jueves, 29 de diciembre de 2016

El vuelo de las águilas

Perseguimos la eternidad y escapamos de la muerte. Huimos de la realidad. Nos asusta todo lo desconocido, el misterio resulta incómodo. Sueño con las gaviotas planeando sobre la costa, y las olas golpeando con fuerza el acantilado. El Sol brilla muy alto y nosotros yacemos sobre la playa. Recordamos nuestro pasado, y elegimos los recuerdos que queremos revivir. Separamos todos los malos, y los enterramos debajo la arena mojada, y guardamos los buenos detrás de nuestras pestañas. Para verlos eternamente cuando andemos.  Cada paso que doy hace vibrar mi corazón, se me escapa alguna lágrima de la emoción. Puedo ver a todos  mis seres queridos, y disfrutar de aquellos paisajes que tanto me relajaba contemplar. Una vez terminada la secuencia, me siento sobre la arena de nuevo, y susurro a tu oído. Te cuento todo lo que he visto. Tú sigues dormida, aún estás sumergida en tus propios recuerdos. Aquí todo parece tan fácil, que es difícil asumir, que esto no es real.  Que nuestro mundo está ahí abajo, con todas las complicaciones y los inconvenientes. A veces cuesta vivir en él, incluso te planteas renunciar a todo y rendirte, pero todos los habitantes tenemos sueños, que aspiramos a cumplir algún día. Cuando dejamos de creer en nosotros, y queremos echarlo todo por la borda, subimos aquí arriba para relajarnos, y darnos cuenta de todo lo que hemos vivido hasta ahora. Compartimos nuestros temores y nos damos cuenta de que no estamos solos, que todos sufrimos en silencio, y que no somos tan diferentes de los otros.
Nuestro mundo parece tan pequeño desde aquí, que cuesta de creer que haya tanta gente sentada a mi alrededor mirando abajo, buscando el momento perfecto para volver, y seguir su camino.
Las águilas vuelan cerca de nuestros pies. Las estudio detalladamente, y trato de decidir cuál de ellas es la más confortable. Una vez he tomado la decisión, espero que la elegida, pase justo por debajo mío, y salto a sus espaldas. Aterriza en el jardín de mi casa, sobre el almendro centenario. Bajo con cuidado, y me despido de ella con un movimiento de cabeza, ella deja escapar un pequeño grito de victoria. Veo como se aleja entre las nubes, y entro en casa. Todo sigue tal y como lo había dejado. Pero el tiempo ha pasado, me miro en el espejo, y distingo algún pelo blanco en mi cabellera. Quizás la próxima vez no debería demorarme tanto tiempo ahí arriba. Voy a la habitación y preparo la maleta, cojo todo lo necesario, y me dirigo a la estación. El último tren pasa dentro de diez minutos.

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