viernes, 25 de septiembre de 2020

Mis Fantasmas

 Hoy mis fantasmas llaman a la puerta. Y entran sin que les dé permiso. Como si habitaran esta casa abandonada, y se instalan por las diferentes habitaciones. Cada uno la decora a su manera. Y este hogar ruín y tétrico va reviviendo de las cenizas, como un fuego que nunca ha terminado de apagarse. 

Nos gusta sentarnos delante del lago, y ver como la oscuridad se pierde entre el reflejo del agua. Hasta que llega el atardecer y la luna nos protege, entre las sombras de la noche. Como si fuera nuestro guardián más fiel. En realidad ya los echaba de menos. Qué haría sin ellos. Sería incapaz de conciliar el sueño. Acostumbrado a arroparme en los brazos del más viejo de todos, o encandilado con la voz del fantasma más bonito, el que me canta al oído cuando tengo miedo. Y cuando la oscuridad es más intensa y la luz de la luna es insuficiente, me bailan. 

Observando cómo se mueven en círculos a mi alrededor, imagino todas las historias que se concentran debajo estas piedras. Nadie habrá conseguido enterrar sus fantasmas permanentemente entre las ruinas de la casa. Porque los fantasmas nunca mueren. Observan desde el rincón, y esperan el momento idóneo para volver a la superficie.  Muchos sucumben a ellos y los ven como seres indeseables y horripilantes, pero tienen sus sentimientos, como nosotros. También sufren y se alegran. No son malvados. Incluso son amigables, y con un poco de voluntad se pueden domar con facilidad. Bueno al menos los míos. Cada uno tiene que lidiar con sus propios fantasmas. No conozco los de los demás. 


Llevaban mucho tiempo desaparecidos, tienden a emigrar a tierras más frías cuando llega el invierno, y les gusta visitarme y quedarse una temporada a partir de otoño. Con el calor se derriten. Pero la lluvia y la nieve les dan vida. 

Tengo que reconocer que hoy me han sorprendido. No esperaba que llegaran tan temprano, y me costó un poco acostumbrarme a su llegada. Incluso al principio traté de ahuyentarlos, pero tienen un poder de seducción privilegiado. Como aquellas chicas que no destacan por su belleza, pero que en su manera de hacer hay algo innato, que te llama brutalmente la atención. Primero percibes un pequeño escalofrío pero después sientes como un suave y agradable masaje en la mente, y te relajas. Como si fueran dos piezas de un puzzle que encajan a la perfección. 

Os voy a confesar mi secreto más preciado, a veces, cuando me encuentro en una encrucijada, y dudo que dirección debería tomar, los llamo en silencio, y me indican el camino. Su intuición es alucinante. Siempre me llevaban por el camino correcto. O quizás, es que todos los caminos son buenos, si la intención es la adecuada, y sabes aprovechar todas las oportunidades.   


Desde la más profunda oscuridad, me ayudan a quitar el polvo de la casa, y a reconstruir las partes derruidas. Quieren que habite en un lugar decente, donde pueda tomar mis decisiones de forma ordenada y paciente. Me han dicho que si la próxima vez que se vayan por un tiempo vuelvo a abandonar mi hogar de esta forma, no me arroparán en los momentos difíciles, no me cantarán y que nunca más los veré bailar. 

 La casa tenía un jardín precioso, el cual frecuentaba con mucha regularidad, cuando me sentía solo, y la naturaleza me arropaba, y me hacía sentir parte de este mundo maravilloso.  

Los fantasmas empiezan a podar las plantas y a cortar el césped y lo dejan todo impecable. 

Al cabo de unas horas, vuelve a quedar todo como antes. La casa impoluta, y el jardín… No tengo palabras para el jardín. Despierta una paz celestial. Me pasaria el dia entero en él.  

Cuando han terminado, el más viejo de todos se me acerca y me susurra al oído: 

  • Los fantasmas no somos seres tan horripilantes como todo el mundo cree. La gente no quiere escucharnos, ni trata de entendernos. 

Ellos forman parte de mí, y me ayudan a ser quien anhelo ser.  Porque no hubiera llegado aquí, si ellos no hubieran aparecido cada vez que me equivoqué, ni me hubieran enseñado a aprender de mis errores.


jueves, 17 de septiembre de 2020

El pájaro carpintero

 Como un pájaro carpintero picoteando el tronco del árbol más bonito del bosque, yo fui descubriendo tu corazón. Como las diferentes capas de madera que se va encontrando el ave en el proceso de convertir la simple corteza del árbol en una casa donde poder dormir y esconderse en los días de frío y lluvia, o en las noches tenebrosas, fui averiguando los diferentes sentimientos y emociones que se encontraban a medida que iba profundizando. Me gustaban todas las expresiones de humanidad que iban apareciendo. Una detrás de otra. Alegría, amabilidad, empatía y luego rabia, dolor y envidia. Todo formaba parte de tí, y así es coomo decidí acceptarte. Con todas tus imperfecciones. De igual forma que el pájaro carpintero sabe que hay otros árboles bonitos y más grandes, pero la energia que le ha transmitido el árbol escogido es especial. Como una conexión entre seres vivos, la naturaleza y la belleza del mundo, los dos se complementan. ¿Nunca os habéis preguntado lo sólo que estaría este árbol sin la preséncia del pájaro? Sería como si le quitaran una parte de él. Quizás se podría equiparar a perder todas sus hojas. Aunque los dos son conscientes de que no siempre pueden estar juntos. A veces es necesario que cada uno siga su própio camino para crecer. No significa que se olviden del otro, eternamente. Solo que de vez en cuando cada uno necesita resolver sus asuntos. El pájaro por ejemplo tiene sus crías que alimentar, y cuando crecen les tiene que enseñar a volar, y muy a su pesar, cuando llega el invierno de verdad, emigra a tierras más cálidas. Aunque en verano va a volver siempre bajo el cobijo de su árbol favorito, y van a intercambiar historias. El árbol por su parte, tiene reuniones importantes con sus hermanos y familiares. De vez en cuando tienen que planear como ahuyentar a los humanos que desean cortarlos para levantar sus construcciones o extender sus campos encima suyo. Se antoja una tarea complicada, pero la fuerza de la naturaleza tiene un poder especial si se usa para un buen fin. 

Con esta curiosa comparación, logré entender un día lo que significaba el amor de verdad. Porque aunque nos digan que los humanos somos más inteligentes que los animales, ellos tienen un instinto privilegiado muy superior al nuestro. 

Este mundo es como un puzzle perfecto, de infinitas piezas. Tal vez sea poco probable completar el rompecabezas y juntarlas todas. Pero observando cada detalle, se van colocando a su sitio. 

De modo que en un determinado momento, dejé de picotear en tu corazón, porque me di cuenta que un par de alas preciosas me salieron de la espalda, y antes de seguir profundizando eché a volar. A planear sobre el mundo, para observar el bosque de humanos que me rodeaba. Me gustaba ver cosas de tí en las otras personas, pero también encontraba cosas de mí, cuando las miraba fijamente a los ojos. Como si todos fuéramos hermanos. A medida que iba descubriendo esto, más me gustabas, y más me gustaba a mí mismo también. Supongo que al pájaro le pasaba lo mismo, cuando más se acercaba al continente africano e iba encontrando otros árboles por el camino. 

Ahora en la distáncia, ya se acerca el verano y estás tumbada sobre una verde pradera, el color de los árboles, destaca bajo el maravilloso cielo azul. Se escuchan los cánticos de los pájaros a la lejanía, y tu esperas imapciente su llegada, bajo nuestro roble favorito con la pequeña casa del pájaro carpintero en la parte superior del tronco. Allí escondimos nuestros recuerdos, que ya despiertan después de un largo proceso de hibernación.