lunes, 15 de diciembre de 2014

Cuento de Navidad

Te sientas delante del atardecer, y observas la caída del Sol. Tienes la posibilidad de abrir tu armario, y escoger los sueños que vas a vivir hoy. Mirar adelante y tropezar con la razón de nuestro aprendizaje.
Mirando la luz solar, he perdido gran parte de mi visión. Así que invierto mis funciones vitales. Me duermo al lado del Sol, y despierto flotando en la luna.
Traduzco mis miedos a alegría, y me sale mal la cuenta de los kilómetros que me quedan por recorrer hacia la felicidad.
Puedo mezclar la debilidad con un poco de sabiduría, y derrotar la tiranía de masas. Si me siento de espaldas a la luz puede que de esta forma consiga enamorar a los locos que inventaron las palabras y borraron nuestras imágenes.
Una noche de sueños rotos, inunda nuestros ojos,  lejos de nuestro hogar. Los sentimientos se van, mientras ellos inventan canciones bajo la luna. Tejiendo los versos de la inmunidad para nuestros hijos, se liberan los fantasmas atrapados en nuestras almas.

Así termina nuestro cuento de Navidad, con tres reyes buscando el tesoro que han perdido las estrellas extraviadas de nuestros corazones, por los campos de oro que se extendien por nuestras manos. Así que cuando los reyes se cansan de buscar sus tesoros, el primero de ellos, corta una espiga del campo, y se la regala al recién nacido, el segundo se decide por cortar una espiga y encender una punta para que se convierta en una bengala de oro, el tercero  harto de trucos de magia opta por acercarse al recién nacido, hacerle sonreír, capturar su sonrisa, y guardarla en una caja circular. Se acerca a la estrella que ilumina el camino de los pastores y la sustituye por la sonrisa del bebe, que resplandece en el negro cielo como la luz de la esperanza. 

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