lunes, 28 de diciembre de 2020

El primer cielo del año

 

  • ¿Qué cielo te gustaría tener para el resto de tu vida?- Le preguntaron los reyes magos, al niño. Él se quedó pensativo unos segundos. Pareció que meditaba la respuesta con determinación. 

  • Quiero un cielo, para cada una de mis emociones.- Respondió al final. 

Los reyes magos se miraron desconcertados. - Algunos días me siento muy triste y necesito observar un atardecer con sus tonos cálidos. Los naranjas y rojos, me avivan el espíritu.  Y renuevan mi energía. Evitan que pierda la esperanza. En cambio a veces, estoy muy feliz, con unas enormes ganas de saltar y cantar, y me gusta observar los tonos azules del cielo, para equilibrar mi energía y emociones. Me relajan, y me ayudan a dosificar. Para los momentos de soledad, me encanta observar un cielo negro, como la noche. Con pocas estrellas, pero brillantes. Que son como los amigos verdaderos. Poca cantidad pero de gran calidad. Y a poder ser que haya una buena luna. Porque siempre tengo la sensación que empatiza conmigo. Sé que ella también se siente sola. Y nos hacemos compañía mutuamente. 

  • ¿Y las nubes? ¿Quieres nubes? Le preguntó el rey blanco. 

  • Sí, me encantan las nubes. - Respondió el niño. Las nubes me recuerdan a la transitoriedad. Al movimiento sosegado de la vida, y la naturaleza. Que se desplaza siempre hacia el camino correcto, al que le guía su instinto. Sin importar los estímulos exteriores. Bueno, el viento siempre influye en este desplazamiento. Pero el viento es como el cerebro del cielo. Lo mueve todo en la dirección correcta, en el momento adecuado. 

  • ¿Por lo tanto te gustaría que hubiera mucho viento? - Los Reyes Magos, empezaban a dudar. Ellos pensaban que sería más fácil satisfacer a aquel niño. - Depende del momento- Contestó. 

El rey negro, se levantó de su trono con dificuldad (era el más viejo de todos). Y le pidió al niño que cerrara los ojos. Él obedeció sin rechistar. 

El rey, le puso la mano al corazón y se concentró. Observó con atención y descifró los sentimientos del niño, como si estuviera resolviendo un rompecabezas, a continuación volvió a sentarse. Parecía un poco cansado. 

  • ¿Qué noche es hoy? - Preguntó. - La última noche del año respondieron al unísono. 

  • Vamos a trabajar en el mejor primer cielo del año que nunca se ha visto. - Dijo. - Mañana cuando te levantes, imaginate el cielo que más te identifique según tus emociones. Cierra los ojos y abre la ventana. 

El niño tenía muchas preguntas, pero el rey negro, le advirtió, que mejor que no los questionara. Sus compañeros tampoco parecían muy convencidos, pero confiaban en su sabiduría y experiencia. 

Aquella noche, al niño le resultó complicado conciliar el sueño. No podía dejar de imaginar que tipo de cielo se encontraría por la mañana. 

Cuando llegó la hora, se levantó de la cama, y antes de abrir la ventana, cerró los ojos, y estudió sus emociones. Estaba nervioso, su corazón latía más rápido de lo habitual, y quería tranquilizarse. Quería empezar el año relajado. Empezó a imaginar un cielo muy azul, un color que siempre le producía calma. No quería muchas nubes. A veces podían actuar como los pensamientos innecesarios. Cuando creía que ya tenía su cielo perfecto, abrió el porticón de la ventana, junto con sus ojos. No podía creer lo que veía. El cielo era blanco. Como una hoja de papel. No había ningún color, ni una nube, ni el Sol, ni la ni las estrellas. Nada. Toda su emoción empezó a convertirse en frustración. A punto de cerrar la ventana, y volverse a la cama enfadado, encontró un estuche de colores, en la repisa. Había una etiqueta en la parte superior que ponía: Colores para pintar el cielo. 

El niño sacó el color azul, y empezó a pintar el primer cielo del año. 




 


viernes, 25 de septiembre de 2020

Mis Fantasmas

 Hoy mis fantasmas llaman a la puerta. Y entran sin que les dé permiso. Como si habitaran esta casa abandonada, y se instalan por las diferentes habitaciones. Cada uno la decora a su manera. Y este hogar ruín y tétrico va reviviendo de las cenizas, como un fuego que nunca ha terminado de apagarse. 

Nos gusta sentarnos delante del lago, y ver como la oscuridad se pierde entre el reflejo del agua. Hasta que llega el atardecer y la luna nos protege, entre las sombras de la noche. Como si fuera nuestro guardián más fiel. En realidad ya los echaba de menos. Qué haría sin ellos. Sería incapaz de conciliar el sueño. Acostumbrado a arroparme en los brazos del más viejo de todos, o encandilado con la voz del fantasma más bonito, el que me canta al oído cuando tengo miedo. Y cuando la oscuridad es más intensa y la luz de la luna es insuficiente, me bailan. 

Observando cómo se mueven en círculos a mi alrededor, imagino todas las historias que se concentran debajo estas piedras. Nadie habrá conseguido enterrar sus fantasmas permanentemente entre las ruinas de la casa. Porque los fantasmas nunca mueren. Observan desde el rincón, y esperan el momento idóneo para volver a la superficie.  Muchos sucumben a ellos y los ven como seres indeseables y horripilantes, pero tienen sus sentimientos, como nosotros. También sufren y se alegran. No son malvados. Incluso son amigables, y con un poco de voluntad se pueden domar con facilidad. Bueno al menos los míos. Cada uno tiene que lidiar con sus propios fantasmas. No conozco los de los demás. 


Llevaban mucho tiempo desaparecidos, tienden a emigrar a tierras más frías cuando llega el invierno, y les gusta visitarme y quedarse una temporada a partir de otoño. Con el calor se derriten. Pero la lluvia y la nieve les dan vida. 

Tengo que reconocer que hoy me han sorprendido. No esperaba que llegaran tan temprano, y me costó un poco acostumbrarme a su llegada. Incluso al principio traté de ahuyentarlos, pero tienen un poder de seducción privilegiado. Como aquellas chicas que no destacan por su belleza, pero que en su manera de hacer hay algo innato, que te llama brutalmente la atención. Primero percibes un pequeño escalofrío pero después sientes como un suave y agradable masaje en la mente, y te relajas. Como si fueran dos piezas de un puzzle que encajan a la perfección. 

Os voy a confesar mi secreto más preciado, a veces, cuando me encuentro en una encrucijada, y dudo que dirección debería tomar, los llamo en silencio, y me indican el camino. Su intuición es alucinante. Siempre me llevaban por el camino correcto. O quizás, es que todos los caminos son buenos, si la intención es la adecuada, y sabes aprovechar todas las oportunidades.   


Desde la más profunda oscuridad, me ayudan a quitar el polvo de la casa, y a reconstruir las partes derruidas. Quieren que habite en un lugar decente, donde pueda tomar mis decisiones de forma ordenada y paciente. Me han dicho que si la próxima vez que se vayan por un tiempo vuelvo a abandonar mi hogar de esta forma, no me arroparán en los momentos difíciles, no me cantarán y que nunca más los veré bailar. 

 La casa tenía un jardín precioso, el cual frecuentaba con mucha regularidad, cuando me sentía solo, y la naturaleza me arropaba, y me hacía sentir parte de este mundo maravilloso.  

Los fantasmas empiezan a podar las plantas y a cortar el césped y lo dejan todo impecable. 

Al cabo de unas horas, vuelve a quedar todo como antes. La casa impoluta, y el jardín… No tengo palabras para el jardín. Despierta una paz celestial. Me pasaria el dia entero en él.  

Cuando han terminado, el más viejo de todos se me acerca y me susurra al oído: 

  • Los fantasmas no somos seres tan horripilantes como todo el mundo cree. La gente no quiere escucharnos, ni trata de entendernos. 

Ellos forman parte de mí, y me ayudan a ser quien anhelo ser.  Porque no hubiera llegado aquí, si ellos no hubieran aparecido cada vez que me equivoqué, ni me hubieran enseñado a aprender de mis errores.


jueves, 17 de septiembre de 2020

El pájaro carpintero

 Como un pájaro carpintero picoteando el tronco del árbol más bonito del bosque, yo fui descubriendo tu corazón. Como las diferentes capas de madera que se va encontrando el ave en el proceso de convertir la simple corteza del árbol en una casa donde poder dormir y esconderse en los días de frío y lluvia, o en las noches tenebrosas, fui averiguando los diferentes sentimientos y emociones que se encontraban a medida que iba profundizando. Me gustaban todas las expresiones de humanidad que iban apareciendo. Una detrás de otra. Alegría, amabilidad, empatía y luego rabia, dolor y envidia. Todo formaba parte de tí, y así es coomo decidí acceptarte. Con todas tus imperfecciones. De igual forma que el pájaro carpintero sabe que hay otros árboles bonitos y más grandes, pero la energia que le ha transmitido el árbol escogido es especial. Como una conexión entre seres vivos, la naturaleza y la belleza del mundo, los dos se complementan. ¿Nunca os habéis preguntado lo sólo que estaría este árbol sin la preséncia del pájaro? Sería como si le quitaran una parte de él. Quizás se podría equiparar a perder todas sus hojas. Aunque los dos son conscientes de que no siempre pueden estar juntos. A veces es necesario que cada uno siga su própio camino para crecer. No significa que se olviden del otro, eternamente. Solo que de vez en cuando cada uno necesita resolver sus asuntos. El pájaro por ejemplo tiene sus crías que alimentar, y cuando crecen les tiene que enseñar a volar, y muy a su pesar, cuando llega el invierno de verdad, emigra a tierras más cálidas. Aunque en verano va a volver siempre bajo el cobijo de su árbol favorito, y van a intercambiar historias. El árbol por su parte, tiene reuniones importantes con sus hermanos y familiares. De vez en cuando tienen que planear como ahuyentar a los humanos que desean cortarlos para levantar sus construcciones o extender sus campos encima suyo. Se antoja una tarea complicada, pero la fuerza de la naturaleza tiene un poder especial si se usa para un buen fin. 

Con esta curiosa comparación, logré entender un día lo que significaba el amor de verdad. Porque aunque nos digan que los humanos somos más inteligentes que los animales, ellos tienen un instinto privilegiado muy superior al nuestro. 

Este mundo es como un puzzle perfecto, de infinitas piezas. Tal vez sea poco probable completar el rompecabezas y juntarlas todas. Pero observando cada detalle, se van colocando a su sitio. 

De modo que en un determinado momento, dejé de picotear en tu corazón, porque me di cuenta que un par de alas preciosas me salieron de la espalda, y antes de seguir profundizando eché a volar. A planear sobre el mundo, para observar el bosque de humanos que me rodeaba. Me gustaba ver cosas de tí en las otras personas, pero también encontraba cosas de mí, cuando las miraba fijamente a los ojos. Como si todos fuéramos hermanos. A medida que iba descubriendo esto, más me gustabas, y más me gustaba a mí mismo también. Supongo que al pájaro le pasaba lo mismo, cuando más se acercaba al continente africano e iba encontrando otros árboles por el camino. 

Ahora en la distáncia, ya se acerca el verano y estás tumbada sobre una verde pradera, el color de los árboles, destaca bajo el maravilloso cielo azul. Se escuchan los cánticos de los pájaros a la lejanía, y tu esperas imapciente su llegada, bajo nuestro roble favorito con la pequeña casa del pájaro carpintero en la parte superior del tronco. Allí escondimos nuestros recuerdos, que ya despiertan después de un largo proceso de hibernación.

martes, 28 de julio de 2020

El mundo inventado

Existe un barrio a las afueras de esta macro ciudad, donde la vida parece funcionar de forma distinta. Todo contrasta con los lujos y privilegios de la parte alta de la urbe. Allí ocurren todas las atrocidades que te puedas imaginar. La pobreza y la violencia se imponen sin piedad por cada una de sus calles. Es uno de estos lugares, que todos los guías turísticos recomiendan evitar a todos los visitantes. 

Justo hoy hace diez años que Peter, nació en uno de los cuchitriles más desvencijados del barrio. Su padre había sido víctima de un tiroteo relacionado con el narcotráfico. Aunque nunca salió en las notícias ni en los periódicos, porque la clase media-alta de la ciudad, están demasiado ocupados con sus fabulosas vidas, y sus negocios. Y tal como resaltan siempre los políticos, es muy importante que en el exterior sepan que en nuestra ciudad, todo funciona con una perfección matemática. Como un engranaje perfectamente engrasado. Los ciudadanos tienen que creer, que vivimos en un sitio seguro, donde la gente es feliz. Así podremos atraer turistas, y nuevas empresas, para enriquecernos, y prosperar. Esto es lo que se empeñan a vender. Aunque sea una farsa.   

Su madre era una prostituta, y trabajaba la mayoría de noches, para satisfacer sus necesidades diarias. Peter pasaba muchas noches solo, envuelto en la oscuridad, y escuchando tiroteos y gritos en la calle cada día. Pero no tenía miedo, porque Peter tenía una mente privilegiada. No era como el resto de los humanos. Desde que tuvo noción de la conciencia, entendió que nadie más que él podría ayudarlo a sobrevivir en aquel entorno infame. 

Su cerebro desarrolló un sofisticado mecanismo, para reinventar la realidad. Todo lo que encontraba o ocurría a su alrededor que no lo gustaba, lo modificaba por algo que se adaptara mejor a sus necesidades emocionales. 

Cada noche cuando su madre se iba a trabajar, y los tacones que llevaba resonaban por toda la habitación, antes de que cerrara la puerta con llave, y apagara la luz, para dejarlo en la completa oscuridad, Peter activaba su cerebro, e imaginaba que estaba en una preciosa casa con unos padres normales, que lo querían de verdad y tenía un hermano mayor y una hermana menor que jugaban con él, y le enseñaban. Juntos se tumbaban en el balcón y miraban las estrellas. Él les preguntaba, y su hermano les explicaba historias sobre el universo y las constelaciones. Y Peter escuchaba con suma atención. 

Cuando miraba la habitación donde estaba tumbado no veía las cuatro paredes desgastadas, ni un espacio de dos metros cuadrados, sino un hermoso dormitorio pintado de azul marino (su color favorito), y con retratos de él con su familia imaginaria a sitios maravillosos, y no podía evitar sonreír. Era feliz con aquella realidad que le estaba ofreciendo su cerebro. 

Aquella noche mientras estaba admirado con su fabulosa habitación, tuvo lugar un tiroteo frente a su casa, que fue oscureciendo y nublando todas las maravillosas imágenes que su cerebro estaba produciendo. Su mecanismo de reinventar la realidad empezó a flaquear, y su corazón empezó a latir violentamente, como el tempo de una canción que va incrementando en los últimos compases. Y sintió ganas de llorar. Ante el defecto de su mecanismo contra este tipo de situaciones se sintió desamparado. 

Cuando estaba a punto de perder la compostura y esconderse debajo de la cama, presa del miedo, ocurrió algo que le hizo dudar de cuál era la realidad en la que vivía. 

Desde la ventana de la casa vecina, se escuchó un violín. Alguien tocaba una preciosa canción, que silenció los disparos (al menos en su mente), y hizo que Peter se sumergiera en la melodía, y se olvidara de todo. 

En aquel momento entró su madre preocupada. 

  • Peter. ¿Estás bien? - Le preguntó alarmada, mientras lo abrazaba. 

Pero él solo podía sentir la música. Aquella melodía le transportaba tan lejos de allí, que tomó la mano de su madre, y empezó a bailar con ella. 

Estaba tan sorprendida con la reacción de su hijo que al principio titubeó, pero Peter le rogó que no se detuviera. Y aunque ella siguió un poco confusa, bailaron como dos enamorados hasta que la melodía del violín terminó.

Su madre estaba atónita. Pero Peter quería mostrarle algo más aún. Le pidió que lo acompañara, y salieron al exterior. Su madre no quería salir. Decía que era muy peligroso, que hacía escasos segundos que habían cesado los disparos, pero Peter estaba tan decidido que fue incapaz de detenerlo. Cuando pasaron la puerta y bajaron los dos peldaños que llevaban a la calle, su madre no se lo podía creer. Aquel siniestro barrio había desaparecido, y enfrente se encontraban con un espléndido jardín y una casa radiante. 

Peter miró a su madre, con una sonrisa picaresca, y le dijo: 

  • Bienvenida a mi mundo mamá.

miércoles, 17 de junio de 2020

Olor a humanidad

El pastelero se levantó a las 4:30 como todos los días. Llevaba una vida rutinaria y mecánica, como el movimiento de las agujas del reloj. Escrupulosamente ordenada, hasta tal punto que casi le aborrecía. 

Era el cumpleaños de su esposa, y quería prepararle su pastel favorito. 

Lo primero que hacía, sin excepción al levantarse, era abrir la ventana unos pocos centímetros, acercar su nariz al exterior, y dejar que el viento le llevara los diferentes aromas que se mezclaban en el entorno. 

Ese procedimiento era mejor que leer el periódico. El olor de los seres vivos nunca mentía. Podía distinguir si los árboles estaban molestos o si los pájaros se sentían nerviosos. Incluso percibía el miedo o la felicidad de algunos humanos por medio de su olfato privilegiado. Conocía el mundo a través de los rincones más recónditos de su nariz. 

Pero aquel día, al abrir la ventana, se dió cuenta que algo no iba como debía. Afinó su olfato, pero fue incapaz de percibir nada.

Qué extraño, pensó. ¿Habría perdido su sentido más preciado, el que había heredado de su abuelo? O quizás se había parado el mundo, como un reloj al que se le acaba la cuerda. 

Bajó las escaleras con cuidado, se puso el chaquetón, y salió al exterior, hacía un frío terrible, incluso los árboles de su jardín tiritaban y el aire que se percibía era tenso.  

Cómo era habitual a aquellas horas de la madrugada nadie corría por la calle. 

Andaba sin rumbo, a donde le llevara su instinto. A cierta edad se vuelve infalible, y más aún en las situaciones complicadas. 

Todavía era incapaz de percibir los olores, ni tampoco se escuchaban los cánticos matutinos de los pájaros al despertar. Se había extinguido cualquier señal de vida, como si un huracán se los hubiera llevado a algún lugar remoto. 

Se detuvo delante de la estación de correos, de repente advirtió un olor muy leve, que procedía de algún lugar lejano. Su nariz se tornó puntiaguda, como un cuchillo recién afilado, y avanzó mecánicamente hacia el origen del aroma. Tenía la sensación que su cuerpo se movía solo, como si fuera una marioneta, alguien le estaba dando órdenes a sus piernas de avanzar en esta dirección. 

Si su orientación no le engañaba, se estaba dirigiendo al bosque donde él y su mujer habían pasado tantas tardes. Allí había descubierto muchos olores, era un placer para la nariz sentirse cobijado unos minutos por aquellos árboles, y disfrutar de la fauna. 

El aroma era cada vez más fuerte. Olía a tristeza y melancolía. Sus piernas pesaban cada vez más, a medida que se iba acercando al origen. 

Se detuvo delante una fábrica recién construida, con sus chimeneas, expulsando humo como locomotoras de tren. El hedor era muy fuerte.  -¿Dónde estaba el bosque?- Se preguntó. Afinó su nariz un poco más y lo comprendió todo. Lo habían talado, para construir aquel edificio. 

Alrededor quedaban los restos de algunos árboles, y algún pájaro que planeaba bajo lamentando la pérdida de sus compañeros más preciados. 

Una sensación de terror e impotencia le invadió. 

Los humanos somos unos egoístas. No entendemos nada de este mundo, ni tenemos respeto por la naturaleza. 

Quería irse, no le apetecía seguir contemplando aquel desastre, pero notó una fuerza desconocida que le retenía. El olor más bueno que había sentido jamás, se colaba entre la melancolía y tristeza del entorno, como el primer rayo de Sol, al entrar por la ventana de una habitación. 

Se dirigió hacia allí, con pasos firmes y precisos. 

Un álamo pequeño se erguía detrás de la fábrica. No lo habían cortado. Era demasiado joven aún. Desprendía un profundo olor a vitalidad, bondad y amor. 

El pastelero se acercó, frotó una de las hojas con delicadeza, sacó su pequeño frasco del bolsillo, metió una pequeña muestra de aquel aroma, y volvió a casa. Se había inspirado en una nueva receta. 

Empezó a trabajar en el pastel de cumpleaños. Utilizó todos los ingredientes que tanto le gustaban a su esposa, y cuando terminó, sacó el frasco, y derramó un par de gotas del aroma extraído del álamo. 

Desde la muerte de su mujer, en su cumpleaños se sentaba en la mesa, visualizaba su rostro y su sonrisa. Ponía dos platos, cortaba un par de pedazos, y degustaba el pastel en solitario. 

Este año, fue diferente, las gotas de perfume que le había puesto, le daban una vitalidad especial.  

A partir de ahora, le pondría un par de gotas a cada uno de sus pasteles, para que todos sus clientes se impregnaran de ese olor tan maravilloso.

No podría cambiar el mundo entero, pero al menos podría cambiar su pequeño mundo interior. 


martes, 9 de junio de 2020

La vela y el mar oscuro

La cándida luz de una vela en sus últimos compases, se apodera de la habitación. Cómo un último suspiro, reclama su lugar entre esta oscuridad, formada por distintas capas de negro. Se adentra entre ellas como el aguijón de una avispa penetrando a la piel, y poco a poco expande su tenue luz, tratando de convivir con los tonos oscuros que gobiernan el espacio. 

Desde mi rincón observo la belleza de la escena. Es un baile entre los sentidos opuestos, una lucha entre el más fuerte y el más débil. ¿Podrá la perseverancia y la determinación vencer el miedo y las dudas? - Me pregunto, mientras le pido a mi alma que salga de su escondite debajo de la cama. 

Fijo mi mirada en la llama, como un arquero apuntando a su objetivo. Trato de no desviarla en ningún momento, quiero transferirle toda mi energía. Los tonos negros empiezan a teñirse ligeramente de gris, y las capas más suaves de oscuridad incluso parece que empiezan a evolucionar hacia azul marino. Imagino que la habitación es un infinito océano, y yo estoy en la cubierta de mi velero, observando el amanecer. 

Incluso me parece como si soplara la brisa marina, y me invade esta sensación de libertad, que provoca el rugido de las olas. 

Mi alma, quiere decirme algo. Escucho un leve susurro, pero no llego a comprender su mensaje. Mantengo mi atención en los últimos latidos de luz. Quiero ayudarla, a sobreponerse a la tiranía de la oscuridad, pero algunas capas son tan profundas que aunque lo intenta con todas su fuerzas le resulta imposible penetrar en ellas, y se apaga.  

Nos quedamos prácticamente a oscuras, y escucho mi alma sollozar. Siempre le ha aterrado enfrentarse a este tipo de adversidades. Mi corazón late con fuerza. ¿Estamos solos? 

De forma instintiva cierro los ojos con suavidad, y estudio el espacio que me rodea. Quiero comprender mis sentimientos.  

Mi mente pasea por los diferentes niveles de oscuridad, y busca un lugar donde sentarse y reposar. Después de estudiar cada rincón a la perfección se decide por la capa más oscura, donde gobierna el negro más profundo de todos. Se sienta allí y observa, hasta que pequeños destellos de luz empiezan a aparecer alrededor. Estos se convierten en estrellas. 

Mi alma se remueve bajo la cama, y saca su mano. Tiene el puño cerrado, parece que esconde algo. 

-Canta la canción que cantabas en la playa cuando todo el mundo dormía. - Me pide. 

Abro mis ojos, y con una breve sonrisa, trato de recordar la letra y la melodía. Empiezo a cantarla a un volumen casi imperceptible y la música me va transportando a un hogar y un tiempo lejanos. 

-Canta más fuerte. Tienes que despertarlos a todos. Que se unan a ti. Cómo si fuera un coro celestial. - Dice ella emocionada. 

Yo voy subiendo el volumen progresivamente, hasta que alcanzo el cénit. Un estado de máxima motivación. Escucho como mi alma me acompaña con su voz de soprano. Solo se limita a hacer un coro sencillo, aunque la emoción que le pone es tremenda. Presiento que la luz de las estrellas se intensifica, y también se unen al coro. La cantamos como si fuera nuestro himno. En las últimas notas dejo a mi alma sola. Le gustaba terminar la canción en solitario. Le ponía unos adornos increíbles. Y esta vez tampoco es menos.   

Al acabar, sale lentamente de debajo de la cama, me mira a los ojos, se va acercando, y cuando escucho su aliento frente a mí nariz, me pide que abra los ojos, muestra lo que guarda en el puño, y una luna llena sale, y se eleva hasta el centro de la habitación. Todo el entorno se transforma, en un paisaje marítimo. Estoy encima de mi velero, a lo lejos se divisan, las luces del pueblo pesquero y el puerto, en una noche de luna llena. Siento la brisa marina en mis mejillas. No estoy soñando. El mar ha vuelto a vencer la oscuridad.