miércoles, 13 de julio de 2016

En un reino desafortunado

Tus pasos se acercan pero ya no tengo miedo. La responsabilidad que caía sobre mi ha desaparecido.
Todo lo que se mueve a mi alrededor me produce una enorme curiosidad pero no me atrevo a tocarlo. Aún me siento incapaz de salir de todo lo que se aleja de mis própios esquemas.
Mis debilidades se han escondido detrás de la oscuridad, y las estrellas iluminan mis mayores virtudes. Cuántos pasos me faltan para llegar a mi objetivo? Ya no creo en el destino, y la suerte me ignora a menudo, así que descubro mi própia fortuna lejos de profetas y sabios. En una tierra desconocida creceré mirando como fluye el agua del río y cómo emigran los pajaros.
Quizás algún día sueñe que me convierto en un gigante, y veo el mundo tan pequeño que apenas tenga tiempo para analizarlo.  Me daré cuenta que ya no soy un niño, y que es la hora de tomar decisiones. Dar un paso adelante sin mirar atrás. Podría imaginarme sentado delante del anochecer escuchando las olas del mar repicar pero se que primero tengo que contemplar con atención la salida del Sol.
El verano se acerca, pero el frío del inverno sigue atrapado en mi cuerpo. Puedo relajarme sobre la arena de la playa, y cruzar todos los oceános hasta llegar a la isla que aparece frecuentamente en mis sueños. Y allí reencontrarme conmigo mismo. Sin darme cuenta de la dirección en que sopla el viento, podría subirme en el árbol más alto, y esperar a que un barco cargado de buena suerte atraque en la isla, y invada hasta el último rincón.
Hoy pero, siento que esto ya no me apetece. Quiero salir a la calle con los bolsillos vacíos sin saber a dónde ir, econtrarme con el infortunio, y ser capaz de combatirlo la próxima vez que nos enfrentemos. Se dice, que quien es capaz de derrotarlo conisgue la llave de la felicidad eterna. Un premio realmente valioso para todos aquellos guerreros que han sobrevivido a numerosas batallas y que han sangrado para cambiar el rumbo de sus desdichadas vidas.

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