1,2,3... La ruleta
empieza a girar. Una manada de cuervos pasa por delante de mis ojos,
mientras oigo la cuenta atrás en mi mente. Elijo un color para mis ojos,
elijo mi pelo. Me olvido de mis recuerdos y dejo el miedo sobre la
mesilla de noche. El juego ha comenzado, y la vida pierde todo su
sentido.
Todo aquello que
elegí: mi pareja, mi casa, mis amigos, mis mascotas y mi familia se
desvanece en una cálida nube de sueños románticos.
Yo solo frente al
mundo, desafiando la ley del tiempo. Tic tac, el reloj ya suena en
mi pecho. Es el pulso del destino que alimenta mi aliento y da fuerza
a mis piernas.
Me paro para a
olvidar todos los fotogramas que perturbaron mi vida, me desnudo, y
le expongo mi cuerpo al sol.
Elijo una canción
para este momento, y 4 versos que lleven la paz a mi mente, y abracen
mi cerebro para que crezca como un joven árbol en la selva de la
sabiduría.
Elijo un camino, que
me desvié de la soledad y el olvido, mis pies andan firmes, notando
el cálido tacto de la arena en la punta de los dedos.
Me siento junto al
río, para escuchar sus últimos consejos, y ver como mi mente se
sumerge debajo de su agua.
Tomo una foto, para
recordar este dulce instante. Un único árbol, que resalta en el
campo de tulipanes, junto el abismo con un largo y alto columpio, que
te permite tirar-te por el precipicio un momento y volver a la
realidad al instante.
Las nubes dibujan
una sonrisa en el cielo rojizo, y los pájaros vuelven de sus
aventuras africanas.
Por ultimo quiero el
elemento más especial de este lugar. Un objeto que con solo recordarlo
pueda volver a oler este lugar, y me permita oír el sonido suave
de este viento en mis oídos. Lo busco por todas partes, cuando de repente miro mi mano. Una carta? El tres de diamantes?
De golpe me
despierto en una mesa del Casino Bellagio de Las Vegas. Con un traje
blanco, y un terrible hedor a alcohol. Con un billete de 100 dólares
en la mano izquierda y la carta del tres de diamantes en mi mano
derecha, mi amuleto de la suerte, o mejor dicho esta noche de la mala
suerte.
Delante mío gira la
gran ruleta. Poco a poco va perdiendo velocidad, hasta pararse en el
número 18.
A mi lado un hombre
gordo, con un puro consumiéndose en sus labios me mira y me dice: Lo
siento chico pero hoy no ha sido tu día.
Me levanto de la
mesa tambaleándome, busco en mi bolsillo las llaves de mi Porsche
para irme a casa, y de repente recuerdo que esta noche he apostado
toda mi fortuna en esta última tirada, y lo he perdido todo. Pero súbitamente me vuelvo a encontrar con esta carta en mi mano: el tres de diamantes. Que curioso. La miro y fijamente, y... Tic tac tic
tac, la ruleta vuelve a girar y la carta se convierte en el árbol
solitario en el campo de tulipanes, y yo estoy sentado en el columpio
al ritmo del viento disfrutando de las vistas del infinito.
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