lunes, 23 de octubre de 2017

Los trobadores

Los trobadores llegan a la ciudad al amanecer. Los habitantes hoy despiertan llenos de emoción, por escuchar nuevas histórias, que les permitan soñar, y les trasladen a tierras muy lejanas. Aunque sólo sea en su imaginación. Sienten curiosidad para saber como viven en el norte del continente, que tradiciones siguen, y si allí también hace tanto frío.
Estan ansiosos para ver los atrevidos disfraces y escuchar las divertidas histórias de los trobadores, que romperan la monotonía de sus tristes y aburridas vidas, aunque sea sólo por unas horas.
Muchos ciudadanos guardan algunas monedas, como recompensa por el entretenimiento, a sabiendas que los trobadores se crecen cuando escuchan el sonido de las monedas caer en sus sombreros, y cantan canciones hasta que se pone el Sol.
Algunos de los habitantes más pobres salen a la plaza solo para sentir el poder de tener dinero, o imaginarse que son reyes o reinas de alguna poderosa nación, sintiéndose como los protagonistas de las canciones. Los más ricos, se paran a la plaza para valorar todo lo que tienen, para escuchar canciones sobre gente pobre, que tiene que trabajar muy duro para llegar a fin de mes. Esto les hace acordar de lo que les costó llegar donde se encuentran ahora. Y empatizan con los pobres que se congragan en la plaza.
Las diferentes personalidades y grupos de personas se van uniendo a la multitud. Los más excéntricos y los más discretos. Todos juntos viven las mismas histórias de diferentes formas, pero les hace ver más allá de la realidad. Entienden que hay un mundo más extenso y complejo que el suyo, muchas personas que viven de formas muy distintas a ellos, pero esto no les hace ni mejores ni peores.
Las diferencias conviven en la plaza, y los habitantes se miran los unos a los otros con indagación. Las canciones de hoy, les han despertado la curiosidad para conocer más a sus vecinos. A los desconocidos que se topan por la calle, quizás el gran afán para conocer a los extranjeros del norte del continente, ha impedido que se relacionasen con los otros habitantes del pueblo.
El Sol se pone, y la música se diluye al mismo tiempo que la luz del día. Los trobadores recojen sus instrumentos, y cargan sus bolsillos con las monedas que han recibido en esta existosa jornada laboral, para seguir su camino hacia otras ciudades.

Los espectadores, empiezan a hablar los unos con los otros, y se quedan todos a la plaza, para ellos la velada aún no ha terminado. Estan disfrutando conociendose los unos a los otros, y descubriendo las personalidades tan opuestas a las suyas. Nunca se habian sentido tan bien.

miércoles, 11 de octubre de 2017

Los árboles

Los hombres caen en el campo de batalla, pero los árboles siguen de pie, esperando pacientemente el fin del conflicto. Observan con tristeza la carniceria que los merodea.
Se miran los unos a los otros sin saber que hacer. Nadie se atreve a dar el primer paso. Algunos estan aterroziados por el sonido de los cañones.
El último batallón de soldados se lanza ferozmente contra el multitudinario ejército del enemigo. Todos ellos son conscientes que aquello es un suicidio. Aquella batalla está perdida desde hace ya mucho tiempo. Pero prefieren morir con honor, antes que tener que volver a casa derrotados y cabizbajos. Quieren que sus famílias sepan que murieron como hombres de verdad. Luchando por su pátria. Y el país les haga un homenaje, como es debido con los héroes de su talla.
Todos ellos son abatidos en menos de media hora.
Empieza a caer la noche y el único rastro que queda del sangriento combate que se acaba de librar, es la respiración desbocada de los pocos heridos que aún restan con vida, esperando una muerte rápida e indolora.
Los árboles murmuran entre ellos. Se palapa la tensión en el entorno. Después de una breve discusión, el que parece más viejo, levanta sus raíces del suelo con dificultad y empieza a andar, echa un vistazo rápido a la zona para asegurarse que se encuentran fuera de peligro, y avisa a los otros para que lo sigan. Uno a uno van levantando sus raíces del suelo, y se van acercando al otro árbol.
La tierra tiembla cuando andan, y un extraño sonido resuena por todo el bosque. Són sus llantos.
Lloran, porque estan hartos de tener que huir de tierras y campos infectados por la sangre de los avariciosos hombres, se han cansado de ver los hombres matarse, por tesoros o territorios estratégicos. No quieren escuchar más el sonido de los cañones, ni de los soldados caer muertos al suelo. Todo esto afecta sus sentimientos y emociones. Los humanos se creen, que sólo están ahí, para hacer bonito, y para que ellos puedan pasear por estos verdes y frondosos bosques.
Pero ellos también se sienten parte de este mundo, y se les encoge el corazón viendo tanta violencia y crueldad.
Huyen hacia tierras tranquilas, donde puedan reírse e incluso bailar. Donde los pájaros canten sin miedo a ser cazados, y los hombres vivan en el bosque con pequeñas casas de paja, y les agradezcan su cobijo en días de lluvia y su sombra en los días soleados.  

A pesar de todo lo que acaban de ver, miran al horizonte con ilusión. Están convencidos de que pronto van a encontrar un hogar tranquilo donde podrán continuar sus vidas felizmente sin interrupción.

lunes, 9 de octubre de 2017

Desde mi cabaña

El sonido de las sirenas se escucha a la lejanía. Se aproximan con el viento, que además nos trae el hedor de las alcantarillas de la gran ciudad. Dónde ya hace más de una semana que reina el caos.
Desde mi pequeña cabaña en el bosque, me mantengo al margen de todos los conflcitos, lejos de las hipótesis y soluciones que sólo los más osados se atreven a dar.
Es más sabio reflexionar sobre las injusticias, desde la distáncia, alejado del miedo, las pasiones o de las presiones de las masas. Así ves, que no existen ni héroes ni villanos. Que sólo somos humanos, y todos nos equivocamos. Algunos más que otros, cierto, pero somos integramente imperfectos, y merecemos ser perdonados, y recibir nuevas oportunidades.  
En mi pequeña cabaña, me doy cuenta de la necedad del ser humano, cuando se siente acorralado o está asustado, y lo fácil que se vende a sus emociones y pasiones. Creo que es el único ser vivo que no usa el sentido común en los momentos más críticos.
Ahora me construyo unos pequeños prismáticos, para echar un vistazo a la ciudad. Se me encoje el corazón al ver famílias discutiendo, países enfrentados y gobiernos enriqueciéndose a costa de la ignorancia de sus seguidores, y yo aquí apartado de todo, sin hacer nada al respecto.
Trato de colaborar en la causa, en ayudar a la sociedad a prosperar, y se me ocurre que quizás estoy demasiado solo, en mi cabaña, que la compañia de mi dulce perrito, es muy grata pero necesito compartir con algún otro ser de mi raza. Alguien con quien pueda reflexionar, y pueda aprender, y yo le pueda enseñar, y aportar mi granito de arena en su evolución.  Alguien que me haga enfadar, pero que después me haga dar cuenta que no valió la pena hacerlo.
Probablemente, después ya no me sentiría como un extraño individuo, tan diferente del resto del mundo, y podría experimentar lo que es la empatía de primera mano.

Tal vez luego perdería los papeles, y me convertiría en uno de estos antipáticos hombres que se quejan por todo, y creen que el mundo es una ruina, pero al fin y al cabo confío en que aparecería alguien benevolente y piadoso y me daría otra oportunidad, me perdonaría los errores, y me llevaría a ver el mundo desde otra perspectiva, y así vería que no todo está tan mal como se ve desde mi cabaña.