Llevaba más o menos
un par de años, con una profunda crisis emocional, de la que no
conseguía salir de ninguna de las maneras. Trataba de aclarar mis
ideas y mis pensamientos, pero cada vez me quedaba más atrapado
dentro de ellos.
Ya estaba harto de
esa maldita actitud pasiva ante todo, y de esa des motivación por la
vida, así que decidí ir a visitar a el gran maestro. La persona más
savia de nuestro pequeño pueblo. Un hombre que según decían, tenia
remedio para todos los males.
Salí a la calle,
después de dos meses encerrado en las cuatro mismas paredes. La
verdad, es que al principio me sentí muy extraño. Como si estuviera
andando por un planeta desconocido, el sonido del viento me
aterrorizaba, y todas las personas que me rodeaban, me parecían
extraterrestres, actuaban de una forma tan extraña, y la luz del Sol
atacaba mis ojos de una forma tan salvaje como desconocida para mí...
Crucé la calle para dirigirme a la cabaña del gran maestro que
estaba a las afueras del pueblo. Observaba los edificios, de mi
alrededor con una gran expectación. Como era posible, que hubiera
tales maravillas arquitectónicas cerca de mi casa, y hasta ahora, 4
años después de llegar al pueblo, no me hubiera dado cuenta. Pero
no me quería entretener con ellos, así que seguí andando.
Al cabo de 10
minutos llegué a la cabaña del maestro. Un pequeño habitáculo de
no más de 30 m2, echo con cañas, troncos y todo tipo de materias
primeras del bosque.
Llamé a la puerta y
una voz joven me contestó. Salió un chico de no más de 45 años.
De lo más normal, vestía con unos tejanos, y una camiseta blanca.
- Buenas tardes – Me dijo con voz suave, - A que se debe tu visita-Le expliqué todos mis problemas, y tal y como me sentía últimamente, y me mando pasar dentro.
En medio de la
cabaña había una enorme ruleta con diferentes símbolos y palabras
escritas. El maestro me acostó una silla, y me mandó sentarme junto
la ruleta, y me invitó a tirar.
Lo miré un poco
incrédulo, pero al final giré de la ruleta con todas mis fuerzas.
Se paró en la
palabra generosidad.
El maestro se apunto
la palabra generosidad en una pizarra que había colgada en la pared
de la habitación.
- Sigue tirando- Me dijo.Le hice caso, y la ruleta esta vez se paro en la palabra sonrisa. El maestro la apuntó y me volvió a pedir que tirase. El mismo proceso se repitió hasta tres veces más.Al final las palabras apuntadas en la pizarra fueron las siguientes: Generosidad, sonrisa, Actitud, confianza y superación.
El gran maestro se
levantó me miró a los y me dijo.
- Bien chico, tengo unos deberes para ti. Quiero que durante el próximo mes hagas cada día un acto de generosidad en tu vida, regales una sonrisa a alguien, y siempre que te levantes y te mires al espejo le mires al espejo y le sonrías, explicándole tus cualidades, y tus defectos y lo que harás para cambiarlos, después quiero que antes de salir a la calle te recuerdes a ti mismo de todo lo que eres capaz de hacer, y que vas a luchar hasta el final pase lo que pase, para conseguir tus objetivos diarios. Una vez hayas conseguido esto vuelves a verme.En oír sus palabras me sentía más lleno de confianza y energía, tenia muchas ganas de empezar mis deberes, así que me despedí del maestro con una sonrisa y me dirigí a casa. Y me sentía fenomenal porque ya había cumplido un pequeño trozo de mis deberes, sonriendo al gran maestro.
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