miércoles, 15 de febrero de 2017

Triángulos

Formas irregulares, constituyen el espacio en que me muevo. La geometría del entorno, me inquieta. Todo resulta tan metódico y ordenado, que necesito descomponer este puzzle de piezas perfectas. Todo encaja a la perfección aquí dentro, y la atmósfera está cargada de irregularidades, que se contradicen con la disposición de todos los elementos que hay en mi habitación. En un ataque de pánico, lo cambio todo de sitio, busco nuevas utilidades a los objetos. Hoy quiero sentarme sobre la mesa y comer sobre la silla. Abro la ventana, para que el aire puro, se intercambie con el viejo y cargado que merodea por el techo.
Miro al horizonte, esperando contemplar algún tipo de fenómeno paranormal obra de la naturaleza. Pero ahí fuera todo sigue tan tranquilo como siempre. El mundo sigue su particular rutina, y gira siempre a la misma velocidad. El tiempo pasa igual para todos, aunque algunos lo aprovechan y lo valoran más que otros. Somos libres de elegir que hacemos con él.
Un complicado problema de trigonometría se está gestando aquí. Como un trángulo perfecto, yo soy la hipotenusa, mi habitación y el mundo exterior son los catetos. Una relación que se debe romper. Cada uno debe seguir su propio camino. Pese a que esto no signifique que nunca más podamos juntarnos de nuevo. Supongo que de vez en cuando nos reuniremos para intercambiar nuestras experiencias. Sé que muchas veces voy a necesitar tomar la mano de alguno de los dos para seguir andando, pero, los tres juntos somos incompetentes.
Soy yo quien tomo la iniciativa y me despido de la habitación, le dedico un caluroso abrazo, y tomo la mano del mundo exterior, juntos vamos andando por las calles de la ciudad. Explorando rincones desconocidos me doy cuenta que aquí no todo está tan tranquilo como parecía desde mi ventana. Un sentimiento de inseguridad me invade, tengo la sensación de peligro, y busco la compañía del mundo exterior para refugiarme, pero este se ha ido, me ha dejado solo, así que llamo a la habitación para protegerme. Pero su puerta está cerrada. No puedo entrar. Por la ventana veo que se asoma el mundo exterior que me saluda. Han hecho un pacto, debo aprender a sobrevivir a los peligros que me expone el mundo por mi cuenta, nadie mejor que yo va poder solucionar mis problemas. Entre nosotros se vuelve a formar el tríangulo que había anteriormente, y se ilumina con la luz de las estrellas. Les sonrío a los dos, y suelto sus manos, para enfrentar las dificultades de nuestro mundo.

martes, 14 de febrero de 2017

Fotos en blanco y negro

Detrás de esta cortina, todo se desvanece. Mis pensamientos prematuros, y los prejuicios que me creé sobre aquellas personas tan diferentes a mi. Algo brilla en el fondo de la habitación. Aquello que restaba olvidado en las profundidades de mi mente, me ilumina, y me recuerda quien soy. Me ayuda a seguir mi camino.
Pasos cortos y seguros, puedo sentir el tacto del viento en las mejillas. Mi comunicación con la naturaleza es total. Mi mente se ha quedado en blanco, y voy destiñendo los árboles, y algunas de las flores que me rodean. Como si fueran antiguos recuerdos, de un pasado muy lejano, todo se convierte en una foto en blanco y negro, con detalles muy marcados y peculiares. Decido enviar esta imagen a alguien. Una persona al azar entre la multitud. Me concentro, y observo todos los rostros. Algunos de ellos, me transmiten una enorme empatía, otros me dejan indiferente, mi mente se para en un chico de no más de ocho años. Hay algo en su mirada, que me identifica con él. Analizo su expresión. Me sonríe pero la profundidad de su mirada me indica que en el fondo de su corazón hay un enorme vacío. Me acerco un poco más a él y escucho con atención. Su alma está llorando en silencio. Le doy la mano, cierro mis ojos y le transfiero la imagen. Siento una gran energía en mi pecho. Hay una conexión especial entre nosotros. Percibo algo extraño en mi interior. Es una parte de él. La imagen nos ha conectado hasta tal punto, que ahora él es parte de mí y viceversa. Me voy dando cuenta de cómo avanza por mi mente, explora hasta el último rincón. Y de vez en cuando cuelga alguna de sus imágenes en alguna esquina. También son en blanco y negro.  Las recojo con mis pensamientos y las miro con atención. Las comparo con la mía. La ambientación es muy diferente, pero hay muchos detalles en común. En cada una de ellas, hay algo que me identifica.
Finalmente él termina su expedición por mi subconsciente, sopla sobre mi imagen y esta vuelve a recuperar el color. Me la entrega y desaparece detrás de un árbol. Sorprendido miro la fotografía, y me percato que el chico ahora aparece en ella, tomando mi mano, y siguiendo juntos el rumbo de nuestros sueños.

viernes, 3 de febrero de 2017

La hoguera infinita

Esta noche, escucho el sonido de la lluvia al caer contra mi tejado, y veo  las pequeñas gotas de agua resbalando por la ventana de mi habitación. Hoy ha vuelto a ser un día normal. Las gaviotas emigran de la ciudad, hartas del bullicio que se forma en las calles en verano.
Aquí terminaron, los días de tranquilidad, y mi instinto más animal, empieza a aconsejarme, que siga el mismo destino que las aves migratorias.
Cambiar de hogar por enésima vez, y volver a reunirme con mi segunda familia en el bosque. Los árboles me susurran consejos, y el viento, sube  mi ánimo, a medida que me voy acercando a mi rincón favorito. Desde allí puedo ver como el Sol, me da la bienvenida. Creo que se alegra de verme de nuevo.
Ando descalzo, y el tacto de la hierba fresca de la pradera, me hace cosquillas en los tobillos. Aún quedan los cimientos de mi humilde barraca, y algunos de los troncos, que utilicé para encender una hoguera la última noche que estuve aquí. Vuelvo a sentir aquella falsa comodidad. Aquella mezcla de placer, y desazón. Una gran satisfacción, por alejarme de los caudalosos ríos por los que navega la mayoría de la sociedad, pero a la vez siento ansiedad, por la inestabilidad que hay en mi vida. Sin hogar ni trabajo fijo, pero también carezco de grandes obligaciones. Únicamente cuidar de mi mismo y de todo lo que me rodea.
Tiré la mayoría de mis antiguas posesiones en el mar, y observé como los peces se las rifaban, en una encarnizada guerra, y ahora solo vivo con lo que me resulta necesario.
Me arrodillo frente los restos del fuego, y agarro algunas de la cenizas, que yacen en el suelo. Cierro mis ojos y construyo mi propia imagen en mi cabeza, y percibo todo lo que tengo dentro, lo que resulta invisible a simple visita. Todas las capas de mi personalidad, miliones de yo interiores, con características opuestas los unos de los otros. Algunos los conocí hace ya muchos años, otros resultan desconocidos. Los observo con detalle. Algunos de ellos me asustan, otros me emocionan. Me pregunto, que debería hacer para despertarlos. Sería una buena idea sacarlos de sus sueños profundos?
Los veo todos durmiendo a mi alrededor. Algunos roncan con descaro, otros solo suspiran. Puedo elegir cuál de ellos  despertar.
Me acerco al más sigiloso de todos, y lo observo durante un largo rato. Finalmente me decido, toco su espalda con suavidad, y yo abro mis ojos. Todos han desaparecido. Vuelvo a estar solo. Pero me siento diferente, mas perezoso de lo habitual. Hago caso a mi cuerpo, y me tumbo debajo del roble que me cobija, hasta que me duermo.