Llega
un momento en que nuestras sonrisas se escapan con el viento. Y nos
convertimos en pasajeros de nuestros sueños. Se cruzan nuestros
caminos, sin intercambiar ni una sola mirada. Es tan duro resistir
esto que necesitamos un refugio dónde sanar nuestro profundo dolor
emocional.
Si
consigues adivinar la dirección en que sopla mi vida, puede que tomes de nuevo el rumbo de nuestro barco sin vela, perdido en medio
del océano.
Planearemos
un viaje sin retorno, para recuperar nuestra visión nocturna. Dónde
crece la oscuridad, se desarrollan historias sin fin, allí nos
sentiremos a salvo, y desataremos todos los nudos de nuestro cuerpo
para sentir el calor del Sol más profundamente.
Es
un recorrido duro y inseguro. Somos tan incapaces de sentir la
ilusión en nuestros corazones que no nos damos cuenta de las marcas
de nuestros pies en el camino.
Las
alas que vuelan sin sentido, y las ruedas que giran en dirección
contraria. Un montón de factores que nos hacen tambalear y perder el
equilibrio. Nuestras posesiones se hunden en el suelo. Cavando tan
hondo como sea necesario para caer en el olvido.
Un
aleteo de mariposa es suficiente para desaparecer dentro de ti mismo,
y evadir la línea espacio tiempo. Superar todas estas
irregularidades que la vida nos propone y ser capaz de dejar la mente
en blanco, sentirse dentro de un cubo magnético, y reflexionar sobre
la existencia humana.
Todas
esas cosas que te parecían imposibles, tienen otro color dentro de
esta habitación. Es solo cuestión de tiempo que superes el miedo
que protegía tus intenciones, y busques un nuevo lugar dónde
respirar, alguna parte dónde gritar de nuevo, y
poder sentir como tu Dios vuelve a cantar por la ventana.
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