martes, 5 de agosto de 2014

La Felicidad

Hoy quiero sorprender con mi visita a un viejo amigo, hago las maletas y me pongo en marcha. Mi cerebro arranca los motores, y mi mente se eleva hasta el infinito.
Encuentro mis pensamientos en una nube azul, intentando romper mi profundo sueño, y el descanso de mi órgano superior.
Sigo volando cuando me cruzo con mis miedos. Realmente estos si que impresionan, son como un enorme huracán devastador que arrollan todo granito de esperanza y felicidad que encuentran frente a él. Trato de apartarlos de mi camino, pero son tan poderosos que me hacen perder el equilibrio y caer de bruces al suelo. Me quedo unos minutos inconsciente, y luego me levanto. Necesito unos segundos para poder saber dónde estoy y que me ha pasado. Cuando logro comprendelo, sigo mi viaje a pie. Quiero llegar hasta la guarida de la felicidad, sentarme junto a ella un rato y charlar sobre nuestros planes de futuro.
Después de dos horas andando sin rastro de la felicidad ni de su guarida, me encuentro un cruce en medio del camino. Mi nivel de frustración aumenta a pasos de gigante, y ahora que hago? Me pregunto. Si me equivoco de camino puede ser que no llegue nunca a mi destino. Súbitamente oigo voces detrás del acantilado, así que me decido a subirlo, para preguntar que dirección debo tomar. Una vez he llegado al origen de las voces, descubro que los propietarios de ellas son viejos amigos del instituto de los cuales me había olvidado de todos sus nombres. Uno de ellos se gira, y avisa a los otros de mi presencia. Me miran todos con ojos curiosos, pero ninguno de ellos, me reconoce. Les explico mi problema, y ellos me indican el camino que debo tomar para llegar a la guarida de la felicidad, y luego nos despedimos.
Así que seguí las indicaciones de mis viejos amigos y llegué justo delante de mi corazón. En él había unas escaleras que llevaban a una pequeña puerta entreabierta, así que subí y entré. Ni rastro de la felicidad. Salí de la casa y me dirigí al jardín que había detrás de mi corazón. Se había montado una cabaña junto al álamo, y ella estaba dentro regando unas rosas de la ventana. Llame su atención, y se giró sobresaltada:
  • Chico, que haces por aquí? No esperaba tu visita- Me dijo
  • Verás, es que últimamente estoy un poco perdido en mi vida, no encuentro la motivación, y llevo unos días muy triste, y he decidido venir a visitarte para charlar un poco, a ver si consigo hacerte sonreír y vuelves a mi corazón.- Dije yo
    Así que nos pasamos toda la tarde hablando sobre las locuras que había, hecho yo años atrás, Nunca había visto una persona reírse tanto como lo hizo ella. Así que cuando terminamos de hablar, me dijo:
  • Bien chico, debo confesarte que nadie me había hecho reír tanto como tu lo has hecho esta tarde, así que volveré a mi guarida natural.
    Contento de haber conseguido mi objetivo, le sonreí, y me volví hacia el camino. Aún me quedaba un largo viaje de vuelta.


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