En los días de lluvia, la inspiración acude a mí, y juntos creamos cosas alucinantes. Tenemos momentos más simples y otros más rebuscados. Hoy, construimos un pequeño barco de papel. Reutilizamos un borrador de una antigua carta de amor, que nunca fue entregada, y empezamos a confeccionar nuestra obra. Lo hemos pintado con colores que había en el trastero, y cuando el temporal aminoró, lo llevamos al río, para que navegara. Decidimos colocarlo contracorriente, porque a veces la mente es demasiado compleja como para querer seguir el camino simple.
El barco de papel trató de alejarse, y continuar su camino, pero sucumbió en el intento. Y se hundió en las profundidades. No le dimos mucha importancia al incidente. “Otro fracaso”, fue mi primer pensamiento. Los artistas hacen una buena obra, y nueve de malas. El barco es una de estas nueve, pensé.
Aquella noche fui incapaz de conciliar el sueño. Había algo que me estremecía. Sentía un profundo desazón. Empecé a advertir que aquel pequeño barco de papel, no era tan insignificante como creía.
Me preguntaba si aún estaría en el fondo del río, o si ya se habría desintegrado por completo, junto con todas las palabras que una vez fuí incapaz de pronunciar.
Daba vueltas en la cama. - ¿Debería salir a recuperar el barquito? - Pero hacía mucho frío. Ya iría mañana, con la luz del día.
Casi me había dormido, cuando entró una luz débil por la ventana. Me levanté, y observé. Venía del río.
Me vestí con unos pantalones de chándal, una chaqueta y unas zapatillas de deporte, y me dirigí al río. Hacía un frío polar.
A medida que me acercaba, la luz se iba intensificando. Cerca de la zona donde se había hundido el barco de papel, era tan potente, que me alumbraba.
No voy a meterme en el río ahora. Me dije para mis adentros. Y quise alejarme un poco, para que la intensidad no fuera tan fuerte. Pero una pequeña piedra salió del río e impactó contra mi cabeza. Cuando me distanciaba, se repetía el mismo proceso, una y otra vez.
Tuve que armarme de valor, y meterme en el río y rebuscar en el origen de la luz. Encontré mi barquito de papel. Para mi sorpresa estaba intacto. No se había desintegrado. Aunque percibí ligeras diferencias. La pintura había desaparecido, y se podían leer algunas palabras aún.
Miré con atención. Aquella, no era mí letra. Alguien había respondido a mi carta.
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