Las campanas repican en mi mente, mientras un nuevo instinto se desarolla dentro de mí.
Oigo como la lluvia se aleja lentamente después de haber regado los árboles que me cobijan.
Vuelvo a sentarme solo en el porche, debajo de su sombra, escuho el sonido del viento y cuento las hojas que han caído en el sendero. Incapaz de andar por este camino encharcado, doy vueltas sobre mi mismo, buscando una reacción.
Cuando llega la noche, observo como las estrellas se alinean en el cielo, y a la luna se le escapa una ligera sonrisa.
- Que haces aquí parado? - Me preguntan todas a la vez.
Yo me las miro avergonzado, y trato de esconderme. Pero ellas siempre me encuentran. Nunca puedo engañarlas.
- Harás que nos enfademos de verdad. - Dice la luna. Venga sal ahí fuera y sigue tu camino. No te rindas tan temprano.
Yo niego con la cabeza. La tormenta me ha asustado demasiado.
Ellas se miran con cara de preocupación, hasta que las estrellas desaparecen una a una provocando una pequeña explosión de luz, que rompe la oscuridad de la noche. Solo queda la luna, que me mira de forma desafiante, y me dice:
- Encuentranos. Y seguidamente se apaga,dejando el cielo virgen de luz.
Poco a poco bajo las escaleras, y empiezo a andar por el sendero. Los charcos que lo componen ensucian mis nuevos zapatos, de modo que me los quito con cuidado y los dejo debajo de un árbol.
Hago unos pasos más y noto como mis piernas tiemblan a causa del frío.
Cruzando un charco siento una punzada de dolor. He pisado algo puntiagudo que me ha provocado un pequeño corte en el pie. Bajo mi mirada, y veo como algo brilla dentro del charco. Meto la mano, y lo tomo con delicadeza. Es una estrella. Está rota. El impacto con el suelo ha provocado que se quebrase en pequeñas partes. Las cojo todas, me las guardo en el bolsillo y sigo andando.
Durante el camino, voy encontrando las otras. Algunas estaban colgadas de los árboles, otras, echas pedazos sobre alguna roca, o incluso había una que flotaba sobre el lago con el pulso acelerado.
Cuando consigo reunirlas todas, dedico todos mis esfuerzos en curarlas una a una. Me lleva mucho tiempo. Cuando todas estan sanadas, las alineo sobre el suelo, y llamo a la luna, con un suave susurro.
Pocos segundos después, veo como se enciende encima de mi en el cielo. Espero a que me hable. Pero ella se mantiene callada con la mirada fija en mi. Yo no consigo entender que más quiere, así que observo a mi alrededor, y me fijo que la parte inferior de la primera estrella que he encontrado, brilla más que las otras. Me acerco, y la giro`. Tiene una frase escrita en la espalda:
Tu camino aún no ha terminado. Sigue nuestra luz.
La vuelvo a colocar tal como estaba, y todas a la vez, se elevan hasta la altura de la luna, y desde el cielo me guiñan el ojo.
Yo les sonrio, me quito el abrigo, y sigo andando hacia el norte. Tal como indica su resplandor.
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