martes, 4 de enero de 2022

El hombre sin rostro

 Sigo mi rutina, como un tren de alta velocidad avanzando por la vía. Así van pasando mis días. Sin darme cuenta de mi presente. Lucho para conseguir todos  mis objetivos futuros y me esfuerzo para olvidar mi pasado. Pero, ¿y el ahora? De este ni siquiera soy consciente. Es como una sombra que me persigue allí donde voy, me susurra en el oído, pero yo lo ignoro, como si fuera un viejo amigo al que le guardo rencor. 

Dentro de mi procedimiento diario, una de las primeras fases siempre es mirarme al espejo. Hoy me reconozco con mayor dificultad. Mi rostro parece cada día más borroso. Mis facciones se van difuminando, y mis rasgos más característicos se han perdido. Los ojos ya no conservan toda su expresión. Recuerdo que años atrás, parecía que podía quemar el cristal, solo con la energía y fuerza que desprendía mi mirada. Ahora, todo esto se ha desvanecido. 

En este instante me pregunto si estoy viviendo acorde a mi naturaleza. ¿Soy la persona que aparento ser? 

He pasado tanto tiempo rodeado de gente, que nunca dediqué tiempo a cuidar de mí mismo. A entenderme, a valorarme ni a perdonar los errores que cometí. Y así es como mi rostro, poco a poco se fue diluyendo, como una gota de lluvia en el océano. 

Mecánicamente salgo del baño, y tomo mi café, pero lo derramo encima de la mesa. Estoy más patoso de lo habitual. Miro mi reloj y me doy cuenta que llego tarde al trabajo. Me apresuro, agarro mi maletín y la chaqueta y me dispongo a salir. Pero soy incapaz de abrir la puerta. Lo intento con todas mis fuerzas, giro el pomo con intensidad, la golpeo con los pies, sin obtener resultado. 

Me tumbo en el suelo y cierro los ojos. Superado por la situación, trato de pensar en una solución. 

El subconsciente, empieza a despertar despacio, como un oso después de un largo periodo de hibernación. 

Reparo en la energía que corre por mis manos y mis brazos, después de haber tratado de abrir la puerta con tal intensidad, y presto atención a los pensamientos que me invaden en este momento. Rabia, desconcierto, angustia, impotencia. Son sentimientos negativos, pero son míos. Es tal y como me siento en este momento presente. Es lo que soy ahora.  Instintivamente voy a acariciar mi rostro. Quiero notar el fino tacto de mis mejillas. Pero no hay nada. Está vacío. Se me escapa un grito agudo. 

Vuelvo al baño, me vuelvo a mirar al espejo, y aún se ve más difuminado que unos minutos atrás. Me pregunto si me reconocerán. ¿O quizás nadie me conoce de verdad aún? 

Me doy cuenta que alguien ha sustituido mi cepillo y la pasta de dientes por un par de pinceles y unas pinturas de tubo, y han dejado una nota: 

"Encuentra tu mejor versión"

Con el pincel más fino, empiezo a dibujar mi rostro. Analizo como me siento en este preciso instante, y pinto acorde mis sentimientos. Recupero mi mirada profunda y enérgica, con el pincel más grueso marco un poco mis mejillas y el mentón y por último añado el último detalle. Una sonrisa. Sí, ya sé que hace unos minutos mi estado de ánimo no era el mejor, pero salir a la calle con una sonrisa, siempre hace que el día vivido haya merecido la pena. 

Al terminar, me dirijo a la puerta, esta vez con mucha más intención que antes, y me dispongo a salir. En esta ocasión puedo abrirla con facilidad. 

El Sol brilla en el cielo. Se avecina una nueva jornada.  


No hay comentarios:

Publicar un comentario