Se
me había olvidado escribir mis cartas des de el corazón. Recordarte
todas las noches que luché para mantener vivo tu recuerdo. Ya no
puedo ver pasión en tus ojos, pero siento una gran cantidad de
energía recorriendo tus venas.
Todo
lo que sabemos, y de todo lo que formamos parte, nos ayuda a tomar
un último respiro, para afrontar el viaje final.
Me
sostengo en el aire, y observo como los campos dorados dan la
bienvenida al verano, y despiden el frío invierno.
Y
es que quizás no sea tan complicado, imaginar un mundo sin maldad ni
rencor. Solo construir aquellos recuerdos que nos enorgullecen, y
dejar atrás todo lo que nos hace dudar.
Voy
a serte sincero, y siento un poco de curiosidad para conocer tu
interior más profundamente, pero comprendo que aún no es el momento
indicado, así que le voy a dejar esta responsabilidad al viento. Y
le voy a encargar que encuentre una respuesta a mis preguntas cuando
se lo pide. Por ahora prefiero disfrutar de mi ignorancia.
Suena
música a lo lejos y mis pies empiezan a moverse tranquilamente
siguiendo el ritmo de la música, silbando la melodía de la canción.
Te acercas a la pista de baile, lentamente, con pasos inseguros. Me
miras con cara de incredulidad, no quieres tomar mi mano, así que
empiezas a bailar sola, tratando de evitar mi mirada, cada uno baila
su canción, y llevamos diferentes ritmos. Súbitamente, un sonido
extrañamente familiar une nuestras miradas. Un recuerdo de nuestra
vieja amistad, que rompe el rencor y el orgullo.
Recordamos
que somos humanos, y posemos el don del perdón y la comprensión.
Juntamos nuestras manos, y te agarro la cintura con delicadeza,
llevando el tempo de la canción terminamos el baile, bajo la puesta
de Sol, y nos tumbamos en el suelo para contar las estrellas que
quedan encendidas, hasta dormirnos con las últimas canciones de cuna
que resoplan con el viento.
No hay comentarios:
Publicar un comentario