martes, 6 de diciembre de 2022

Un Baile con el miedo

 Años convulsos, de muchos cambios, y de luchar por aceptar la realidad. 

Luces a lo lejos, que guían mi camino. Lleno de inseguridades, y acostumbrado a caminar sólo por el desierto. Por primera vez en mucho tiempo, siento de verdad la falta de una mano que aguante mis caídas, y que me dé fuerza para superar los retos que van surgiendo. Pero la sobrecarga de actividades y relaciones sociales, camufla todos mis temores. Como un camaleón, se esconden entre el frondoso bosque de mis pensamientos. 

Y así sin darme cuenta, llega el invierno. Frío y húmedo. La mente empieza a buscar una cueva donde hibernar, como los osos. Dejar descansar toda la excitación del verano y encontrar un lugar donde reposar. 

Con el frío todo trabaja a ritmo más pausado, y deja espacio para la reflexión y el análisis. Y luego te das cuenta, que llevas tiempo conviviendo con el miedo, que te ha estado observando desde el fondo del armario, sigiloso esperando a que le prestaras un poco de atención. Quizás no estaba tan solo como pensaba.  

Yo siempre tan ocupado, buscando cualquier excusa o distracción para ignorarlo, pero, las emociones son mucho más perseverantes que los humanos. Se ha puesto su traje de baile, el mejor perfume que ha encontrado y un sombrero de copa, y se ha presentado una noche sin avisar frente a mi cama. Me dio un susto de muerte. Me levanté de la cama sobresaltado, pensando que estaba en una pesadilla. 

Él me miró fijamente a los ojos: 

  • ¿No me reconoces? - Llevo mucho tiempo dentro de tí, pero tu has estado demasiado ocupado para atenderme. - Ya sería hora de que me prestaras un poco de atención. 

Yo quiero mirarlo a los ojos, pero su presencia me tiene aterrorizado. Aunque se trata del miedo. Su visita no debería alegrarme. 

El miedo es una de las emociones más poderosas, tiene una enorme seguridad consigo mismo, y sabe que nunca va a perder. Haciendo valer su confianza, se me acerca un poco más, y me da la mano. Estoy temblando, y quiero retroceder, pero mi cuerpo está inmovilizado. Los altavoces de mi habitación empiezan a sonar con un jazz melancólico. La batería y el contrabajo marcan el ritmo y el saxo le pone toda la emoción. Una melodía triste y profunda ideal para este momento. 

El miedo agarra mi mano con delicadeza. No sabía que una emoción tan oscura podía ser tan delicada, y comenzamos a bailar al ritmo de la música. Mis pies van solos, me dejo llevar. Él es el que me está guiando. Me limito a seguirle. 

Poco a poco cautivado por la pasión que desprende el solo del saxo en un momento determinado, voy tomando el control del baile, hago girar al miedo e incluso me atrevo a lanzarlo al aire, para agarrarlo poco antes de que caiga al suelo. La música va llegando a su fin, y yo ya me siento capaz de mirarlo a la cara. Creo que ha disfrutado de este baile tanto como yo. 

Al terminar, me sonríe, hace una reverencia con el sombrero y me susurra:

  • Tenme en cuenta para el próximo viaje. - Y vuelve a entrar al armario. 

Fuera la noche parece aún más oscura y tenebrosa, pero al quedarme unos segundos mirando el cielo por la ventana, puedo ver una estrella fugaz. ¿Se cumplirá mi deseo, esta vez?