza divina, bombardeado por ideas, que despiertan la creatividad de su más profunda hibernación, convierte los días tristes en días especiales, es una oportunidad que no se puede desperdiciar, y decido escribirme a mi mismo. 

Liberar mi alma y raspar hasta que salgan todos los sentimientos escondidos. Como los restos de comida acumulados durante largo tiempo en el fondo de un bote de conserva… 

Profundizar, hasta descubrir la razón de mi existencia, con las palabras que salen de mi corazón.

Me siento afortunado, no siempre tengo alguien quien me escriba, aunque sea yo mismo, es un honor.

Todo lo que había eliminado aquella mañana del cielo, queda escrito en el papel.

Las nubes han desaparecido, y el Sol brilla encima de mí. 

El pájaro depredador se aleja, con un cántico glorioso. Parece la voz de los ángeles. 

Yo lo despido, le pido que vuelva cuando quiera. 

Una vez el éxtasis y la euforia de la inspiración se han apaciguado, me siento a leer con atención, lo que me he escrito.

No puedo esconder la alegría, se me escapa una sonrisa de satisfacción al terminar. Hoy me conozco un poco más.


miércoles, 10 de febrero de 2021

El barco de papel

 En los días de lluvia, la inspiración acude a mí, y juntos creamos cosas alucinantes. Tenemos momentos más simples y otros más rebuscados. Hoy, construimos un pequeño barco de papel. Reutilizamos un borrador de una antigua carta de amor, que nunca fue entregada, y empezamos a confeccionar nuestra obra. Lo hemos pintado con colores que había en el trastero, y cuando el temporal aminoró, lo llevamos al río, para que navegara. Decidimos colocarlo contracorriente, porque a veces la mente es demasiado compleja como para querer seguir el camino simple. 

El barco de papel trató de alejarse, y continuar su camino, pero sucumbió en el intento. Y se hundió en las profundidades. No le dimos mucha importancia al incidente. “Otro fracaso”, fue mi primer pensamiento. Los artistas hacen una buena obra, y nueve de malas. El barco es una de estas nueve, pensé. 

Aquella noche fui incapaz de conciliar el sueño. Había algo que me estremecía. Sentía un profundo desazón. Empecé a advertir que aquel pequeño barco de papel, no era tan insignificante como creía. 

Me preguntaba si aún estaría en el fondo del río, o si ya se habría desintegrado por completo, junto con todas las palabras que una vez fuí incapaz de pronunciar. 

Daba vueltas en la cama. - ¿Debería salir a recuperar el barquito? - Pero hacía mucho frío. Ya iría mañana, con la luz del día. 

Casi me había dormido, cuando entró una luz débil por la ventana. Me levanté, y observé. Venía del río. 

Me vestí con unos pantalones de chándal, una chaqueta y unas zapatillas de deporte, y me dirigí al río. Hacía un frío polar. 

A medida que me acercaba, la luz se iba intensificando. Cerca de la zona donde se había hundido el barco de papel, era tan potente, que me alumbraba. 

No voy a meterme en el río ahora. Me dije para mis adentros. Y quise alejarme un poco, para que la intensidad no fuera tan fuerte. Pero una pequeña piedra salió del río e impactó contra mi cabeza. Cuando me distanciaba, se repetía el mismo proceso, una y otra vez. 

Tuve que armarme de valor, y meterme en el río y rebuscar en el origen de la luz. Encontré mi barquito de papel. Para mi sorpresa estaba intacto. No se había desintegrado. Aunque percibí ligeras diferencias. La pintura había desaparecido, y se podían leer algunas palabras aún. 

Miré con atención. Aquella, no era mí letra. Alguien había respondido a mi carta. 


martes, 2 de febrero de 2021

Luces en la distancia

 Luces intermitentes en la distancia, al ritmo de mi respiración agitada. Parecen un faro, indicando la dirección que debo seguir para llegar a mi destino. No estoy frente al mar, sino que me encuentro muy lejos de él, pero todo fluye a mi alrededor, como las olas, que juegan con el destino de los navegantes y náufragos. Me pierdo en mis pensamientos, y el recuerdo de la brisa marina, me pide que siga luchando, que la calma llegará de un momento a otro, pero ahora, toca remar a contracorriente  como un marinero experimentado hacia la orilla. Y después ya se verá. Quizás el viento me susurrará mi próxima misión, o a lo mejor seguiré igual de perdido que ahora. 

Hay los que nacen con la brújula indicando hacia el norte, y otros, que a veces tenemos que parar a repararla y redirigirla. Cuestionarnos si encontrar el norte es lo que necesitamos, o si antes debemos descubrir que ofrecen en el sur, o seguir el rumbo solar de este a oeste.  

Y las luces se intensifican, me veo obligado a desviar mi mirada del horizonte. Donde hace tiempo que busco respuestas sin éxito. Tengo que cerrar los ojos unos segundos. Recuperar la estabilidad de mi cuerpo, para enfocar de nuevo mi mirada. Ahora veo mi campo de visión reducido, como si estuviera en una habitación sin ventanas de escasos metros cuadrados. Al primer momento la angustia me consume, me siento atrapado, demasiado cerca de mí. Escucho la respiración de mi espíritu, y mi corazón late a gran velocidad. 

No obstante empiezo a percatarme de muchas cosas en las que nunca me había fijado. Obsesionado con las luces que veía a la distancia, no reparé en la belleza de mi espíritu. 

Escucho voces, que se acercan, como un carro tirado por caballos trotando, llegando a la ciudad. No es que esté loco. Son voces conocidas, que me habían acompañado en otros momentos importantes de mi vida, sin embargo se me habían olvidado sus sonidos y melodías, porque escogí un camino más abrupto y largo. Al parar y dar dos pasos atrás, el viento, las ha vuelto a llevar hacia mí, para ayudarme a tomar la senda correcta.

 

Y ahora vuelvo a levantar la vista, para buscar las luces intermitentes en la distancia, pero han desaparecido, todas, menos una. La que nunca se ha apagado, ni los momentos de máxima oscuridad han podido con ella, y brilla como la estrella más bonita del cielo a la lejanía. Y me enfoca a mí. Directo al corazón.