Puedes
seguir tu propio instinto, antes de cruzarte con el diablo. Mirar la
oscuridad a los ojos, y señalar tus objetivos sin titubear. Corres
detrás del viento sin motivo alguno, pero te sientes libre.
Una
gaviota planea cerca de la costa y el Sol se pone temprano.
Entonando
una nueva canción al ritmo de las olas golpeando las rocas crecemos
y aprendemos a querer a quien se lo merece.
Tocamos
el fondo del mar con la nariz y jugamos con los delfines antes del
anochecer, así nos damos cuenta que la vida es más simple de lo que
parece, y que las pequeñas cosas son las que nos mantienen vivos.
Todo
fluye, cuando las emociones suben a la superficie y la ilusión saca
la cabeza detrás del acantilado.
Parpadea
y pide un deseo, espera el señal del universo y sigue la luz de las
estrellas con tu mirada.
Capaz
de vivir sin ataduras me desnudo sobre la arena, y le grito palabras
sin sentido a la noche.
No
voy a rendirme tan temprano, sólo me limito a disfrutar este momento
conmigo mismo.
Quizás
perdí el norte hace ya mucho tiempo y ahora ande sin rumbo, buscando
la última gota de imaginación que reside en mi cerebro.
El
rey muere dentro de mi corazón, y la reina desolada por la pérdida
quema su trono. El pequeño príncipe se arma de valor y con sus
propias manos empieza a construir su reino. Con pedazos de cartón y
un poco de madera consigue fabricarse un trono nuevo. Entierra todo
el tesoro de su padre y planta un pequeño olivo. De su sombrero saca
una paloma blanca que se sitúa en las ramas del árbol, corta unas
cuantas hojas, alza el vuelo y las esparce por todo el reino.
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