Y de repente, despiertas. Después de haber liberado miles de batallas, y lleno de heridas, experimentas sensaciones inusuales, comportamientos particulares que te dejan desconcertado. Pero tu espíritu de luchador te mantiene en vilo. A la expectativa. Sabes que ahora viene una lección. Que vas a salir reforzado.
Entiendo que la lucha más importante es conmigo mismo, que la única forma de vencer es cambiando el punto de atención hacia mí. No buscar más en el exterior.
Me siento como un guerrero zen, porque conozco la complejidad de mi mente, y lo difícil que resulta controlar algunos pensamientos, no caer en un bucle de negatividad, y ser suficientemente hábil como para transmutar. Pero tantos años trabajando en mis emociones conllevan sus resultados. Una mayor fortaleza y cambios más significativos. Sigo por el sendero de la autoexploración, que avanza por un bosque frondoso y espeso. Lleno de arbustos y árboles caídos, como pensamientos negativos que ocupan tu mente. Pero los miro a los ojos, les saludo y los esquivo.
No pierdo nunca la esperanza. La consciencia es la clave de mi éxito, y aunque a veces sea demasiado impaciente y quiera resultados inmediatos me acuerdo de la sabiduría de Lao Tse, el taoísmo. Hacer es no hacer nada. La contemplación y la autorreflexión son los mejores ejercicios para comprender el universo y el poder de la naturaleza. Dejar ir para que todo vuelva a su sitio, y dejar espacio a nuevos horizontes. Que poder tiene desapegarse de todo y quedarse solo con uno mismo.
Desde una distancia prudencial me observo a mi mismo meditando, puedo escuchar mi respiración y mis pensamientos agitados. Mi mente reclama serenidad y calma, mi corazón me pide respuestas y acción, sin embargo debo mantenerme firme. Desarrollar mi capacidad de resiliencia y ser paciente.
Puedo sentir que mi ego está muy herido, es complicado luchar contra él, pero lo tengo que aceptar. Él ha ganado esta vez, pero yo me he dado cuenta de que hablo desde él, es su voz la que toma las decisiones, la que me mueve y me hace reaccionar de forma inconsciente. Esta es mi pequeña victoria, un pequeño paso a la libertad. Ser más consciente. Hablar desde el amor y la comprensión. Tener un poco de compasión con uno mismo, perdonar y perdonarse.
Nunca dejaré de aprender si sigo con esta actitud, espero nutrirme de cada experiencia, evolucionar y llegar a un estado superior. Activar el guerrero zen que llevo en mi interior, y fortalecer mi mente. No dejarme ganar por todos los impulsos que perturban mi bienestar. Y poco a poco ir reforzando su armadura, con dedicación y buena intención.
Esto va sanando estas heridas del ego, y lo va ablandando hasta que se transforma en una bella flor blanca en primavera, que florece en la pradera.
Mi conciencia despierta como esta flor, y yo me siento como el capullo de una mariposa, preparado para volar, descubrir el nuevo mundo y lograr la ansiada estabilidad.