martes, 2 de febrero de 2021

Luces en la distancia

 Luces intermitentes en la distancia, al ritmo de mi respiración agitada. Parecen un faro, indicando la dirección que debo seguir para llegar a mi destino. No estoy frente al mar, sino que me encuentro muy lejos de él, pero todo fluye a mi alrededor, como las olas, que juegan con el destino de los navegantes y náufragos. Me pierdo en mis pensamientos, y el recuerdo de la brisa marina, me pide que siga luchando, que la calma llegará de un momento a otro, pero ahora, toca remar a contracorriente  como un marinero experimentado hacia la orilla. Y después ya se verá. Quizás el viento me susurrará mi próxima misión, o a lo mejor seguiré igual de perdido que ahora. 

Hay los que nacen con la brújula indicando hacia el norte, y otros, que a veces tenemos que parar a repararla y redirigirla. Cuestionarnos si encontrar el norte es lo que necesitamos, o si antes debemos descubrir que ofrecen en el sur, o seguir el rumbo solar de este a oeste.  

Y las luces se intensifican, me veo obligado a desviar mi mirada del horizonte. Donde hace tiempo que busco respuestas sin éxito. Tengo que cerrar los ojos unos segundos. Recuperar la estabilidad de mi cuerpo, para enfocar de nuevo mi mirada. Ahora veo mi campo de visión reducido, como si estuviera en una habitación sin ventanas de escasos metros cuadrados. Al primer momento la angustia me consume, me siento atrapado, demasiado cerca de mí. Escucho la respiración de mi espíritu, y mi corazón late a gran velocidad. 

No obstante empiezo a percatarme de muchas cosas en las que nunca me había fijado. Obsesionado con las luces que veía a la distancia, no reparé en la belleza de mi espíritu. 

Escucho voces, que se acercan, como un carro tirado por caballos trotando, llegando a la ciudad. No es que esté loco. Son voces conocidas, que me habían acompañado en otros momentos importantes de mi vida, sin embargo se me habían olvidado sus sonidos y melodías, porque escogí un camino más abrupto y largo. Al parar y dar dos pasos atrás, el viento, las ha vuelto a llevar hacia mí, para ayudarme a tomar la senda correcta.

 

Y ahora vuelvo a levantar la vista, para buscar las luces intermitentes en la distancia, pero han desaparecido, todas, menos una. La que nunca se ha apagado, ni los momentos de máxima oscuridad han podido con ella, y brilla como la estrella más bonita del cielo a la lejanía. Y me enfoca a mí. Directo al corazón. 


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