martes, 9 de agosto de 2022

La Torre

Veo una torre a lo lejos, se divisa entre la espesa niebla. La curiosidad desplaza mis pies hacia ella. Imagino lo que puedo encontrar dentro. Quiero descubrir todos los secretos encerrados y conocer sus historias. 

Porque yo me nutro de experiencias, y de trabajar la imaginación. Eso me ayuda a despertar del profundo sueño en el que vive esta sociedad. Como un largo periodo de hibernación. Necesitamos nuevos estímulos para romper el círculo tedioso en el que nos encontramos. Y ahí es donde aparece la creatividad. 

La puerta está entreabierta, todavía aguanta el paso del tiempo. Muestra el buen hacer de los constructores del edificio. 

La primera planta es una habitación enorme completamente vacía. A primera vista no me llama mucho la atención, pero después de fijarme mejor, descubro que todas las piedras están encajadas como piezas de un puzzle. Un rompecabezas imposible. Sus formas son totalmente inverosímiles. Hay como una escala cromática entre todas las piedras de la sala. Mi instinto me lleva a acariciar algunas. Al pasar mi mano por una de ellas , un escalofrío recorre mi cuerpo. Siento un miedo terrible. Nunca me había sentido tan aterrorizado por algo. La piedra es la más oscura de todas. Muevo mi mano con cuidado hacia una piedra un poco más a mi izquierda. También és de un color negro. Ahora me invade un sentimiento profundo de frustración. 

No puedo aguantar más y retiro mi mano. Me acerco a la parte donde las piedras son de un color más claro. Cierro mis ojos, y dejo que mi instinto se pare donde se sienta más cómodo. Me quedo en una muy pequeña, del color de las nubes en un día de verano. La emoción recorre mis venas. Siento un ligero pinchazo en el pecho, y me entran ganas de seguir descubriendo este lugar. 

Hay unas escaleras de caracol en el fondo de la sala. Chirrían mientras voy subiendo. Resuena por toda la habitación. Parece como si las piedras se estuvieran moviendo de sitio al ritmo de mis pasos dubitativos. 

Finalmente llego a la segunda planta. Está llena de muebles antiguos. Lo más curioso es que todos los cajones están abiertos y los armarios vacíos. Solo hay huellas por todos sitios. Pequeños rastros por toda la habitación. Empiezo a seguirlos, y puedo revivir distintas situaciones de mi vida. Los rastros se mezclan y se confunden igual que las emociones, y me siento perdido por unos instantes. Quería guardar las dudas y el miedo en los cajones pero hace tanto tiempo que nadie los cierra que se han oxidado. Y tengo que aprender a convivir con ellos. 

Quizás necesite un poquito de calma y tranquilidad, para reencontrar el camino. Perdido entre tantos rastros, termino cerca de una pequeña escalera que sube a la parte superior de la torre. Voy siguiendo las huellas hasta encontrarme en un balcón con vistas al infinito. A lo lejos puedo distinguir un ligero resplandor. El viento sopla tan fuerte que mueve la bandera blanca que ondea en el tejado del edificio, hasta que se cae y se pierde en el horizonte. El resplandor brilla con más intensidad ahora y siento un impulso. Como una revelación, bajo las escaleras a toda prisa. Hasta la primera planta. Empiezo a tocar las piedras más claras, hasta encontrar la emoción indicada. Alegría, paz, amor, bondad, humildad… ahí, está. La he encontrado. Confianza. Vuelvo a confiar en mí y en el universo. La buena suerte no existe, se busca, y se encuentra a través de la confianza. 

 

 


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