En una fría noche de invierno llegué a casa más tarde de lo habitual. De camino, me fijé en la belleza de las calles. Había llovido, y mis zapatos brillaban como una bola de cristal, a juego con el agua que había en las calles. Se podía ver la luz de la luna y las estrellas en los charcos. Me gustó esta sensación de observar el cielo mirando al suelo.
Como la mayoría de días nublados el ambiente se notaba cargado y melancólico. Los mejores momentos para crear, pensé.
Sentado delante de la ventana de mi habitación, me perdí en mis pensamientos y recuerdos. Alcancé tal punto de introspección, que durante un momento tuve la sensación de que estaba en un lugar desconocido.
Alguien llamó a la puerta. Tres golpes secos. Silencio… Desperté de mi estado meditativo, me levanté mecánicamente hacia la puerta y abrí. No había nadie.
No le dí importancia, y me dirigí a mi sitio. Donde me sentaba todas las noches de reflexión. Pero alguien volvió a llamar. Esta vez con más insistencia. ¿Quién será a estas horas? Si nunca tengo visita.
Observé por la mirilla de la puerta. Nada. El pulso se me aceleró, pero abrí la puerta lentamente. Silencio y vacío otra vez.
Cerré bien con llave. No era desconfiado ni tenía miedo, pero me invadió una sensación de pánico.
Detrás mío escuché unos pasos y un pequeño crujido cerca del sitio donde estaba sentado. Tuve un sobresalto, y agarré un paraguas que había cerca de la puerta, me acerqué con cuidado al origen de aquellos sonidos. Vi a alguien de espaldas sentado en mi sillón. Tuve que contenerme, estuve apunto de gritar, pero quería acercarme un poco más para averiguar su identidad. Empuñaba el paraguas con fuerza, preparado para asestar el golpe.
Cuando casi ya podía escuchar su respiración, él se giró:
Como no me abrías, me tomé la libertad de entrar. Espero que no te haya molestado.- Dijo el hombre.
Al ver su rostro no pude esconder mi sorpresa, la persona sentada en mi sillón era mi yo del pasado.
¿Cómo es posible…?
Llevabas tanto tiempo sentado aquí delante de la ventana pensando en tu pasado, y recordando que decidí hacerte una visita. Estuve presente en todos estos momentos . No esperarás que me mantenga al margen.
¿Cómo has entrado? - Pregunté desconcertado.
¿Sigues viviendo en el mismo piso, no? Y no has cambiado la cerradura por lo que he visto, por lo tanto sigo teniendo las llaves. Venga vamos a repasar todo lo que estabas rememorando hace un momento.
Ya no me apetece… Has roto toda mi inspiración. -
Se levantó con agilidad, y se fue a la cocina. Unos minutos más tarde, volvió con dos whiskys con hielo y otra silla.
Siéntate.
Lo obedecí.
Desde la ventana podía distinguir la mayor parte de la ciudad. Sus luces, y su ajetreo nocturno, contrastaba con la quietud de mi piso, y mi vida sencilla.
¿Me echas de menos, verdad? Quieres recuperar todo lo que tenías en tus años de glória. -
Yo asentí.
Me sorprende que viendo esta ciudad infinita, que cada día que pasa, crece un poco más te quedes estancado en el pasado. ¿Es que nunca ves más allá? Fijate en todo lo que crece a sus alrededores. - Dió un sorbo a su whiskey, y continuó- Contigo ocurre lo mismo.-
Con la mirada al infinito, me dí cuenta cómo se encendían las luces del barrio de Norfolk. Donde vivían muchos universitarios, y había siempre un gran ambiente.
Estuvimos unos minutos en silencio, hasta que volvieron a llamar a la puerta.
Me tomé la libertad de invitar a alguien. Espero que no te lo tomes mal-
Lo miré desconcertado, no sabía si discutir con él, echarlo de mi casa o si seguirle el juego. Al final opté por la tercera opción.
La persona que había detrás de la puerta, llamaba con insistencia. Como si se tratara de una situación de máxima urgencia.
Abrí, dubitativo y asustado. Nada. Otra vez, no había nadie.
Escuché voces detrás mío, cerca de la ventana donde estábamos sentados.
Las dos personas se reían, y parecían estar pasándolo bien.
Con pasos firmes me acerqué a ellos. Había otra silla. Vi a otra persona sentada de espaldas. Tenía el pelo blanco como la nieve. parecía un anciano.
Me acerqué a ellos, mis piernas temblaban.
El segundo invitado se giró.
-Buenas noches, soy tu yo del futuro. - ¿Por qué no te sientas a charlar con nosotros, un rato?
No hay comentarios:
Publicar un comentario