viernes, 17 de noviembre de 2023

La melodía fantástica

 La melodía que salía de aquella ventana contrastaba con la tormenta que se avecinaba. 

Aquella tarde salí a pasear como de costumbre. Soy un hombre de rutinas, me ayudan a focalizar mi atención, clarificar mis ideas y atenuar mis miedos. 

Me guiaba por mi intuición, a donde me llevara mi subconsciente. 

Mi casa queda un poco alejada del pueblo, cerca del valle. Me gusta la tranquilidad y la quietud que se respira aquí. 

Era una tarde nublada y fría, un verdadero día de otoño. Podía predecir que la lluvía llegaría pronto, y daría aún más intensidad a los colores cálidos y a este sentimiento de melancolía tan típicos de la estación. 

Aunque llevaba tiempo viviendo allí, cada vez que salía descubría nuevos elementos en el paisaje. Era cambiante como mis  emociones. 

Seguí por la ruta que me marcaba mi subconsciente, que siempre encontraba lo que necesitaba, acorde con mi estado anímico. 

Cerca de una pradera, encontré un sendero estrecho, con una ligera pendiente. No me acordaba de haber pasado antes por allí. 

Mis sentidos se empezaron a agudizar a medida que iba avanzando. El viento traía una bella melodía, venía de lejos, pero mis pies no se detenían. Avanzaban hacia el origen de aquella música. 

A medida que me iba acercando, las nubes se iban volviendo cada vez más oscuras. La lluvia ya había llegado e iba acompañada de una tormenta. Debía buscar un refugio pero mis pies no podían parar. Querían averiguar de dónde salía aquella melodía. 

A lo lejos divisé una cabaña, solitaria en medio de la pradera. La canción salía de la única ventana que tenía aquella construcción. Contrastaba con la tormenta que se avecinaba. Era bella y relajante. La más bonita que había escuchado nunca. 

Corrí para llegar antes que me alcanzara la tormenta. Pero me llevé una gran decepción al averiguar que no tenía tejado. Eran cuatro paredes con una ventana y una puerta. 

Empezó a llover a cántaros, y la melodía me empujaba dentro de la cabaña. Era muy pequeña, solo cabían dos personas.   

La melodía empezó a penetrar en mi mente y a relajar mis músculos y emociones. Me impregné del poder de cada una de las notas que emitía aquella cabaña. Me sorprendió que a pesar de no tener tejado no estaba mojando dentro de la cabaña. ¿Cómo era posible? Salí, para comprobar que estuviera lloviendo de verdad, y quedé empapado al cabo de diez segundos. Volví a entrar y mientras la melodía entraba de nuevo por mis oídos y se alineaba con todos mis sentidos no me cayó ni una gota. Estaba a salvo allí, y la música era mi refugio. También para mis miedos y ansiedades. Lo relativizaba todo y me recordaba porque debía seguir luchando por conseguir mi mejor versión. 

Me quedé allí hasta que pasó la tormenta, y volví a casa por el mismo camino, todavía hechizado por el efecto de la melodía, anhelando la llegada de un nuevo día, impaciente por descubrir la próxima sorpresa que me depararía el mundo.   

 


Mr Asertivo

 Era Carnaval, y Adam quería disfrazarse como todos los niños para el concurso de su colegio. Pero el único disfraz que encontró en casa era uno de superhéroe. Era de su hermano, rojo y blanco con una S plateada en el pecho, necesitaba una pinza para aguantar la capa de color rojo. Su familia no tenía suficiente dinero para comprarle otro, así que se tuvo que conformar con aquel. 

No le gustaban los superhéroes corrientes. Eran demasiado perfectos, y él estaba rodeado de imperfección: su familia, sus problemas en el colegio, el dinero, la casa donde vivían…  Los superhéroes, no lo habían salvado nunca de aquel desastre. Él solo quería una familia normal y llevar una vida feliz y equilibrada como la mayoría de sus compañeros. 

Sabía que no podía salir a la calle con aquel disfraz viejo y roto sin más. Debía buscarle un sentido distinto, sino sus amigos se reirían de él y sería otra vez la vergüenza de todo el colegio.  

Pero como Adam era un niño especial, tenía mucha creatividad. La imaginación era lo que le había mantenido con vida en las peores situaciones, se inventó un personaje. Un nuevo superhéroe. Le llamó Mr Asertivo. Alguien imperfecto, con unos poderes muy específicos. Capacidades poco usuales en la sociedad materialista actual. Alguien que sabía escuchar y tenía empatía, que reconocía sus errores y no tenía miedo a mostrarse vulnerable. Porque los superhéroes son auténticos, y esto es lo que a él le hacía sentir diferente, lo que marcaba su personalidad. Pero a veces nos empeñamos en ser fuertes, no expresar nuestras emociones ni nuestra sensibilidad para no parecer débiles. Eso Adam no lo compartía. Sabía que para poder superar todos sus problemas era necesario hacer una gestión correcta de sus emociones. Entenderlas y trabajarlas como es debido. Para poder ser una mejor persona y ofrecer su mejor versión al mundo. 

Esto era la definición de superhéroe para él.  

Aprovechó algunas camisetas viejas que tenía en casa para remodelar el disfraz, eligió algunos de los colores que más se identificaban con su forma de ser. Quedó satisfecho con el diseño. 

Llegó el día del concurso de Carnaval, y todos lucían sus caros y maravillosos disfraces. 

Adam caminaba satisfecho por el teatro. Sus compañeros lo miraban con indiferencia, ellos iban de mago, de demonio o de vampiro. 

Nadie entendía de que iba disfrazado. -¿Quién es Mr Asertivo?- Preguntaban todos. 

  • Quizás hoy podréis experimentar sus capacidades.- Explicaba él satisfecho, mientras se ajustaba la capa. 

Como cada año dieron el premio al mejor disfraz, y otra vez volvió a ganar uno de los disfraces más caros, y menos auténticos para su gusto. Pero así era como funcionaba la sociedad en general. Era muy materialista. 

La mañana avanzó sin irregularidades, y al terminar el desfile los niños comenzaron a volver a sus casas. Adam se quedó un poco más, le gustaba ver los restos de confeti y cintas de colores por el suelo. 

Escuchó a alguien sollozar, y encontró a su compañero Max, sentado en un rincón cubriéndose la cara, y llorando.  

  • ¿Qué te ocurre?- Le preguntó Adam con tono empático. 

Max levantó la mirada del suelo, y limpió las lágrimas que le quedaban en sus ojos. 

  • Estoy harto de perder siempre en el concurso de disfraces. Cada año me lo preparo al máximo y siempre se lo dan a los alumnos más populares y que vienen de la mejor familia. 

Max iba disfrazado de mago, pero la verdad que estaba muy trabajado. 

Adam, le tendió la mano, y le invitó a levantarse. 

  • Te presto, el mío. Ya verás. Te hará sentir mejor. Desarrolla unos poderes especiales en todo aquel que lo viste. - 

  • Pero el concurso ya ha terminado.  No podré ganar. - 

  • Sí, pero la vida sigue. Mr Asertivo ya me ha enseñado la lección, ahora me toca transmitirte los conocimientos que he aprendido. 

 Max, lo miró incrédulo, pero aceptó la oferta y se intercambiaron los disfraces. No parecía muy satisfecho con aquella pinza aguantando la capa de color rojo, pero Adam lo había convencido. 

  • ¿Debería notar algo en especial? - Preguntó. 

  • Mr Asertivo hará su efecto en el momento correcto. Solo tienes que ser paciente y estar preparado. Pero recuerda que una vez aprendida la lección, tienes que darle el disfraz a otra persona, y seguir la cadena. 

Pareció un poco más convencido, y le prometió que confiaría en Mr Asertivo. 


Este día Adam volvió a casa un poco más feliz, y preparado para afrontar su vida desde otra perspectiva. Porque se había dado cuenta que cada uno crea su propia realidad en su mente. Y él era el mejor utilizando su imaginación. 

Mr Asertivo había ganado el concurso sin obtener ningún premio. Había conseguido cambiar el concepto de superhéroe.


jueves, 9 de noviembre de 2023

La vieja lata oxidada

 Llegué tarde y entré por el garaje, no quería despertar a Mel. La noche había sido larga y salvaje. Otra fiesta sin sentido en la casa de los Adams. ¿Por qué siempre se nos iba de las manos cuando me reunía con ellos? 

Tropecé con una vieja lata oxidada, parecía de gasolina pero estaba vacía y un poco abollada. ¿Qué hacía allí en medio? ¿Por qué no la habíamos tirado aún? No recordaba haberla visto antes. Me agaché y la dejé en un rincón para no volver a tropezar otro día. Mañana ya me ocuparé de ella. 

Me siento mareado, creo que he vuelto a beber demasiado. Afortunadamente Tim me ha llevado en coche, porque no estaba en condiciones de conducir. Me quito los zapatos y los dejo tirados por el pasillo. Llego a la cama dando tumbos. Mel duerme profundamente, no me ha oído. Si se enterara quizás me dejaría definitivamente. Llevamos una mala racha y esto podría ser la gota que colma el vaso. 

Puedo escuchar el rumor del viento, y algún coche pasar por la calle. Vivimos en una zona tranquila, y eso se agradece. No será difícil conciliar el sueño esta noche. Me encuentro muy cansado. 

Estaba a punto de caer rendido cuando se escuchó un fuerte estrépito en el piso de abajo. Algo ha caído ruidosamente. Creo que viene del garaje. Mel se revuelve a mi lado. Creo que se ha despertado también, pero no dice nada. Estoy demasiado cansado para comprobar que todo está correcto. Cambio mi posición y vuelvo a cerrar los ojos. 

Al cabo de unos minutos, otra vez se escucha el mismo ruido. Pero mucho más intenso y prolongado. Como si el objeto caído se arrastrara por todo el suelo. 

  • Tom, ¿Ya has llegado? ¿Puedes ir a ver que ocurre en el garaje? - Balbucea Mel, que sigue medio dormida. 

Tengo que esforzarme para levantarme. La cabeza me da muchas vueltas y necesito agarrarme a la pared para no caerme. Bajo las escaleras con mucho cuidado. Voy al garaje, todo parece en orden. Cuando ya estaba decidido en volver a la cama, vuelvo a tropezar con la vieja lata plateada que me había encontrado al llegar. La miro fijamente. Parece un poco más oxidada aún. Quiero agarrarla para apartarla del paso, y dejarla en su rincón de nuevo. Pero esta vez pesa muchísimo. No la puedo mover. Ni con todas mis fuerzas soy capaz de desplazarla. Empiezo a desesperar hasta que le doy una patada y vuelvo a la cama cabreado. 

Me cuesta conciliar el sueño esta vez. Maldita lata. El universo está contra mí esta noche. 

Minutos más tarde, vuelvo a escuchar el mismo ruido pero esta vez mucho más cerca. Creo que viene del comedor. Me levanto de un salto, Mel me dice algo que soy incapaz de interpretar. Estoy demasiado alterado. 

Bajo a gran velocidad, las escaleras y me resbalo. Me doy un fuerte golpe en la rodilla, y recuerdo que sigo ebrio. Veo otra vez la lata frente a mí. Le doy un puñetazo, ¿me está persiguiendo? La lata no se mueve y el dolor que me produce tal acción es terrible. És aún más dura que la vez anterior. Trato de moverla con todas mis fuerzas pero es imposible. 

Me levanto como puedo y vuelvo a la cama. Mel se ha despertado y parece irritada. No escucho lo que me dice. Trato de tumbarme y concentrarme en otra cosa, pero al cabo de un rato se escucha el mismo ruido, aún más cerca. Parece que algo ha caído dentro de la habitación. Otra vez la lata. Me levanto ofuscado y muy irritado. ¿Qué está pasando aquí? 

Quiero moverla pero me doy cuenta que esta vez hay una nota en el dorso del objeto que dice así: 

Si quieres moverme cambia tu actitud 

En este momento me doy cuenta de la relación de este suceso con mi vida. Quiero cambiarlo todo pero sigo haciendo siempre lo mismo, y mi actitud es deficiente. 


La lata se quedó durante tres semanas en el mismo sitio, tumbada en el suelo de la habitación, hasta que fui capaz de retomar el rumbo de mi vida y cambiar la actitud. Las cosas mejoraron y parecieron no ser tan complejas como las imaginaba, asimismo conseguí mover la vieja lata oxidada a su sitio sin esfuerzo. La quería tirar, pero la guardé en el garaje para que si algún día volvía a perder la actitud me recordara la lección, se convirtió en mi amuleto.