Un ser extraño se
apoderado de mi corazón. No sé si se llama Satanás o Gabriel.
Trato de hablar con él pero parece que no puede escuchar mis
palabras.
Tomaré un bote de
pintura de mi armario y le escribiré mis cuentos en el espejo, haber
si cuando se vea reflejado en el es capaz de leer mi historia.
Parece que sabe
leer... porque de repente no lo oigo, mi corazón vuelve a estar
vacío. A mi lado reina una incomoda tranquilidad.
Me levanto de la
silla, y me dirijo a mi armario, dónde guardo las viejas botas que
me regalo el abuelo para mi decimosexto aniversario, que buenos
recuerdos que me traen... Maldición han desaparecido. Pero a mi
izquierda puedo distinguir sus huellas, que salen de mi habitación,
y bajan por las escaleras, para salir al jardín, y plantarse delante
del viejo álamo. Allí termina su rastro.
Un rayo de sol,
intimida mi mirada, que se desvía hacia al cielo. Puedo distinguir
mis viejas botas colgadas de la rama más elevada del álamo. Me voy
a buscar una escalera en el garaje, y cuando vuelvo las botas han
desaparecido. Suena música en la calle, que diluye el Sol, y
despierta los pájaros. Un gato negro debajo un coche se sobresalta,
en descubrir mis botas puestas en sus pies. Pero parece sentirse bien
con ellas, o eso es lo que parece decir su siguiente mirada.
Me acerco lentamente
al coche para no asustarlo, y cuando estoy lo suficientemente cerca,
lo llamo, para que se me acerque. Pero solo consigo que se levante
con las botas puestas, y empiece un lento desfile hacia la casa
vecina.
Lo sigo
sigilosamente, hasta que se para en la puerta, y con mucha delicadeza
y estilo se quita las botas, las deja junto a la puerta, y entra a la
casa por la gatera.
Me acerco a ellas, y
cuando estoy delante alargo la mano para cogerlas. Pero me caigo de
bruces al suelo. Y las botas ya no están ahí. Me levanto dolido, y
me vuelvo decepcionado a mi habitación. Me tiro en la cama y sin
saber porque empiezo a llorar, hasta caerme de cama. No entiendo que
me está pasando, es que me estoy volviendo loco de repente? Y de golpe veo las botas debajo de mi cama. Nuevas, como el día que el
abuelo me las regalo.
En ese momento mis
ojos se iluminan, y recuerdan el primer día que empece a andar de la
mano del abuelo, aquellas tarde en el río escuchando las historias
del abuelo que tanto me gustaban, o aquella primera canción con la
guitarra queme enseñó el abuelo. Que recuerdos...
Vuelvo a sentir este
curioso ser extraño en mi corazón. Pero ahora ya no es tan extraño,
sé que no se llama ni Satanás ni Gabriel, y creo que lo conozco
mejor que cualquier persona de la Tierra.
Creo que le voy a
contar una de mis historias favoritas que habla sobre un chico de 18
años, que se va a pescar con su abuelo.
Parece ser que la
historia le esta gustando, porque como mas va avanzando la trama, más
lleno se siente mi corazón.
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