Cada
ser humano percibe el mundo de una forma diferente. Todos observamos
lo que ocurre a nuestro alrededor, pero sólo los más valientes
actúan sin miedo al fracaso, y se posicionan delante de los
problemas.
Todos
tenemos sueños, algunos sólo en la cama, otros los viven de verdad.
Sienten la adrenalina del momento, y saborean el camino que nos
ofrece la vida.
Ahora
siento que me hago mayor, que me alejo de mi infancia y de mi hogar,
empiezo a conocer las verdades sobre el mundo. Quiero despegar,
empezar a volar, y sentir el tacto del aire fresco en mis mejillas.
Cuento
las nubes del cielo, y descubro que hay tantas cómo sueños tengo.
Algunas son negras y oscuras, otras blancas y suaves. Paso a su lado
y las acaricio con ternura. Empiezo a jugar con ellas, pero de vez en
cuando alguna nube oscura rompe mi felicidad, y me asusta. Quiere
cortarme las alas y hacerme caer en picado, pero yo sé que debo
mantenerme firme y no ceder a la presión.
Para
suavizar la tensión, empiezo a cantar a las nubes negras. Mis
canciones son antiguas baladas, con acordes tristes y melodías
emotivas. Pero las letras hablan sobre mí, explican construyo mis
sueños.
Me
doy cuenta de un pequeño momento de debilidad en las nubes oscuras,
y luego empieza a llover. Puedo observar como las gotas caen delante
mío. Cada una de ellas es todo lo que he dejado ir. Las amistades
que se perdieron y los secretos que no se contaron. Incluso veo el
pueblo en que nací, y mi casa al lado de las montañas. Oigo las
voces de mis padres a la lejanía. Todo esto cae, y se pierde en el
espacio, y yo lo observo indiferente, lo acepto como algo necesario
para mi crecimiento personal.
La
lluvia perdura durante mucho tiempo. Cuando cesa, observo como las
nubes oscuras se reducen en la nada, y me dejan flotando en un cielo
blanco y claro, dónde los primeros rayos de Sol aparecen en la
lejanía.