martes, 9 de junio de 2020

La vela y el mar oscuro

La cándida luz de una vela en sus últimos compases, se apodera de la habitación. Cómo un último suspiro, reclama su lugar entre esta oscuridad, formada por distintas capas de negro. Se adentra entre ellas como el aguijón de una avispa penetrando a la piel, y poco a poco expande su tenue luz, tratando de convivir con los tonos oscuros que gobiernan el espacio. 

Desde mi rincón observo la belleza de la escena. Es un baile entre los sentidos opuestos, una lucha entre el más fuerte y el más débil. ¿Podrá la perseverancia y la determinación vencer el miedo y las dudas? - Me pregunto, mientras le pido a mi alma que salga de su escondite debajo de la cama. 

Fijo mi mirada en la llama, como un arquero apuntando a su objetivo. Trato de no desviarla en ningún momento, quiero transferirle toda mi energía. Los tonos negros empiezan a teñirse ligeramente de gris, y las capas más suaves de oscuridad incluso parece que empiezan a evolucionar hacia azul marino. Imagino que la habitación es un infinito océano, y yo estoy en la cubierta de mi velero, observando el amanecer. 

Incluso me parece como si soplara la brisa marina, y me invade esta sensación de libertad, que provoca el rugido de las olas. 

Mi alma, quiere decirme algo. Escucho un leve susurro, pero no llego a comprender su mensaje. Mantengo mi atención en los últimos latidos de luz. Quiero ayudarla, a sobreponerse a la tiranía de la oscuridad, pero algunas capas son tan profundas que aunque lo intenta con todas su fuerzas le resulta imposible penetrar en ellas, y se apaga.  

Nos quedamos prácticamente a oscuras, y escucho mi alma sollozar. Siempre le ha aterrado enfrentarse a este tipo de adversidades. Mi corazón late con fuerza. ¿Estamos solos? 

De forma instintiva cierro los ojos con suavidad, y estudio el espacio que me rodea. Quiero comprender mis sentimientos.  

Mi mente pasea por los diferentes niveles de oscuridad, y busca un lugar donde sentarse y reposar. Después de estudiar cada rincón a la perfección se decide por la capa más oscura, donde gobierna el negro más profundo de todos. Se sienta allí y observa, hasta que pequeños destellos de luz empiezan a aparecer alrededor. Estos se convierten en estrellas. 

Mi alma se remueve bajo la cama, y saca su mano. Tiene el puño cerrado, parece que esconde algo. 

-Canta la canción que cantabas en la playa cuando todo el mundo dormía. - Me pide. 

Abro mis ojos, y con una breve sonrisa, trato de recordar la letra y la melodía. Empiezo a cantarla a un volumen casi imperceptible y la música me va transportando a un hogar y un tiempo lejanos. 

-Canta más fuerte. Tienes que despertarlos a todos. Que se unan a ti. Cómo si fuera un coro celestial. - Dice ella emocionada. 

Yo voy subiendo el volumen progresivamente, hasta que alcanzo el cénit. Un estado de máxima motivación. Escucho como mi alma me acompaña con su voz de soprano. Solo se limita a hacer un coro sencillo, aunque la emoción que le pone es tremenda. Presiento que la luz de las estrellas se intensifica, y también se unen al coro. La cantamos como si fuera nuestro himno. En las últimas notas dejo a mi alma sola. Le gustaba terminar la canción en solitario. Le ponía unos adornos increíbles. Y esta vez tampoco es menos.   

Al acabar, sale lentamente de debajo de la cama, me mira a los ojos, se va acercando, y cuando escucho su aliento frente a mí nariz, me pide que abra los ojos, muestra lo que guarda en el puño, y una luna llena sale, y se eleva hasta el centro de la habitación. Todo el entorno se transforma, en un paisaje marítimo. Estoy encima de mi velero, a lo lejos se divisan, las luces del pueblo pesquero y el puerto, en una noche de luna llena. Siento la brisa marina en mis mejillas. No estoy soñando. El mar ha vuelto a vencer la oscuridad. 


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