sábado, 23 de julio de 2016

El último espejo del faro

Todo lo que viaja a través de las olas, esconde la cabeza bajo el agua, y observa cada situación con perspectiva desde el fondo del mar, donde todo es diferente.
Los peces no se inmutan, solo siguen la corriente. Allí es dónde se guardan los secretos más antiguos y las historias más valiosas. Las que están lejos de la realidad que conocemos y nos acercan a nosotros mismos
Sigo buceando por el fondo marino hasta que llego a un acantilado que me obliga a subir a la superfície. Un viejo faro destaca sobre las rocas, iluminando hacia el norte. Me pregunto qué habrá allí que todos los locos lo busquen.
Quizás todo se equilibre y el caos se simplifique, creando un universo paralelo, donde podamos reflexionar, y soñar lejos de la oscuridad.
Una escalera baja desde la cima del acantilado. Incapaz de resistirme a la curiosidad empiezo a subir.
En cada escalón me encuentro un recuerdo diferente. Algunos de ellos me emocionan, otros siguen punzandome en el corazón al avanzar.
Cuando llego a la cima, escucho el sonido del viento y respiro profundamente, observando como los últimos rayos de Sol se extinguen en el horizonte.
La puerta del faro está entreabierta y puedo distinguir un pequeño rayo de luz que se cuela a través de ella. Arriba veo una pequeña ventana desde dónde me observan unos ojos curiosos. Entro en el faro y empiezo a subir hasta la habitación de la ventana. Un conjunto de espejos marcan el perímetro de la cambra, y en el centro hay una pequeña estatua de un duende con la mirada fija en el horizonte. Cuando me acerco para verlo mejor, me doy cuenta que en los espejos se reflejan progresivamente todas las etapas de mi vida. Excepto uno de ellos que no refleja nada. Me voy acercando a él lentamente, y cuando mi nariz toca el espejo, la estatua del duende se gira hacia mí, y sus ojos empiezan a brillar, el espejo se ilumina y se abre un pequeño agujero en el centro. Un poco dubitativo pongo un pie dentro y seguidamente introduzco todo mi cuerpo. 
Todo gira a mi alrededor, hasta que vuelvo a aparecer en el fondo del mar. Esta vez sigo los peces al ritmo de las corrientes marinas, que nos llevan a un barco hundido, con un enorme cofre de madera en la bodega. Me doy cuenta que uno de los peces lleva una llave colgada en una aleta. La tomo y pruebo suerte, suena música de fondo mientras lo abro, y una luz que aparece del interior me alumbra. Cuando se reduce la intensidad, puedo ver que dentro hay el último espejo del faro, pero esta vez me refleja a mi mismo, tal y como soy en en este preciso instante. Aunque no consigo sonreír, hasta que el duende me sorprende tocando me suavemente la espalda, y empieza a reírse sin ningún motivo. Después de unos segundos de incredulidad me uno a él con una profunda carcajada. Dejando este instante como la imagen que quedará siempre retratada en el último espejo del faro.


miércoles, 13 de julio de 2016

En un reino desafortunado

Tus pasos se acercan pero ya no tengo miedo. La responsabilidad que caía sobre mi ha desaparecido.
Todo lo que se mueve a mi alrededor me produce una enorme curiosidad pero no me atrevo a tocarlo. Aún me siento incapaz de salir de todo lo que se aleja de mis própios esquemas.
Mis debilidades se han escondido detrás de la oscuridad, y las estrellas iluminan mis mayores virtudes. Cuántos pasos me faltan para llegar a mi objetivo? Ya no creo en el destino, y la suerte me ignora a menudo, así que descubro mi própia fortuna lejos de profetas y sabios. En una tierra desconocida creceré mirando como fluye el agua del río y cómo emigran los pajaros.
Quizás algún día sueñe que me convierto en un gigante, y veo el mundo tan pequeño que apenas tenga tiempo para analizarlo.  Me daré cuenta que ya no soy un niño, y que es la hora de tomar decisiones. Dar un paso adelante sin mirar atrás. Podría imaginarme sentado delante del anochecer escuchando las olas del mar repicar pero se que primero tengo que contemplar con atención la salida del Sol.
El verano se acerca, pero el frío del inverno sigue atrapado en mi cuerpo. Puedo relajarme sobre la arena de la playa, y cruzar todos los oceános hasta llegar a la isla que aparece frecuentamente en mis sueños. Y allí reencontrarme conmigo mismo. Sin darme cuenta de la dirección en que sopla el viento, podría subirme en el árbol más alto, y esperar a que un barco cargado de buena suerte atraque en la isla, y invada hasta el último rincón.
Hoy pero, siento que esto ya no me apetece. Quiero salir a la calle con los bolsillos vacíos sin saber a dónde ir, econtrarme con el infortunio, y ser capaz de combatirlo la próxima vez que nos enfrentemos. Se dice, que quien es capaz de derrotarlo conisgue la llave de la felicidad eterna. Un premio realmente valioso para todos aquellos guerreros que han sobrevivido a numerosas batallas y que han sangrado para cambiar el rumbo de sus desdichadas vidas.