martes, 3 de mayo de 2016

La ciudad abandonada

Soy el ultimo en coger el timón. Conduzco con sumo cuidado hasta que llego a tierra firme.
Todo es tan bonito aquí, que mis miedo se simplifican con los primero rayos de Sol.
Y mis debilidades, se convierten en mi pequeño tesoro, el cuál entierro debajo de la arena de la playa·
Las calles vacías me muestran el camino de la compasión, y aparcan el egoísmo en la orilla del río.
Cada paso que hago diluye una gota de los charcos que esconden la avenida prinicpal de la ciudad.
La sombra de los árboles ya se ha extingido detrás de la oscuridad, pero aún puedo escuchar su fatigada respiración. Creo que mi preséncia ha vuelto a despertar sus sentidos.
En este momento pongo mis manos sobre uno de ellos, para sentir cómo renace de las cenizas de la oscuridad. Quiere sobrevivir a pesar de la decadéncia de su hogar. Me pide que le dé a él y a sus compañeros una nueva razón para seguir cobijando aquella ciudad que tanto habían querido, y que la avarícia de los hombres la ha convertido en un montón de runas.
Veo sus recuerdos, los más bonitos y los más tristes, y siento su profundo amor por este lugar.
Los años pasan y las personas cambian. Algunas se convierten en luchadores, mientras otras se pierden en sus própios fracasos. Pero siempre habrá algo que permanecerá intacto: nuestras vivéncias. Las cuáles nos hacen sentir especiales, y se convierten en aquello en lo que nos identificamos.
Saber que todos tenemos alguien en quien confiar y con quién compartir nuestros miedos, y que equilibra nuestros sentimientos en los peoes momentos.
Miro a estos viejos árboles y trato de comprender porqué se sienten tan solos. Hasta que me doy cuenta que estoy sentado sobre el hogar dónde crecí. Me tumbo en el suelo y empiezo a recordar mi juventud con una sonrisa en los labios. Lentamente oigo como los árboles de mi alrededor despiertan por completo, y me siento protegido por su sombra. Al mismo tiempo que les susurro al oido que nunca más huíre ni olvidaré mis buenos recuerdos.

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